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Novedades en Crisis de Papel

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  • El humor, la poesía    Jaime García-MáiquezLa humana cosaPrólogo de Luis Alberto de CuencaRenacimiento. Sevilla, 2024. Jaime García-Máiquez es un poeta paradójico: muy de escuela, con claros y reconocidos maestros, y a l …
  • Qué hacer con la poesía   Raquel LanserosEl sol y las otras estrellasVisor. Madrid, 2024. La poesía es imprescindible; la mayoría de los libros de poesía que se publican son perfectamente prescindibles. O dicho con otras pal …

Novedades en Café Arcadia

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  • Los papeles perdidos: El misterio de la Quinta    1MARTINHO DA ARCADA En una esquina se encuentra sentado Fernando Pessoa. Su postura es muy semejante a la del famoso cuadro de Almada Negreiros. Una taza de café sobre la mesa, un cigarrillo en una …
  • Coraje y alegría: El arte de perder  Sábado, 22 de junioLOS NUEVOS MÁRTIRES Hojeo el periódico mientras llegan los amigos con los que he quedado para comer. Cuando llegan, no puedo por menos de comentarles una noticia.             —Di …
Autor: admin 6 julio 2006

Vicente Duque

Ahora vemos por medio de un espejo, en enigma; pero después veremos cara a cara.

(San Pablo)

Alguna vez nos asombrará el que los vivos no nos vean, igual que hoy nos extraña el que no llegue a nosotros ningún destello del mundo de los espíritus. Quizá esas dos realidades se hallan muy próximas la una de la otra, pero tienen una óptica diferente, como la cara opaca y la cara brillante del azogue en un espejo…

(Ernst Jünger)

Una especie particular de la muerte

“Alcanzada la edad bíblica”, los setenta años que el Salmo 90 atribuye al hombre, Ernst Jünger comienza la última parte de sus diarios1, escritos bajo el opuesto signo de la presencia y la ausencia —la vida y la muerte— unidas como el lado cristalino del espejo a su lado azogado.

Quien vivió en el vértigo del siglo y en su juventud jamás abrigó esperanzas de llegar a los treinta años, el mismo que partió voluntario a los campos de batalla de Europa para ser herido en catorce ocasiones, el titular de la Cruz de hierro de Primera Clase, caballero de la Orden de los Hohenzollern y poseedor de la distinción suprema, la Orden “Pour le Mérite”, el pensador a quien Walter Benjamín reprochó en su día haberse convertido en el adalid de un pernicioso misticismo de la guerra, vive, ya anciano, en el viejo tiempo de las parábolas, siguiendo el curso de los ciclos naturales, de las sucesivas floraciones y letargos de la vida vegetal. La siembra de nuevas simientes, la poda de los árboles frutales y la maduración de las plantas de su jardín ocupan un lugar muy importante entre las preocupaciones de un hombre que pasa morosamente el dedo sobre su vida “como sobre el filo de una espada” y cuenta las mellas que han quedado, pero que a la vez sabe permanecer a la escucha de las manifestaciones del Zeitgeist, el Espíritu del Tiempo.

Autor: admin 4 julio 2006

Eugenio Fuentes

I

En el capítulo 116 del Libro primero de El hombre sin atributos, el protagonista, Ulrich, critica el frecuente uso que Arnheim —el hombre con atributos— hace de la palabra alma. Su reproche, impensable en el mundo romántico de un siglo atrás, dice así: “El que personas como Arnheim hablen tanto sobre el alma es una simple frivolidad; no tienen por qué, para eso está la religión”.

Con su magna y ambiciosa novela, Robert Musil pretendía mostrar el final del mundo racionalista, ordenado, jerárquico y fiado en unos valores universales de la Euro­pa anterior a la I Guerra Mundial: la transcripción de cómo las certidumbres europeas se derrumban a partir del derrumbamiento del imperio austrohúngaro. Junto a la muerte de muchos otros conceptos que a partir de aquel momento quedaban confusos, también se incluía la inconveniencia de utilizar esa difusa palabra. La palabra alma —âme, Seele, soul, ànima…— se vacía de contenido porque el discurso ideológico, moral y cósmico que la incluía, como un fragmento más, también se ha vaciado.

