Autor: admin 1 enero 2009

Julio José Ordovás

¿Quién no ha soñado alguna vez con alquilar un Gran Tiburón Rojo y atravesar de este a oeste y de norte a sur la América sideral? Un Gran Tiburón Rojo es un inmenso Chevrolet descapotable como aquel en el que se embarcó un desquiciado y suicida Hunter S. Thompson rumbo a Las Vegas, después de meter en el maletero un arsenal psicotrópico capaz de tumbar a una manada de elefantes. Y la América sideral es aquella que le producía a Baudrillard el efecto de una auténtica ascesis: un paisaje a escala inhumana, un gigantesco holograma próximo a la ilusión óptica, un sueño tridimensional en el que, efectivamente, se puede entrar como en un sueño.

Autor: admin 25 septiembre 2008

Julio José Ordovás: Nomeolvides

Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2008

Julio José Ordovás (Zaragoza, 1976), bien conocido por los lectores de estas páginas, es un autor joven con una amplia trayectoria periodística a la espalda y una envidiable proyección dentro del género. Se maneja con soltura en la entrevista, el artículo viajero, el relato, el artículo de opinión, la crítica literaria… Vamos, que su agudizada ambición creativa apunta hacia el mejor escritor profesional, el que se desangra con el todo al día de los periódicos y va dejando allí lo mejor de sí mismo, como Pla, como Azorín, como Camba, como tantos otros. Desde que en 2004 publicó su primer libro, el todavía algo inmaduro diario Días sin día, Ordovás es un autor que no ha parado de crecer y multiplicarse, de aumentar y dispersar sus inquietudes. Va hacia arriba. Y como el camino se muestra andando, él hace a sus lectores partícipes de ese proceso de maduración con cada nuevo libro que publica.

Autor: admin 22 noviembre 2007

Julio José Ordovás: Papel usado

Eclipsados, Zaragoza, 2007

Desde hace años los lectores de Clarín, Turia, el Heraldo de Aragón o el suplemento literario de ABC sabíamos que Julio José Ordovás es un extraordinario lector, un estupendo crítico y un muy buen escritor de reseñas. Faltaba su libro, y en 2004 nos llegó Días sin día (Xordica), un diario que confirmaba que ha nacido para leer y escribir. Un año después apareció Frente al cierzo (Institución Fernando el Católico / Ibercaja), un curioso libro de paseos por «once ciudades aragonesas» (según avisaba el subtítulo), y, mientras seguimos esperando esas novelas con las que tanto pelea, aparece ahora su tercer libro, una reunión de sus artículos en el Heraldo, bien editados por la prometedora y entregada editorial zaragozana Eclipsados.

Autor: admin 8 septiembre 2007

Julio José Ordovás

Sentado en la terraza del Zurich, en una esquina de la barcelonesa plaza de Catalunya, Joan de Sagarra es inconfundible. Encima de la mesa tiene la prensa (el Corriere, La Vanguardia y Le Monde), un vaso de whisky y un cenicero en el que ha dejado el puro al tenderme la mano cuando me he presentado. Propone que vayamos al Ateneo. Estupendo. Apura de un trago el whisky, coge el puro y el bastón y me invita a seguirle. Bajamos por la Rambla, atestada de guiris y de paseantes ociosos (es domingo). Mientras caminamos, me va explicando el paisaje urbano y el humano (no recuerdo cómo me ha dicho que se llamaba el freak vestido de futbolista que hacía cabriolas con una pelota y que por lo que me ha contado es toda una atracción local). Torcemos al llegar a la calle Canuda. Entramos en el Ateneo y atravesamos su sombría solemnidad en dirección al jardín, donde nos sentamos al sol. El camarero no tarda en llegar con una botella de Jameson y un vaso con hielo. Le pregunto si aquí se puede fumar. Sagarra me dice que afuera, en el jardín, sí se puede fumar, pero adentro no, aunque él fuma donde le da la gana.

—¿Viene de antiguo tu afición por el whisky irlandés?

