Autor: admin 2 enero 2009

Fernando Sánchez Alonso

Quien llega al Hades no iniciado y sin haber cumplido los ritos, yacerá en el fango; pero el que llega purificado y cumplidos los ritos, habitará allí con los dioses.

(Platón, Fedón 69 c)

Todo irá bien. No te preocupes. Ya te contaré cuando vuelva.

Inclinado sobre el hule, sobre aquellos cuadritos que no terminaban de sugerir domingos de tortilla de patatas y moscas en el campo, Manuel separó la caperuza del bolígrafo, se sujetó el labio con los dientes para ganar tiempo y comenzó a apoyar las palabras encima de la delgada línea azul del cuaderno. Poco a poco, en los trazos firmes se fue formando, invisible casi y sin querer, un deseo o una esperanza: la de ser bendecido por ella cuando despertase y leyera.

Autor: admin 1 enero 2009

Alejandro Bekes

Recuerdo que un día, conversando con un amigo a quien considero un buen poeta, le dije que una de mis lecturas inolvidables de la adolescencia había sido la de Rubén Darío. Él me repuso que en su adolescencia había leído a los poetas norteamericanos y que jamás se le hubiera ocurrido leer a Rubén Darío. No le pregunté por qué rechazaba él a Rubén Darío, aunque después pensé que tal vez la culpa de eso la tuvo algún profesor o profesora de literatura. Le pregunté en cambio si había leído a aquellos poetas en inglés, y me respondió que no, que los había leído en castellano. El detalle es que entonces él no había leído a Ezra Pound o a Robert Frost o a Conrad Aiken, sino al traductor de esos y de otros poetas. Es claro, se me dirá, que con este criterio nadie ha leído a Platón ni a Dostoievsky, salvo los contados que entre nosotros pueden leer de corrido el griego o el ruso. Es una gran verdad. Y agreguemos a esa verdad esta otra: que si puede haber considerable distancia entre lo que expresó un novelista o un filósofo y lo que su traductor nos hace creer que dijeron, esto se multiplica hasta el escándalo cuando se trata de poesía.

Autor: admin 1 enero 2009

Julio José Ordovás

¿Quién no ha soñado alguna vez con alquilar un Gran Tiburón Rojo y atravesar de este a oeste y de norte a sur la América sideral? Un Gran Tiburón Rojo es un inmenso Chevrolet descapotable como aquel en el que se embarcó un desquiciado y suicida Hunter S. Thompson rumbo a Las Vegas, después de meter en el maletero un arsenal psicotrópico capaz de tumbar a una manada de elefantes. Y la América sideral es aquella que le producía a Baudrillard el efecto de una auténtica ascesis: un paisaje a escala inhumana, un gigantesco holograma próximo a la ilusión óptica, un sueño tridimensional en el que, efectivamente, se puede entrar como en un sueño.

Autor: admin 1 enero 2009

José Ángel Gayol

En 1990, y con cuatro años de retraso, se publicó en España El periodista deportivo (Anagrama, Barcelona) de Richard Ford.

«Me llamó Frank Bascombe y soy periodista deportivo». Así comienza una larga crónica de América, que Richard Ford prolonga durante tres excelentes novelas y que en 2008 ha tenido su punto final. De momento. Pero el principio estaba ahí, en esa primera frase definitiva y sólida. Frank Bascombe se presenta e inicia un diálogo con el lector (son frecuentes las interpelaciones del tipo: «déjenme que les diga una cosa…») que servirá de canalización para los pensamientos de Frank Bascombe y, en cierta manera, para las reflexiones del propio autor sobre la vida.

Autor: admin 22 noviembre 2008

Juan Bonillo

Tengo delante una fotografía de Carlos Miralles, en la que el poeta Leopoldo María Panero empuña un cuchillo con cara de único superviviente adulto de una catástrofe planetaria. Así que el gesto amenazante —el cuchillo está en una posición que igual puede encarar a un enemigo exterior que al que habita al propio poeta— parece dirigido a una patulea de niños a la que se quiere asustar —o quizá solo recomendarles: si crecéis, os pasará lo que a mí. Claro que esto puede ser una sugestión producida por el hecho de saber que Panero tradujo Peter Pan. La pose del poeta —tan importante para la relevancia de su nombre como su poesía— tiene algo de enternecedor, pues a fin de cuentas no ha habido ninguna catástrofe planetaria que haya aniquilado a todos los adultos y haya dejado a Leopoldo María Panero como emperador de un planeta de niños asustados. Pero también algo de ridícula —toda vez que sabemos que el cuchillo no va a dirigirse hacia quien lo sostiene: una pose perdonable en un poeta adolescente, que es lo que Leopoldo María Panero ha sido siempre. ¿Hay algo más enternecedor que un Rimbaud viejo ejerciendo de adolescente intratable? Aceptemos que resulta cansado saltar su comba, pero aceptemos también que ello se debe a que, mientras el poeta se ha quedado en esa edad en la que Rimbaud todavía confiaba en los gestos rebeldes y amenazantes, en la estrategia de escandalizar, nosotros hemos dejado ya muy atrás ese país pletórico y miserable que es la adolescencia. Aceptemos pues, que ya no es un poeta para nosotros, porque sigue siendo un poeta para adolescentes.