Autor: admin 3 julio 2006

Luis García Jambrina

1. los escritores y la ciudad

Como es bien sabido, la ciudad —cualquier ciudad— no es tan sólo un lugar geográfico, un territorio urbano. Es también un espacio literario, un ámbito en el que se funden el mito, la invención y la realidad. No en vano las ciudades las construyen también los escritores, los novelistas, los dramaturgos y, desde luego, los poetas. Son ellos los que las crean, configuran y remodelan, libro tras libro y siglo tras siglo, en el imaginario colectivo de las gentes. Dice la filósofa española María Zambrano que “una ciudad sin escritores queda vaciada de su esencia de ciudad, y aparece como un complejo aglomerado, como algo que puede cambiarse, trasmutarse o desaparecer sin que su vacío se note. Una ciudad sin escritor —añade— es un templo vacío, una plaza sin centro, o quizá con el centro desplazado y puesto al margen, esquinado, para dejar su lugar, todo el lugar, a algo cuyo nombre no está siquiera bien catalogado, algo para lo que, en realidad, no hay palabra”. De hecho, podemos pensar que si los hombres no escribieran no existirían las ciudades. El nacimiento de la ciudad está ligado, de alguna manera, a la invención de la escritura, y su posterior crecimiento y desarrollo es inseparable de la evolución de la épica, que es un género narrativo, y, posteriormente, de la novela. Y, a este respecto, no parece casual que el título del primer gran poema épico griego, la Ilíada de Homero, derive de Ilión, que es otro nombre de la ciudad de Troya, así llamada por Ilo, su fundador legendario.

Autor: admin 2 julio 2006

Pilar Rubio Montaner

El manifesto

Leyó a Caldvell: “Para guardar las apariencias, una o dos veces al año, hay que acudir a una reunión y pasar varias horas en compañía de críticos, autores secundarios y gente que lee libros. Todos ellos hablan una jerga que sólo pueden entender los literatos. Únicamente después de proceder a una purificación de fondo puede uno recobrarse y caminar con la cabeza alta, como un ser humano”.

También él odiaba los homenajes, ese un lugar donde se aplaude a los homenajeadores mientras el protagonista permanece muerto sobre el título de la convocatoria.

Le irritaban los literatos que declaraban en las entrevistas: “Yo he escrito esto y he querido decir aquello”, porque sólo hablaban de su obra en su obra y para su obra, pero jamás se habían desvelado por culpa de un verso.

Autor: admin 1 julio 2006

Sabino Méndez: Hotel Tierra
Anagrama, Barcelona, 2006

Hay quienes utilizan la literatura para evitarse, para no tener que mirarse directamente a los ojos, quizás porque ya no se toleran o porque el único tipo de intimidad que pueden soportar es con las palabras. También hay quienes quieren observarse de cerca, para compartir sus miserias con el lector. En Hotel Tierra, Sabino Méndez es una mezcla de los dos anteriores. Por un lado, invita a participar de sus lecturas con una frialdad y un distanciamiento bastante llamativos, como si a su alrededor hubiese pocas cosas o personas que le interesasen de verdad; y por otro, relata de una manera más humana, con cierta fragilidad, su deterioro físico después de años de adicción a las drogas. Nada de esto tendría especial importancia si no fuese porque estamos ante alguien que formó parte del grupo Loquillo y los Trogloditas, la persona, de hecho, que escribió las letras de algunas canciones que han acabado convertidas en documentos de una época, himnos para varias generaciones. Llama la atención que un testimonio como el suyo, acerca de un tiempo caracterizado por la euforia, la ocurrencia y la ilusión, pueda considerarse cualquier cosa menos eufórico, ocurrente e ilusionado. Él mismo se dibuja como un individuo que al principio se niega a admitir que tenga problemas para relacionarse con los demás, pero que finalmente reconoce su ostracismo vital, su dificultad para cultivar amistades firmes. ¿Para entender? A lo largo del libro se muestra inmune a casi cualquier presencia o emoción. Sus padres son fantasmas que apenas tienen presencia, incluso sus amantes cobran un relieve muy limitado; ni siquiera la mujer con quien acaba casándose ni el hijo que tiene con ella ocupan un lugar de importancia en esta crónica de soledad y lejanía emocional, de frío. Parece que en mitad de los conciertos la cosa no hubiese ido nunca con él, que sólo los libros, las drogas y en estos momentos la política catalana hubieran significado algo en su vida.

