Autor: admin 18 julio 2008

Ernestina de Champourcin: Poesía esencial. Introducción y selección de Jaime Siles
Fundación Banco Santander, Madrid, 2008

Siempre que se habla de Ernestina de Champourcin se empieza por el mismo tópico, por el ya fatigado latiguillo de «poeta injustamente preterido», tan de general y manirrota aplicación en nuestros días. En el caso de Ernestina, unos creen que por ser mujer, entre tanto santo varón del 27. Otros, que por sus creencias religiosas. Otros, en fin, que a causa de su dilatado exilio en tierras mexicanas. Se podría hacer el chiste de que era su apellido francés, difícil de pronunciar para los españoles, o que no se sabe muy bien si pronunciar a lo castellano o a lo francés, lo que la marginaba de la popularidad, pero no, la verdad es que si a la Champourcin no se la lee más es simplemente porque en este país se lee muy poco, y a muy pocos. Y luego, claro, por la propia naturaleza de su poesía, callada e intimista, discreta y poco dada a exhibicionismos o alharacas. Y esto que se dice de su poesía puede igualmente afirmarse de su vida, de su personalidad. Fue una mujer moderna, republicana, feminista (sea eso lo que sea), que vivió la guerra y el exilio, pero siempre al amor del maestro, Juan Ramón, y del marido, Juan José Domenchina, poeta y secretario de Manuel Azaña. Al revés que a otros, su toma de partido no le impidió ver la realidad tal cual era, y frente a tanto idealismo interesado o ciego, sin renunciar a su lealtad republicana supo dar un testimonio menos épico pero más realista: «El pueblo armado era como un niño con la escopeta cargada. Las más bajas pasiones eran capaces de todo», escribió recordando los convulsos primeros meses de la guerra civil.

Autor: admin 16 julio 2008

Óscar Hahn: Poemas de la era nuclear
Bartleby Editores, Madrid, 2008

Poemas de la era nuclear es el título que Óscar Hahn da a una antología que recoge poemas escritos entre 1961 y 2008, inéditos en buena parte. Cinco son las partes o secciones de este conjunto, pero el mencinado título general, tan alarmista, tan llamativo, parece aludir sobre todo a los textos iniciales, los más numerosos y, desde luego, los más impactantes o apocalípticos. Una cita, en efecto, del Apocalipsis de San Juan encabeza, con cierto sentido esotérico, las seis (666) primeras composiciones: «Y salió otro caballo, rojo…»

Autor: admin 17 enero 2008

Francisco Álvarez Velasco: Las aguas silenciosas

Trea, Gijón, 2007

En El viejísimo jugo de la tierra, 1988, uno de los libros más intensos y que mejor nos presenta y define el oficio de poeta, se presiente, en la mayoría de los poemas, una contención emocional y, lo que es más importante, una contención de la palabra. Los años, la vida, la profesión y, posiblemente, la reflexión, le han enseñado al poeta el uso preciso y delicado de la palabra. En Noche, la poesía se concentra más, se va despojando, a la manera de Juan Ramón, de lo accesorio y se nos va presentando cada vez más desnuda, casi pura. Se adelgaza y se llena de música, de baladas, de recuerdos de la infancia y de esa «conciencia dolorosa del fluir temporal». Hay en esta última poesía de Álvarez Velasco un rumoroso silencio coral y sinfónico, un ensayo primero al silencio total de la muerte.

Autor: admin 17 enero 2008

Arturo Serrano Plaja: Descansar en la frontera. Poesía en el exilio (1939-1970)

Ediciós do Castro,La Coruña, 2007

El caso de Arturo Serrano Plaja (San Lorenzo de El Escorial, 1909-Santa Bárbara, California, 1979) es el de un poeta que consiguió una proeza que son dos. Durante la guerra civil publicó el mejor poema marxista de la literatura española, El hombre y el trabajo (1938) y, años después, en 1965, con La mano de Dios pasa por este perro, el poema cristiano menos empalagoso de una época y de un país en que la poesía religiosa estaba tan confitada de almíbares, por no decirque de agua bendita y olores a alcanfor de sacristía.

Autor: admin 13 enero 2008

Gottfied Benn: Obras completas (3 vols.)