Autor: admin 21 noviembre 2008

Iñaki Uriarte

Estuvimos en Benidorm el fin de semana de Todos los Santos y nos hemos traído un gato recogido en la puerta del Parador de Teruel. Suponemos que alguien lo abandonó allí. Le hemos puesto de nombre Borges, pero le llamamos Borgito. Mari, la interina, que no sabe quién es Borges, le llama Jorgito. A Borges también le llamaban en casa Georgie.

Al gato le hemos puesto la cama en el cuarto de atrás, donde tengo los libros de poesía. Releo los poemas de Baudelaire y Borges sobre gatos. No sé si este va a saber comportarse a tanta altura. Ni nosotros. No sé si él va a aprender a ser «más remoto que el Ganges y el poniente», como escribe Borges, ni nosotros somos esos de quienes dice Baudelaire: «Les amoureux fervents et les savant austéres aiment, dans leurs mûres saisons, les chats…»

Autor: admin 20 noviembre 2008

Raúl Brasca (Buenos Aires, 1948) estudió Ingeniería química. Ha publicado una importante obra como antólogo, narrador y crítico literario, actividad que ejerce en el diario La Nación. Su último libro de microrrelatos se titula Todo tiempo futuro fue peor (Thule, Barcelona, 2004). Entre las muchas recopilaciones de textos narrativos brevísimos que ha compuesto solo voy a citar tres: De mil amores (Thule, 2005); Antología del cuento breve y oculto (Sudamericana, Buenos Aires, 2001), y la reciente Comitivas invisibles. Cuentos breves de fantasmas (Desde la gente, 2008), las dos últimas realizadas en colaboración con Luis Chitarroni. Está considerado como uno de los mejores autores de microrrelatos del mundo hispano y como tal figura en las mejores antologías sobre el género. Todas estas piezas son inéditas.

Autor: admin 19 noviembre 2008

Andrés Trapiello

Al poco de aparecer en castellano este libro que el lector tiene en sus manos, y desde luego antes de que lo hubiesen leído la mayoría de quienes empezaban a hablar de él, circularon por la pequeña sociedad literaria española algunos comentarios, recelosos unas veces y maliciosos otras.

Cierto que era una osadía «continuar» el Quijote, tanto como hacerlo en «la misma» lengua en que había sido escrito este, pero lo cierto es que mi libro ni está ni podría estar escrito en «la misma» lengua de Cervantes ni tampoco podría ser «una continuación» de algo que el propio Cervantes dejó cerrado y bien cerrado en las últimas páginas de La segunda parte del Ingenioso caballero don Quijote de la Mancha.

Autor: admin 18 noviembre 2008

Ana Rodríguez Fischer (ed.)
Ronda Marsé
Candaya, Barcelona, 2008

Es edificante constatar cómo la aventura que Candaya inauguró con aquella Historia abreviada de la literatura portátil dedicada a Vila-Matas ha tenido a lo largo de los meses una continuidad nada gratuita. La presente Ronda Marsé, preparada por la profesora y novelista Ana Rodríguez Fischer, supone un nuevo y decisivo paso, un nuevo eslabón, que enriquece por su rigor y acentuada amenidad la colección de Ensayo de la citada editorial.

Ana Rodríguez, en la introducción al libro que ha preparado, vincula la colección a aquella ya mítica de Taurus, «El escritor y la crítica». Efectivamente: el autor frente a la crítica (y no específicamente frente a los críticos). Es esa línea que la editora del presente volumen, recordando los nombres eminentes de Clarín, Galdós, Unamuno, Azorín y Baroja, entre otros, llama «línea diacrónica». El análisis de las grandes obras literarias desde el punto de vista de lo que se vino a llamar la estética de la recepción. Resulta siempre muy agradable observar cómo fueron recibidas por la crítica novelas que han pervivido, que han atravesado la frontera de los años. Y es por eso, por esa intencionalidad, que el libro que nos ocupa está estructurado en varios apartados. Tras uno inicial, genérico, verdadero punto de partida que la editora titula «Semblanza humana y literaria de Juan Marsé», se va saltando cronológicamente de novela en novela, partiendo de Encerrados con un solo juguete, siguiendo con Últimas tardes con Teresa, y así hasta las Canciones de amor, de 2005. Sin olvidar los autorretratos, que son los que, con justicia y con esa ironía tan propia del autor (ironía corrosiva, se ha dicho), abren el camino de la ronda. «Siempre pertrechado para irse al infierno en cualquier momento», nos dice el propio Marsé. Pues sí, la Ronda puede llevarnos muy lejos.

Autor: admin 13 noviembre 2008

Natalia Carrero
Soy una caja
Caballo de Troya, Barcelona, 2008

El primer libro de Natalia Carrero es un estupendo ejercicio, más propio de un taller literario que como producto de librería. Quizá sea ese parte del encanto con el que juega la «novela», por llamarla de alguna forma. Nadila, la protagonista de la historia, es el alter ego de Natalia Carrero, una joven con inquietudes literarias que acude a un taller. Allí le recomiendan la obra de la escritora brasileña Clarice Lispector, adalid de literatura psicológica, difícil e intimista.

Sobre esta base, Nadila va construyendo su primer libro, que resulta ser el mismo que el lector tiene entre las manos. El eje vertebrador es la biografía y la obra de Clarice Lispector, lo que podría hacer pensar en un ensayo de carácter literario, pero el desarrollo de Soy una caja implica a la propia narradora que, al ir descubriendo a Clarice Lispector, se descubre a sí misma como una caja donde queda mucho que introducir, y también algunas reflexiones que sacar.