Autor: 18 noviembre 2008

Ana Rodríguez Fischer (ed.)
Ronda Marsé
Candaya, Barcelona, 2008

Es edificante constatar cómo la aventura que Candaya inauguró con aquella Historia abreviada de la literatura portátil dedicada a Vila-Matas ha tenido a lo largo de los meses una continuidad nada gratuita. La presente Ronda Marsé, preparada por la profesora y novelista Ana Rodríguez Fischer, supone un nuevo y decisivo paso, un nuevo eslabón, que enriquece por su rigor y acentuada amenidad la colección de Ensayo de la citada editorial.

Ana Rodríguez, en la introducción al libro que ha preparado, vincula la colección a aquella ya mítica de Taurus, «El escritor y la crítica». Efectivamente: el autor frente a la crítica (y no específicamente frente a los críticos). Es esa línea que la editora del presente volumen, recordando los nombres eminentes de Clarín, Galdós, Unamuno, Azorín y Baroja, entre otros, llama «línea diacrónica». El análisis de las grandes obras literarias desde el punto de vista de lo que se vino a llamar la estética de la recepción. Resulta siempre muy agradable observar cómo fueron recibidas por la crítica novelas que han pervivido, que han atravesado la frontera de los años. Y es por eso, por esa intencionalidad, que el libro que nos ocupa está estructurado en varios apartados. Tras uno inicial, genérico, verdadero punto de partida que la editora titula «Semblanza humana y literaria de Juan Marsé», se va saltando cronológicamente de novela en novela, partiendo de Encerrados con un solo juguete, siguiendo con Últimas tardes con Teresa, y así hasta las Canciones de amor, de 2005. Sin olvidar los autorretratos, que son los que, con justicia y con esa ironía tan propia del autor (ironía corrosiva, se ha dicho), abren el camino de la ronda. «Siempre pertrechado para irse al infierno en cualquier momento», nos dice el propio Marsé. Pues sí, la Ronda puede llevarnos muy lejos.

El apartado inicial, el dedicado a la semblanza del autor, inicia la Ronda con la inclusión de artículos firmados por nombres tan representativos como Azúa, García Montero, Mainer, Marcos Ordóñez, Mendoza, Muñoz Molina, Vázquez Montalbán o Vila-Matas (el orden alfabético no es casual, como veremos). Trazan los autores una aproximación humana y literaria. Aparece en estos textos iniciales la ironía del amigo, la nostalgia biográfica del lector, el análisis pormenorizado, el retrato impresionista, el apunte certero (alguno, de Mainer por ejemplo, ha hecho fortuna a lo largo de los años), las aproximaciones al microcosmos urbano, al análisis de ese particular «realismo con fe», a la influencia del cine, al peso de la historia, del recuerdo y de la nostalgia. El perfil que trazan estas páginas es justamente ese: el de una aproximación. Es decir, multitud de caminos quedan apuntados, ninguno acotado ni extinguido. Pero a la vez, son el pórtico necesario para el análisis que vendrá a partir de entonces. La mayoría de artículos recogidos en esta primera parte están fechados en la década de los noventa y en los primeros años del presente siglo. Que los autores aparezcan ordenados de forma alfabética, aquí y en el resto de apartados, equivale a no dar importancia preeminente a ninguna de las voces, a asumir que el sentido global del texto vendrá dado por las diferentes opiniones vertidas, omitiendo incluso el orden exacto, cronológico o temático, de esas voces.

Comienza entonces esa «línea diacrónica» que Ana Rodríguez señalaba en la introducción: la recepción y la crítica, que no son siempre la misma cosa, de cada una de las obras de Juan Marsé. El tiempo de los artículos se ciñe aquí, en la mayoría de los casos, al momento de la aparición de esas novelas, observando así la forma en que fueron recibidas por los críticos más destacados, las expectativas que vinieron a romper, a trascender, el acomodo que tuvieron en el devenir cotidiano de nuestra narrativa. Así, por citar solo algunos, los casos de Díaz Plaja, Vilanova y Vargas Llosa a propósito de Últimas tardes; los de Rafael Conte o Dionisio Ridruejo para Si te dicen; los de García-Posada y Suñén para Ronda del Guinardó, o el de Nora Catelli para Teniente Bravo (el libro de cuentos). Ya más recientes desde nuestra perspectiva (engañosa, no en vano «de todo hace ya casi veinte años») los de Víctor Erice, Echevarría, Masoliver Ródenas o la propia Ana Rodríguez Fischer. Otros textos clásicos de Barral, Martín Gaite o Vázquez Montalbán complementan el conjunto de voces que no solo opinan sino que también inquieren.