Calima, Madrid, 2007

Como autor, Benn (Mansfeld 1886-Berlín 1956) es deudor de ese tiempo trágico e inmisericorde de la guerra (sea ella cual fuere; la guerra es la definición de la contracultura por antonomasia). Tal circunstancia le supuso el ser adscrito por algunos, bajo dudoso fundamento —y la polémica continúa— a un bando interesado. No obstante, y casos solemnes hay que corroboran la inconveniencia de extender los juicios acerca de un escritor más allá del estricto contenido de su obra, considero que debemos contemplar su aportación, ética y estética, a través del prisma de la literatura. Él mismo se hizo eco, en una entrevista, del mal que la trágica contienda engendra en el hombre: «¿Qué es eso que vemos más allá de la tierra? Observemos un momento los últimos cien años, el siglo de Nietzsche, los laboratorios y las cárceles entre Liberia y Marruecos; así se presenta desde Dostoievski hasta Celine el espíritu en una posición de pura desesperación, sus gritos son más terribles, más atormentados y penosos que los gritos de un condenado a muerte. Son de tipo moral…».

Autor: admin 24 noviembre 2007

José Luis Piquero: Abrigo Azul y otros poemas

La voluntad de no engañarse, la voluntad de no engañar caracteriza a la poesía de José Luis Piquero. Una poesía que sabe usar el lenguaje de todos los días de otra manera y contemplar las cosas cotidianas de manera distina, iluminar el mundo con una luz no usada.

De las relaciones sentimentales y de las relaciones familiares hablan estos versos. Nada nuevo. ¿Por qué, sin embargo, nos suena todo como si lo oyéramos por primera vez? Porque el poeta, que es un analista de los sentimientos, un investigador de la vida, no se deja engañar por ninguno de los consoladores tópicos con que nos ayudamos a sobrevivir.

Autor: admin 23 noviembre 2007

José Carlos Llop: La avenida de la luz

Lumen, Barcelona, 2007

La avenida de la luz, tras el no muy lejano La dádiva, es el nuevo libro de poemas de José Carlos Llop. Y ya en su primera composición, «Diciembre», nos ofrece alguna de las claves, o mejor procedimientos, de su poética: esa rápida enumeración cuya eficacia reside en la connotación de la palabra desnuda y cuidadosamente elegida (técnica que empleó magistralmente Borges, y muy diferente, por ejemplo, a la enumeración caótica de Neruda); esa forma insistente «de pensar en imágenes»; el biografismo; la sentimentalidad que envuelve el poema como una atmósfera ligera; el ajuste de cuentas, benévolo más que cruel, a veces irónico, con que se mira, inventariando, hacia el pasado… «Gomila Square» llama la atención por una curiosa proyección, o juego de desdoblamiento, que tampoco, en el contexto del autor, es imprevisible: «No es cosa rara verse sin ser / el que ves. No es visión de poeta, / sino algo que está en la esencia del ser». Tiene que ver también el poema con la peculiar mitología privada (¿generacional?) de Llop: fascinación por un dandismo con el signo de lo anticuado; la imaginería que proviene del cine de género, en blanco y negro preferentemente; ambientes urbanos entre la sordidez y el hedonismo; el halo romántico de ciertos nombres exóticos (Saigón); el decadentismo («Dicen que cuando acaba una civilización / la gente se entrega a la orgía / como forma de olvido y disolución del yo»); la nostalgia que es, en el fondo, una invención del pasado; la confrontación elegíaca de dos tiempos distintos que son asimismo dos rostros y dos ciudades distintas; la fe, a pesar de todo, en la palabra, en una función, no sé si absurda o mágica, de la poesía. «Entre Oriente y Occidente» rinde tributo a esa moda (o quizás algo más, dada su persistencia) del cultivo del haiku en la poesía española. De las cuatro composiciones una de ellas está escrita en catalán y solo la última, «Lunas», conjuga armónicamente dos aspectos del haiku tradicional: lo cíclico y lo sentimental que, en este caso, guarda una estrecha correlación simbólica con lo primero. Lunas, en fin, a cuyo doble influjo se someten tanto la naturaleza como los sentimientos: hielo a punto de romper en llanto. Un poema como «Aniversario» se inicia, a modo de monólogo interior (no dramático) con la primera persona del singular para pasar inmediatamente a la segunda persona. Me parece más un descuido que atañe a la coherencia textual que un recurso orientado hacia un efecto distanciador, a la expresión de ese extrañamiento con que se manejan las nociones de tiempo, especialmente pasado y futuro. Llamativas son asimismo algunas amplificaciones o redundancias relacionadas con metáforas a las que el uso, el tópico, ha lexicalizado: «Y el presente es agua entre las manos: / se escapa demasiado rápido». «El paseo de Fragonard» sí utiliza esa técnica, tan recurrente en la poesía moderna (Eliot, Cernuda) del correlato objetivo. Nada que ver en cualquier caso con aquella pedantería irritante (culturalismo, decían) a la que nos acostumbraron algunos Novísimos. El poema (casi no importa el nombre del personaje que le presta voz) tiene la frescura de aquello que se relaciona con la vida, con algunas imágenes vivas del pasado, y también, por añadidura, con la humedad telúrica y la omnipresencia ¿simbólica? del agua. Por otra parte, si es convencional el marco que sirve al tema (el locus amoenus, el idilio que sí conecta con la pintura de Fragonard), no lo es tanto esa perspectiva que podríamos llamar erotismo de la memoria, o erotismo de viejo: «Supe de su trémula densidad, / de la fruta ofrecida, de lo oculto / desvelado. Y temblé / cuando ella comenzó a orinar».

