Autor: admin 24 abril 2008

Fernando Sánchez Alonso

A Susana, que me dio la tierra

El sábado 26 de agosto de 1950 se despidió de su hermana, y mientras recorría el pasillo de casa fue eligiendo, entre la pipa que le colgaba de los labios y que decidió concederse, para suprimir sospechas, para hacer coincidir la novedad que lo esperaba con la apacible rutina diaria, unas palabras que hablaban vagamente de cierta excursión al campo. «Volveré el domingo», dijo entre una bocanada atolondrada de humo. Luego cogió las maletas y abrió la puerta. Pero en vez de dirigirse a la estación, echó a andar, resueltas y brillantes las punteras de los zapatos, al hotel Roma, aceptando en el camino, y ya para siempre, el bochorno del verano, la ruina de sus cuarenta y dos años, el arrepentimiento de haber pagado como precio por malvivir la soledad, la extrañeza, la resignación de no creer en ninguna esperanza, solo un inútil éxito literario, todas esas maneras de ser Cesare Pavese.

Autor: admin 22 abril 2008

Javier Sáez de Ibarra

1. EL INSTANTE DE MELANCOLÍA

«Sabe Dios que, en cuanto comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, versados en el bien y en el mal». Entonces la mujer cayó en la cuenta de que el árbol tentaba el apetito, era una delicia de ver y deseable para tener acierto. Cogió fruta del árbol, comió y se la alargó a su marido, que comió con ella.

(Génesis 4, 6).

La hembra no soporta el deseo y muerde el fruto prohibido. En ese instante la sacude un estremecimiento de locura, un vértigo de horror; una felicidad divina corrompiendo su naturaleza abre sus ojos. De súbito adquiere la manifestación de lo real, la distinción de las cosas, un arranque de preguntas, la posibilidad de juzgar, la conciencia de sí, el gusto. Su cuerpo y su alma se colman de vida.

A su lado un simio la mira sin entender nada. Le hace un gesto para que le alcance de eso que ella ha comido. La mujer se vuelve hacia el ser que la acompañaba, y sabe que ha de tomar una decisión. La primera. Imagina su dominio sobre esa bestia, las posibilidades de su cautiverio; pero también comprende la soledad que se le avecina, ve las largas horas que esperan bajo el sol, las impotentes tardes. Debe elegir casi sin tiempo ante ese bruto que, agitando sus brazos poderosos, se impacienta, insiste. Teme la violencia que podrían desatar las ansias de él por afirmarse sobre ella, y su propia angustia por tener que combatirlo. El pobre quiere la fruta. No sabe el destino que acompaña a ese bocado.

Autor: admin 21 abril 2008

Vicente Duque

¿No has observado cómo cuando va a nacer una cosa todo cambia bruscamente de sentido? […] Cuando una cosa se ha traído verdaderamente al mundo no es como algo que «ocurre», de repente ya no hay más ojos que los suyos para ver, y queda definitivamente excluido el que pudiera no ser; no hay nada que no esté bien. (El mar de las Sirtes)

Autor: admin 20 abril 2008

David Felipe Arranz

Particularmente nauseabundas eran las caras vacías e inexpresivas de la gente […]; me recordaban tanto a los muertos que solo me atrevía a viajar cuando estaba seguro de que yo era el único pasajero. Ni yo mismo parecía un ser normal, sino un animal atormentado que quisiera vagar para calmar algún trastorno del cerebro.

Autor: admin 17 abril 2008

Cecilia Eudauve

I

Al despertarme todo cobró un sentido catastrófico. ¿Por qué un sueño podía tomar esas dimensiones, salir de mi cabeza e inundarlo todo? Había sido tan real, por eso me costó trabajo darme cuenta de que esa mujer, repleta de sí misma e inmensa, reclamando el libro, pidiéndolo a gritos, no era Matilde. Aunque tal vez sí, pues lo exigía con una necesidad absurda, reiterativa. Yo no comprendía del todo aquello, hasta que su mirada se me clavó tan adentro y vi, a través de sus ojos, ese profundo pozo ennegrecido de carencia. Entendí, como hermanado con ello, su desesperación, me percaté de que la ausencia de ese libro nos llevaría a los dos a un precipicio y después a la nada.