Pero junto a estas reseñas, «palabra en el tiempo» en machadiana expresión recogida por Ana Rodríguez en sus palabras preliminares, hay otros artículos, otras reseñas, de aparición más o menos reciente que dialogan desde la orilla del hoy con aquellos otros textos escritos en los años de aparición de las novelas. Así, aparte de los de la semblanza inicial, los de Antonio Soler, Lluís Izquierdo o Pérez-Reverte para Últimas tardes; el de Mainer para La oscura historia, o el Caballero Bonald para Si te dicen que caí, entre otros.

La mayoría de los textos proceden de publicaciones periódicas, revistas especializadas, suplementos culturales (aunque alguna de las reseñas había ya sido recogida en volumen, así la de Antonio Vilanova, por ejemplo, o alguna de Vázquez Montalbán, entre otras), también de prólogos y epílogos de las reediciones de las novelas, o de textos ensayísticos más amplios (pienso en De postguerra, de Mainer). En cualquier caso, la editora ha señalado, tras la transcripción de cada una de las reseñas, su origen y devenir posterior.

En la introducción, Ana Rodríguez nos habla de un dibujo trazado «que ojalá se perciba con claridad». Frente a la exhaustiva bibliografía manejada, recogida en la parte final del libro, resulta fácil hacerse una idea. Un dibujo trazado a partir de textos muy diversos que puedan, una vez unidos, darnos un retrato lo más fiel posible no solo del valor y significación de Marsé para nuestras letras sino también de los criterios estéticos que vinieron a condicionar la recepción de sus obras. Para ello, para lograr ese fin preciso, se ha debido huir de apriorismos, de filias y fobias, de prejuicios. Permitir que fueran los propios autores, estos sí con sus propias filias y fobias tan humanas, los que dialogaran. Siempre ocurre así en la historia literaria, una suma de voces que desde laderas más o menos alejadas, van prefigurando un canon determinado. Ronda Marsé, y libros como Ronda Marsé, permiten asistir a ese diálogo.

El dvd que acompaña al libro, el documental de Xavier Robles Un jardín de verdad con ranas de cartón, supone un regalo añadido. Vemos y escuchamos a Marsé, él, que siempre tan esquivo dejó dicho que «no hay nada que le aburra tanto como hablar de sí mismo». Una charla amistosa, más que entrevista, entre el autor y Lluís Izquierdo es el hilo que nos conduce a diferentes calas en las que el novelista se detiene. Y viendo el reportaje, disfrutándolo, uno no puede evitar regresar una vez más a las palabras de Ana Rodríguez, cuando lamenta dejar fuera del conjunto, por evidentes razones de espacio, algunas entrevistas. Sin duda. Por eso, además de animar a que se sigan produciendo proyectos como el que aquí comentamos, no estaría de más hacer lo mismo con tantas entrevistas literarias que estaría muy bien recuperar.

Ronda Marsé no solo supone una merecida revisión crítica de la obra de nuestro autor (tan necesaria siempre en el caso de Marsé, excepcional narrador, nadie lo duda ya, pero aquejado todavía por tópicos que no se han desvanecido del todo), sino un verdadero placer para el lector atento. Toda una ronda, naturalmente. Por los escenarios de siempre; la barriada de la Salud, el Guinardó, el Carmel, la montaña Pelada, el norte de Gracia. Por los personajes inolvidables, reales o de ficción; Teresa y el Pijoaparte, Javaloyes, Carmen Broto, Forcat, Faneca, tantos otros. Por las aventis, la memoria, la nostalgia y el tiempo recuperado. Por los autores y críticos que se han ocupado en alguna ocasión de Marsé. Por la historia de la crítica y de la recepción literaria. Y, al final, una ronda también por Marsé mismo (o por los Marsés mismos). De esa singularidad, de esa extraordinaria pluralidad, nos habla este libro.

Ramón Esquirol


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