Autor: admin 18 noviembre 2007

El arte de la pobreza. Diez poetas portugueses contemporáneos. Edición y traducción de José Ángel Cilleruelo

Maremoto, Málaga, 2007

Cualquier criterio es lícito en el desbroce poético, siempre y cuando se explicite convenientemente y no se traicione ni falsee. En demasiadas ocasiones las ansias visionarias transforman las antologías en catres de Procusto, dejando fuera lo que no interesa por razones espurias o forzando entradas injustificadas.

En el caso que nos ocupa, desde el principio se nos avisa de que no estamos ante una panorámica, razón por la que se han dejado fuera significativos autores que no responden a la divisa motriz: «Transmitir algunos rasgos singulares y acaso novedosos». Esa pretendida originalidad ha querido encontrarla Cilleruelo en una especie de revivido arte povera a la portuguesa, justificado en la reacción que la nueva promoción de finales del noventa mostró «en contra de […] la “pobreza” expresiva (escasez metafórica, sintaxis diáfana y falta de arrobo en los asuntos)». Con todo, aclara que no se trata solo de una cuestión expresiva, sino sobre todo de «una condición y esencia de la experiencia estética del poeta contemporáneo». Para ello divide los diez autores escogidos en tres generaciones: los representantes de la poesía de finales de los sesenta y los setenta, caracterizados por el culturalismo y las referencias filosóficas; los de los ochenta, representantes del desarraigo generacional, y los de los noventa, quienes indagan en sus mundos personales y enjuician la existencia desde un presente radical, dejando como elemento de transición a los poetas de los noventa a Daniel Faria, por su mayor abstracción e introspección lingüística.

Autor: admin 14 noviembre 2007

José Ángel Cilleruelo: Doménica

La Garúa Libros, Santa Coloma de Gramenet, 2007

José Ángel Cilleruelo (Barcelona, 1960) es un autor que a lo largo de su amplísima trayectoria literaria nos ha demostrado que, quizá como pocos, es capaz de tocar dentro del universo de la literatura muchos palos. Excelente poeta (libros, entre otros muchos, como Maleza, Salobre, Formas débiles, Domicilios o Frágiles bastan para saber que nos encontramos ante un autor importante), traductor especializado en la poesía portuguesa (sobre mi mesa descansa su última entrega El arte de la pobreza. Diez poetas portugueses contemporáneos), crítico, ensayista y narrador. Faceta ésta que es la que hoy nos ocupa y que viene a completar el perfil de un autor interesado por todas las formas de expresión a las que puede acercarse un creador nato.

Autor: admin 20 septiembre 2007

Isidro Hernández: El ciego del alba
Pre-Textos, Valencia, 2007

Este es el tercer libro de Isidro Hernández (Tenerife, 1975), para muchos será el primero. Los dos anteriores, Trasluz (2000) y Árbol blanco (2002) publicados en la selecta colección Asphodel, editada en Tenerife, tan selecta como mal distribuida, ahora solo pueden consultarse rebuscando en algunas bibliotecas. El primero de esos libros es un cuaderno con doce breves trabajos que dibujan una poesía bajo la acogedora sombra de Valente y Sánchez Robayna, exaltada en la aspiración de una metafísica, algo escasa en los medios, trabada de metáforas y seriamente hermética. El segundo libro, Árbol blanco, seguía la misma línea hermética y trascendental, pero había unos pocos versos, liberados del peso de querer ser elevado, que ya prefiguraban al mejor Isidro Hernández. Me alegra poder recordar algunos versos de ese libro: «Llegan de los caminos / para saciar la sed que no puede saciarse / en el filo lanceolado de las hojas / para olvidar el peso / de todo lo que habremos de ignorar / hasta el cansancio». Por primera vez este poeta se nos ofrecía sin la barrera de una retórica excesiva, sin el peso de una estética, y resultaba que ese poeta era memorable.