Autor: admin 16 abril 2008

Kristina Solum / Lino González Veiguela

En el pasado 2007, se publicaron en nuestro país cuatro novelas de cuatro de los más importantes escritores contemporáneos noruegos: Kjartan Flløgstad, Per Petterson, Dag Solstad y Lars Saabye Christensen. Nos hemos reunido con ellos en Oslo para conocer un poco más sobre su literatura y sobre la literatura del pequeño país nórdico.

Autor: admin 8 abril 2008

La narradora argentina Ana María Shua es una de las más reconocidas autoras de microrrelatos en castellano. Entre sus libros destancan La sueñera (1984), Casa de geishas (1992), Botánica del caos (2000) y Temporada de fantasmas (2004). Sus piezas están recogidas en algunas de las más importantes antologías dedicadas al género, como la de David Lagmanovich, La otra mirada. Antología del microrrelato hispánico (Menoscuarto, Palencia, 2005), y Laura Pollastri, El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino contemporáneo (Menoscuarto, Palencia, 2007). También ha cultivado la novela y la literatura infantil.

Autor: admin 7 abril 2008

Toni Montesinos

A Germán Gullón

En pleno noviembre, de visita en Amsterdam, el frío no resulta demasiado penetrante pese a que la temperatura es bastante baja; el viento parece un aliado del paseo, la constatación del otoño marronverdoso, y es la llovizna la protagonista absoluta de un cielo, gran nube gris, que duerme sin estallar, lagrimeando muy digna y persistentemente. Esa llovizna, los edificios de pocos pisos, los puentes sobre los canales, la grisura: Amsterdam, hermana gemela de Dublín, comparte todo con esta en la distancia, y si uno por fin reuniera cobardía para tirarse al agua y desaparecer en el fondo, acabaría resucitando en el río Liffey, y allí en Irlanda volvería a encontrarse con esta misma lluvia, con el aire gris, con la monotonía de vivir en un pueblo cosmopolita.

Autor: admin 22 enero 2008

Xuan Bello: La hestoria tapecida

Ámbitu, Uviéu, 2007

Xuan Bello es un autor que tiene ese no sé qué que hace falta para que la palabra escrita llegue sin salvoconductos ni pasos de frontera, directamente, al corazón del lector, casi casi sin parar a hacer noche en el cerebro. Todo buen escritor es en alguna medida un fingidor, un contador de mentiras que encierran su verdad y la de todos aquellos que lo leen raptados por ese proceso de identificación que les lleva a comprender que lo que se están echando a los ojos no tiene fecha de caducidad, que esas palabras, esos paisajes o esos personajes no son de los que se olvidan mañana o el año que viene o dentro de diez años, sino de los que se diluyen en la piel para pasar a formar parte de uno mismo. Dos libros —Al dios del lugar, además, por partida doble, pues salió primero en castellano y muy poco tiempo después en asturiano— dan fe del estado de gracia en que se encuentra la pluma del autor de Paniceiros. Dan fe de eso y también de que nos encontramos ante uno de los mayores y mejores encantadores de serpientes que ha dado el panorama literario nacional. Como para muestra basta un botón, ahí va un párrafo que les hará cimbrear un poco:

Autor: admin 20 enero 2008

Raúl Carlos Maícas: La marea del tiempo

Candaya, 2007

Hace nueve años, el escritor Raúl Carlos Maícas publicó Días sin huella, un interesante volumen de prosas misceláneas que merecieron el elogio de la crítica más solvente. Los lectores de la revista aragonesa Turia pudieron disponer así de las notas que el periodista turolense había dado a conocer regularmente en las páginas de dicha revista, entre 1993 y 1997. Nueve años después, la recién estrenada editorial Candaya acaba de editar La marea del tiempo, un segundo volumen de prosas solitarias que reclaman nuevamente la atención del lector. En este caso, el volumen recoge las notas que el codirector de Turia fue publicado con anterioridad en las páginas de tan meritoria revista, entre 1998 y 2001. El hecho de que estos prosas críticas y volanderas hayan aparecido antes en una publicación periódica, lejos de ser insignificante, nos aclara algo respecto al género específico al que ambos libros pretenden acogerse, es decir, el género testimonial, y en concreto, el diario público o literario.