Autor: admin 31 enero 2006

Francisco Javier Urkijo: John Frankenheimer
Cátedra, Madrid, 2006

Por desgracia, en ocasiones la crítica (no sólo) de cine gusta de incurrir en el vicio de convertirse en un acomodaticio pozo de tópicos. No es (ni será) la primera vez que, con respecto a tal o cual profesional del medio cinematográfico, se establecen una serie de esquemas de apreciación que, en adelante, se repiten de modo becerril. Eso ocurrió con Clint Eastwood hasta casi finales de los años ochenta, está dejando de acontecer ahora con Sergio Leone y sucede todavía con Ridley Scott, por citar tres casos de esa clase de extraordinarios cineastas donde la crítica tarda en saber ponerse a la altura de sus respectivas filmografías. A esta estirpe de buenos directores que son víctimas de esclerotizados parámetros de apreciación perteneció John Frankenheimer (1930-2002).

Autor: admin 31 enero 2006

Ángeles Egido León: Republicanos en la memoria: Azaña y los suyos
Prólogo de Rafael Torres
Eneida, Madrid, 2006

De un tiempo a esta parte anda la historiografía a vueltas con la “memoria histórica”. De sobra sabemos que la memoria es un instrumento de desconocimiento y automitificación esencialmente individual, pero esto no invalida la aplicación convencional del híbrido —es difícil conciliar la historia con la memoria— como herramienta conceptual que nos permite acercarnos con cierta sensibilidad al conocimiento del pasado más reciente —aquel que alcanza la memoria y, por tanto, aún está vivo— y en algunas ocasiones también bastante olvidado, porque cae de cajón que cuando se reclama “memoria” es porque ha habido olvido.