—Yo cuando escribía las rumbas en el Tele/Express bebía Johnnie Walker. Luego me pasé al Rhum Saint James, que es un ron de la Martinica muy bueno con el que se emborrachaba el almirantazgo británico. Y ahora, desde ­hace un tiempo, los whiskys irlandeses. Jameson, que es el más fácil de encontrar. Y el Padyy, que es fuerte y barato, lo tomo cuando voy a ver los partidos de rugby. Me cae muy bien Irlanda, y además me he aficionado a esto.

Autor: admin 16 mayo 2007

Julio José Ordovás

Antes que ornitólogo, Francisco Ferrer Lerín fue poeta, jugador de póquer, traductor, pionero del ecologismo y espía. Insaciable lector de diccionarios y enciclopedias, Ferrer Lerín es dueño también de un afilado y desconcertante sentido del humor. Este hombre, que llegó a Jaca en 1968 y que allí vive y escribe bajo las agradecidas miradas de los buitres y cuervos por cuya conservación tanto ha hecho, es, por carácter y por destino, una perfecta rara avis.

Cuando lo llamé por teléfono para concertar la entrevista me sorprendió que me preguntara por mi primer apellido: “Oye, ¿tú sabes que tu apellido es de origen templario?”. Por eso no me sorprendió, o no me sorprendió tanto, que al entrar en el salón de su casa me preguntara que si estaría interesado en comprarle la antigua mesa granadina, de madera repujada, que allí tiene.“Una ganga, oye. Si la quieres es tuya”.

Autor: admin 7 enero 2007

Julio José Ordovás

Hemos quedado en la puerta de La Pedrera. Rodrigo Fresán llega puntual, con un libro gordo bajo el brazo. Ese libro, debería haberlo adivinado, es la nueva novela de Thomas Pynchon, Against the Day, que tardará aún una semana en salir a la venta en los EE. UU. (no solo parece que Rodrigo Fresán haya leído todos los libros, sino que además los ha leído antes que nadie).

Rodrigo Fresán es feliz como solo puede serlo un hombre que acaba de tener su primer hijo. Pero hay otro motivo que hace que Fresán esté radiante de felicidad en esta casi primaveral mañana de otoño: ha salido un nuevo disco de The Beatles, un disco disparatado y divertidísimo y extremadamente alucinógeno: Love.

Autor: admin 22 noviembre 2006

Julio José Ordovás

¿Qué escribo?

Estoy sentado a los pies de la catedral de Friburgo. Son las 18.20 h. de una muy agradable tarde de septiembre. Suenan las campanas de la catedral. Deben de tocar a misa, sí, porque cuando enmudecen, a los pocos minutos, empieza a sonar el órgano, señal de que ya ha comenzado la ceremonia. Qué fúnebre solemnidad la del órgano. Latín y cirios.

Mañana a estas horas estaré volando de vuelta a España. Volar, volver, volver volando, volar volviendo: el aburrido estribillo de siempre. No quisiera abandonar la ciudad alemana sin antes escribir algo sobre ella. Pero ¿qué escribo? ¿Que Friburgo viene a ser algo así como un Oviedo germano o como un San Sebastián sin mar? ¿Escribo sobre sus pequeños canales y sus enormes cuervos y sus numerosas joyerías y sus incontables bicicletas? ¿Escribo sobre la placidez en la que parecen transcurrir las vidas de sus habitantes? ¿Escribo sobre la Selva Negra, sobre el cerco majestuoso que la envuelve y aísla y protege? No, no es eso lo que quiero escribir sobre Friburgo. Entonces, ¿qué quiero escribir?

Autor: admin 10 enero 2006

Julio José Ordovás

1.

Noches en las que todos los semáforos están en blanco.

2.

En un callejón sin nombre de una ciudad inventada. Un hombre mata a otro hombre, a puñaladas. Desde detrás de un cubo de basura, contempla un gato la escena. Yo soy el gato. Yo soy el único testigo del crimen. Un gato afantasmado. Y cobarde.