Autor: admin 25 septiembre 2008

Javier Vásconez

Imaginemos un mundo sin animales ni plantas ni árboles ni ríos ni lagos ni mares ni volcanes, solo nos quedaría la posibilidad del horror, de la desolación, del desamparo, del desconcierto. ¿Cómo podríamos vivir en un mundo de tal naturaleza, mejor dicho, sin una naturaleza que nos sostenga? ¿Cómo pensar, soñar, delirar, amar e incluso escribir en un mundo en el que la naturaleza (gestación de la vida y anuncio de la muerte) esté ausente? ¿Cómo imaginar, por otro lado, la posibilidad de hacer literatura sin la movilidad, precisión y belleza de las palabras? Al parecer la una se alimenta de la otra. Desde una visión convencional a un escritor se lo considera un estorbo y al mismo tiempo un creador. No soy sociólogo. Soy un escritor. Por lo tanto, vivo seducido, deslumbrado por el poder de las palabras, vivo en consonancia con ellas y para ellas. Invento personajes, ciudades, situaciones específicas sostenidas en el marco de las palabras. Supongo que mi deber como escritor es limpiarlas de la contaminación, de la hojarasca provocada por el mal uso que se hace de ellas en los diarios, en el habla de todos los días, en los libros, de este modo un escritor se convierte inevitablemente en el jardinero del lenguaje.

Autor: admin 1 mayo 2007

Luis Landero: Hoy, Júpiter
Tusquets, Barcelona, 2007

Lo primero que debe hacer el buen lector de las novelas de Landero es quitarle el sostén al libro. Porque conociendo al autor hay que reprochar a su editorial el intento —legítimo por otra parte— de convertirlo en “escritor-estrella” muy a pesar del desinteresado, o sea, el propio Landero. Lee uno así en el sostén o en la faja promocional del libro, según prefieran ustedes, lo siguiente: “Después de cinco años Hoy, Júpiter de Luis Landero: la novela que todos estábamos esperando”. Primero: a las cosas importantes, como ya dijo el maestro Unamuno, no se las espera, se las aguarda, y las novelas de Landero son importantes y suelen tener carácter de acontecimiento literario. Segundo: desde luego que todos estábamos esperando su nueva novela, y es de suponer que hasta el propio autor; pero los lectores de Landero se han contagiado de esa indolencia templada, de tardanza contemplativa con que el autor se toma el oficio de ser escritor y la concepción misma de la literatura. Nadie peor que Landero para caer en las zozobras del marketing, en los espantajos de los plazos de entrega. Por eso sobra el sostén de la novela. ¡Pues claro que estábamos esperando —aguardando por mejor decir— su libro! Pero no habría pasado nada si la tardanza se hubiera convertido en vigilia de la vigilia de la vigilia…

Autor: admin 10 marzo 2007

Carlos Labbé J.

I

Recuerdo particularmente un viaje a Algarrobo con mi mujer y mi hija, hace algunos años. Era enero y hacía calor. Llegamos un viernes por la tarde, dejamos nuestras cosas en la casa y corrimos a bañarnos. Ellas se metieron de inmediato al mar. Yo, por mi parte, me tendí sobre la toalla, boca abajo, y me dormí. Estaba cansado. Me había pasado las últimas cuarenta y ocho horas frente al computador intentando redactar un artículo que me ­había pedido el suplemento de cultura de un diario. Tenía que hablar de Nathaniel Hawthorne, de cuyo nacimiento o muerte, no me acuerdo, se celebraba un aniversario importante. Mi mujer había leído hacía poco un temible cuento de Hawthorne, titulado Ethan Brand, capítulo de una novela interrumpida. Según ella, yo debía proclamar que el escritor puritano era uno de los abuelos de la obsesión de la narrativa actual, amparado en la frase con que concluía el relato: “los restos de Ethan Brand se 
deshicieron en muchos fragmentos”. Aunque era evidente que mi mujer se estaba riendo de mí, no me pareció un mal punto de partida para el artículo. Investigué un poco y descubrí que el cuento mencionado estaba incluido en el volumen The snow image. El nombre del libro me pareció fascinante. Sin embargo, me empeñé en escribir lamentaciones sobre el hecho de que la sugerente frase de Hawthorne se hubo transformado en un lugar común de la tecnología. Al cabo de múltiples borradores, me di por vencido: no podía poner en palabras por qué me parecía trágico que la maravilla de esa snow image ahora fuera una manera de nombrar un defecto en las pantallas de la televisión. Así que salí a la calle, a tomar aire. En el momento de pararme en la esquina, esperando la luz verde, vi a mi mujer a lo lejos, en la otra cuadra. Estaba de espaldas a mí. Por un segundo noté que alguien la tenía abrazada y que su cara se unía a la de otra persona en un beso. Luego enfoqué la mirada y me di cuenta de que ella estaba de pie frente a la vitrina de una tienda de ropa. Enfrente de ella estaba solo su propio reflejo en el vidrio. Cuando nos encontramos, me preguntó cómo iba aquello de la hipérbole y me besó en la mejilla. Esa misma tarde partimos a la playa.

Autor: admin 24 enero 2006

Benjamín Prado: Mala gente que camina
Alfaguara, Madrid, 2006

No creo que haya que darle muchas vueltas a la cuestión para concluir que Mala gente que camina, la hasta ahora última novela publicada de Benjamín Prado, es, por muchas razones, una obra notable. Así lo sugiere su asunto de fondo —el robo de los hijos de presas republicanas por las autoridades franquistas en la inmediata posguerra para entregarlos a familias afectas al régimen—, pero no en menor medida la manera en que se aborda ese sombrío tema mediante las indagaciones casi detectivescas de un profesor de literatura de un instituto que, si en principio sólo busca investigar en torno a Carmen Laforet para pronunciar una conferencia en Estados Unidos, resultará favorecido por el azar, encarnado en la madre de un alumno, que le traerá la posibilidad de acercarse a la interesantísima figura —quizás sobre todo por ficticia— de Dolores Serma, militante de la Sección Femenina, colaboradora de Mercedes Sanz Bachiller en las labores del Auxilio Social, pero también, y sorprendentemente, autora de Óxido, una olvidada novela de alcance simbólico que parece denunciar las humillaciones sufridas por esos niños y madres derrotados no sólo en la contienda civil sino en la vida. Desde aquí, el intento de revelar las claves que ayuden a entender esta contradicción perfilará los trazos más generales de un relato cuyo desenlace se intuye, acaso, más de lo que debiera y es posible que demasiado pronto.