Autor: admin 25 septiembre 2008

Felipe Benítez Reyes

Ángel González era un melancólico vitalista, un desengañado con ilusiones, un desilusionado sin remedio que no se había desterrado por voluntad propia ni del presente ni del futuro, un ilusionado sin causa, un irónico con un sentido trágico de la existencia o acaso un trágico con un sentido irónico de la vida, porque es posible que, en este caso, el orden de los factores implique un matiz relevante.

Autor: admin 6 enero 2008

Xuan Bello

Hace tres años, con motivo de su 80 cumpleaños, la revista Clarín me propuso hacerle una entrevista a Ángel González. Se la hice, en la cafetería del Hotel El Magistral, pero nunca llegué a transcribir las palabras del poeta, que hoy me sonarían si cabe más llenas de sentido y emoción, y la cinta magnetofónica, con dos horas largas de charla, se me quedó en el cajón de los proyectos como tantas cosas importantes que algún día, si el azar y la necesidad tejen su red, me vería en el punto de hacerlas; me había propuesto, en la mañana del entierro civil de Ángel González, transcribir la entrevista y comprobar esa cercana reserva que tenía su voz: me parecía la mejor forma de homenaje a un poeta que, a pesar de todas las apariencias, no ha muerto. Ha muerto el amigo, el compañero de farra, el devoto amante, el sutil merodeador de la realidad que era Ángel González: el poeta, ya les digo, sigue vivo. Las cenizas que esparcieron sus cómplices más cercanos son las cenizas del amigo, no las de quien supo decir el áspero mundo en solución de armonía. Basta con que abran sus libros, amigos lectores, para que las palabras respiren, para que un tiempo distinto a este cobre vida en sus vidas. Me había propuesto, ya digo, quedarme en casa, aplicado en el licor del ayer, que sabe a memoria y amistad, dándole forma a aquella conversación que, recuerdo, comenzó en las luces de Rubén Darío, tan coruscantes, y acabó en el mismo antes de ayer de la poesía, que casi es hoy y es aún todavía; pero al final, ya se sabe, a uno le puede el momento, la fatiga del momento: ¿me perdonaría acaso no estar donde debería estar, diciéndole adiós a quien, sin exageración ni imprecisión ninguna, puedo llamar grande?

Autor: admin 28 noviembre 2006

Emilio Alarcos Llorach: Mester de poesía
Visor, Madrid, 2006

Los lectores interesados en el estudio del lenguaje conocen a buen seguro las numerosas aportaciones de Emilio Alarcos a la diversidad babilónica de las doctrinas lingüísticas. Sus estudios gramaticales culminaron hace poco más de diez años con una sucinta Gramática de la Lengua Española (1994), que ha conseguido una extraordinaria acogida entre el público general. No menos conocidos son sus abundantes estudios de crítica literaria, entre los que sobresalen La poesía de Blas de Otero (1955) y Ángel González, poeta (1969), ejemplares por muchos motivos, y en particular, por las agudas reflexiones sobre la lengua poética. Al hilo de estos estudios críticos, y por necesidades del guión, Emilio Alarcos fue elaborando una poética implícita, expuesta parcialmente en otros trabajos de carácter teórico, como los titulados “Fonología expresiva y poesía”, “Secuencia sintáctica y secuencia rítmica”, “Poesía y estratos de la lengua”, que alguno de sus numerosos discípulos haría bien en exponer de manera ordenada.