Autor: admin 31 enero 2006

Blaga Dimitrova: Espacios
La Poesía, señor hidalgo, Barcelona, 2006

Para festejar el día 24 de mayo en la escuela hacíamos coronas de flores para adornar las imágenes de los dos hermanos Cirilo y Metodio que nos dieron el alfabeto y desfilábamos y cantábamos el himno “¡Adelante, pueblo renovado!” que los glorifica. Muchos intelectuales querrían que este día fuera la fiesta nacional más prestigiosa de Bulgaria, el Día de la escritura eslava, de los Santos hermanos patronos de Europa. Para esta fecha una poeta y traductora búlgara ha entretejido su corona de letras cirílicas y latinas, vertiendo al español una selección de poemas de la gran poeta búlgara Blaga Dimitrova (1922–2003). El poemario bilingüe Espacios ha sido publicado por la editorial barcelonesa La poesía, señor hidalgo, que reúne lo mejor de la poesía mundial. La selección ha sido hecha por la propia traductora, Zhivka Báltadzhieva, 130 poemas de la vasta obra poética de Blaga Dimitrova —más de 40 poemarios—. La antóloga ha optado por ofrecer a los lectores “una perspectiva en cierto grado emancipada de la historia y circunstancias en que ha sido creada la obra”, como explica al principio de su traducción. No obstante, los poemas llevan debajo las fechas de su creación o publicación (excepto no más de una media docena) y fácilmente se pueden situar cronológicamente. Pertenecen a los poemarios Tiempo inverso (Обраmно вреmе, 1966), Condenados a amar (Осъдени на любов, 1967), Instantes (Мигове, 1968), Como (Как, 1974), Gong (Гонг, 1976), Mar prohibido (Забранено море, 1976), Espacios (Пространства, 1980), Memoria, poesías escogidas (Памет, избрани сtихове, 1982), Voz (Глас, 1987), Laberinto (Лабиринт, 1987), Más allá del amor (Отвъд любовта, 1987), Al comienzo otra vez (И пак отначало, 1994), Grafías de alas (Крилописи, 1997), Hasta el borde (До ръба, 1999), Tiempos (Времена, 2000), entre otros. Al final del libro traducido aparecen algunos poemas tempranos —del año 1937, y hasta del 1953— con rimas, que pronto desaparecerán de sus poemarios, ya que su voz buscará el verso libre, tan libre como su pensamiento, fuera del coro poético. “Voz presente en las conciencias a lo largo de más de sesenta años; voz que todo lo cuestiona, ella se ha convertido para todo el mundo en Bulgaria en simplemente Blaga. No necesita apellidos. Forma parte de nuestro círculo íntimo, de nuestra vida interior.”, subraya Zhivka Báltadzhieva en su prólogo “El inmortal espíritu humano”. Poeta ella misma, ha enriquecido su prólogo con los frutos de largos años de investigación sobre la poesía de Blaga Dimitrova, así como con su experiencia como profesora de lengua y literatura búlgaras en la Universidad Complutense de Madrid. El interés de sus estudiantes por los versos de Blaga y sus intentos de traducirlos han sido algunos de los principales motivos de la aparición de esta antología, cuyo título, Espacios, ha sido tomado de un poemario de la gran poeta, publicado en 1980, un libro novedoso que en su tiempo provocó la relectura de sus libros anteriores. Ausentada de su país durante más de dos décadas, Báltadzhieva sigue oyendo la voz íntima e inquietante de Blaga, que repercute en la traducción con la resonancia de la palabra verdaderamente poética. Porque el potente río verbal del original no ha perdido fuerza alguna al desembocar en el mar de la lengua ajena. Con maestría y paciencia, la traductora ha elaborado los versos durante largos años como si estuvieran escritos por ella misma. Confiesa que esta antología es muy personal y que todos sus intentos de aplicar un criterio de selección más objetivo han resultado vanos.

Autor: admin 31 enero 2006

José Mateos: Reunión
Comares, Granada, 2006

Es la de José Mateos (Jerez de la Frontera, 1963) una poesía relativamente breve en su número de entregas y de composiciones; publicada, además, con una meditada serenidad que propende al aplazamiento, como quien no quiere decir nada más allá de lo estrictamente necesario y en el momento preciso. Más breve es aún su obra lírica si consideramos que sus cuatro libros aparecidos hasta la fecha (más un cuaderno
 de haikus de circulación muy reducida y cuatro poemas inéditos) se recogen ahora en esta Reunión, la cual pretende ser, después de una exigente “purga”, toda la poesía que el autor sigue considerando propia.

Autor: admin 31 enero 2006

Rudyard Kipling: El himno de McAndrew y otros poemas
Edición de José Manuel Benítez Ariza
Renacimiento, Sevilla, 2006

Desde 1993 viene José Manuel Benítez Ariza ocupándose en traducir al castellano la poesía de Rudyard Kipling, primero en la antología Poesía inglesa del siglo XX (Llibros del Pexe, 1993) y más tarde en el volumen Poemas (Renacimiento, 1996), reeditado y ampliado en 2002. Ahora, El himno de McAndrew y otros poemas viene a culminar ese esfuerzo, con la pretensión, según el traductor, de “superar el carácter ‘impresionista’ de las muestras anteriores y ofrecer una panorámica más clara y mejor documentada de la evolución de Kipling”. Además de añadir nuevos textos, Benítez Ariza ha reordenado el conjunto y agrupado los poemas según criterios cronológicos más estrictos. El resultado es un completo recorrido por todas las facetas de la poesía de Kipling, desde la paródica y costumbrista (“El diputado Pagget”, “Mi rival”…) a la deudora de las canciones tradicionales (“La balada de amor de Har Dyal”), pasando por la moralista, la circunstancial, la elegiaca o la dramática. Kipling fue muchos poetas en uno y jamás dejó de evolucionar, al compás de un mundo que también cambiaba, vertiginosamente.