Autor: admin 5 julio 2009

Santiago Beruete

«Chamfort sintió de modo angustioso que la búsqueda del éxito envilece la naturaleza humana. Había conocido a casi todos los hombres famosos de su tiempo, los había visto infelices y se preguntaba el porqué. No tenía dudas. Se habían vuelto infelices a causa de su pasión por ser célebres y los había visto morir tras haber degradado su carácter y su vida moral».

Giovanni Macchia

Cómo salir del anonimato

En España no hay buenas novelas en los cajones. Laura Góngora se complacía en repetir esa frase cada vez que alguien se lamentaba de las dificultades que encuentran los nuevos autores para publicar. Si alguien podía hacer esa declaración, era precisamente ella, que tenía su mesa de despacho sepultada bajo una montaña de libros inéditos. Como una prestigiosa agente literaria que era, no pasaba un día sin recibir por correo el manuscrito de algún desconocido que anhelaba salir del anonimato. Unos originales se hacinaban encima de los otros esperando en vano que Laura Góngora se dignase hojearlos. Hay que decir en su descargo que, ni dedicando a esa tarea todas las horas del día, hubiera podido dar lectura a ese ingente caudal de narraciones.

Autor: admin 4 enero 2009

Santiago Beruete

ERATO, INSULA POETARIUM

… pero cuando el Estado toma a su cargo a los artistas, 
triunfa el mal gusto.

(Ernst Jünger)

Se ha escrito que los poetas son pésimos gobernantes. Tal vez como reacción a esta tesis, citada con frecuencia desde los tiempos de Platón, surgió entre los pensadores utópicos del Renacimiento la idea de que una república gobernada por poetas no solo sería más armoniosa sino también más justa. Siguiendo las enseñanzas de esta nueva filosofía, una caterva de versificadores y coplistas, capitaneados por Mario Aleixandre, protagonizó el primer y único intento que recuerda la historia de fundar una república de las letras. Esta ciudad, bautizada en honor de la musa de la poesía con el nombre de Erato, ocupaba una de las islas del lago Trasimeno.

Autor: admin 2 enero 2008

Santiago Beruete

ARTE DE TITULAR

Dios os libre, lectores, de chocar con un literato, con un genuino y estricto literato, con un profesional de las letras, con un ebanista de prosa barnizada. Sería una de las mayores desgracias que pueda sobreveniros.

(Miguel de Unamuno)

De todos es sabida la importancia que un buen título tiene en el posterior éxito de un libro. Hay quien dijo que las palabras escogidas para dar a conocer una obra auguran su porvenir. Tanto es así, que novelas malas de solemnidad han cosechado laureles merced a la sugestiva originalidad de sus títulos. Y no es menos cierto lo contrario. La historia está llena de obras maestras que han caído inmerecidamente en el olvido debido a una designación poco afortunada. Puede que, de no ser por el sortilegio de su título, creaciones tan emblemáticas de nuestras letras como La vida es sueño, Luces de bohemia o Cien años de soledad jamás hubieran alcanzado el reconocimiento que se merecen.

Autor: admin 4 marzo 2007

Santiago Beruete

Quinientas palabras y un final

Todo el que haya conocido el placer de recibir cartas íntimas, esperarlas y contestarlas, sabrá que esa emoción nunca queda plasmada en el texto mismo de lo escrito.

(Carmen Martín Gaite)

La carta había sido puesta en el correo el martes, pero no llegó a su destinataria hasta pasados dos días del accidente. Todavía velaban el cadáver cuando el cartero llamó al portero automático. Dada la situación, nada tiene de extraño que ninguno de los miembros de esa desconsolada familia se tomase la molestia de recoger la correspondencia. No fue hasta volver del entierro cuando, obedeciendo a una vieja rutina, la viuda abrió el buzón y extrajo la carta.

Le bastó una ojeada a la letra con que venía escrita la dirección para darse cuenta que el autor de esa misiva era su difunto marido, quien acostumbraba a escribirle unas letras cada vez que, por razón de su trabajo, debía ausentarse del domicilio familiar. Tan solo pensar en ello, sintió una punzada en el corazón y, acto seguido, sus ojos se llenaron de lágrimas. Se recompuso como pudo y, guardando el sobre en el bolsillo del abrigo, subió acompañada de sus hijos al piso. Nada más abrir la puerta de la vivienda, fue a encerrarse en la, hasta hace cuarenta y pocas horas, alcoba matrimonial.