Benjamín Prado: Mala gente que camina
Alfaguara, Madrid, 2006
No creo que haya que darle muchas vueltas a la cuestión para concluir que Mala gente que camina, la hasta ahora última novela publicada de Benjamín Prado, es, por muchas razones, una obra notable. Así lo sugiere su asunto de fondo —el robo de los hijos de presas republicanas por las autoridades franquistas en la inmediata posguerra para entregarlos a familias afectas al régimen—, pero no en menor medida la manera en que se aborda ese sombrío tema mediante las indagaciones casi detectivescas de un profesor de literatura de un instituto que, si en principio sólo busca investigar en torno a Carmen Laforet para pronunciar una conferencia en Estados Unidos, resultará favorecido por el azar, encarnado en la madre de un alumno, que le traerá la posibilidad de acercarse a la interesantísima figura —quizás sobre todo por ficticia— de Dolores Serma, militante de la Sección Femenina, colaboradora de Mercedes Sanz Bachiller en las labores del Auxilio Social, pero también, y sorprendentemente, autora de Óxido, una olvidada novela de alcance simbólico que parece denunciar las humillaciones sufridas por esos niños y madres derrotados no sólo en la contienda civil sino en la vida. Desde aquí, el intento de revelar las claves que ayuden a entender esta contradicción perfilará los trazos más generales de un relato cuyo desenlace se intuye, acaso, más de lo que debiera y es posible que demasiado pronto.