Autor: admin 19 noviembre 2008

Juan Villoro
De eso se trata
Anagrama, Barcelona, 2008

Si en el prólogo a Efectos personales Juan Villoro sostenía que los ensayos literarios «entregan el retrato íntimo y accidental de sus autores», en el prólogo a De eso se trata se muestra aún más rotundo: «Cuando un novelista explica su propia obra, suele ejercer una variante de la fabulación, en ocasiones más creativa que sus novelas. Ensayar sobre los otros ofrece una confrontación más indirecta pero más sincera: «Denle una máscara a un hombre y dirá la verdad», comentó Oscar Wilde. En este strip-tease al revés, las revelaciones llegan por lo que uno se pone encima».

¿Y cuáles son las máscaras que Juan Villoro se ha puesto encima, en su segundo libro de ensayos literarios, para seguir confrontándose indirectamente consigo mismo? La de Harold Bloom, que es la máscara de Shakespeare, la de Cervantes, la de Casanova, la de Goethe, la de Rousseau, la de Borges&Bioy (una doble máscara para una criatura bicéfala), la de Chéjov, la de Hemingway, la de Lowry, la de Onetti… Hasta la máscara (con boina) de Pla se ha colocado Villoro para lanzarse a explorar el lugar de la ficción, aunque en el caso del de Palafrugell la ficción se vista con la ropa usada del diarismo.

Autor: admin 17 noviembre 2008

Alejandro Céspedes
Los círculos concéntricos
Asociación de Escritores y Artista Españoles, Madrid, 2008

Apenas unos meses después de la publicación por parte de Ediciones Vitruvio de Sobre andamios de humo (1979-2007), obra completa hasta ese momento del poeta gijonés Alejandro Céspedes, aparece ahora Círculos concéntricos, XIX Premio de Poesía Blas de Otero 2007.

Comentaba hace unos días con un amigo librero sobre la cantidad de excelentes libros y autores que por motivos del azar u oscuras razones, habrán quedado y quedarán durmiendo el sueño de los justos en polvorientos anaqueles de librerías de viejo o —si tienen suerte— poco a poco se irán poniendo «morenos» en los stands de las ferias de libros antiguos y ocasión que de vez en cuando pueblan los paseos de nuestras ciudades.

Autor: admin 16 noviembre 2008

Nuno Júdice
Tú, a quien llamo amor.
Hiperión, Madrid, 2008

Tú, a quien llamo amor es una antología de poesía amorosa de Nuno Júdice, traducida al castellano por el poeta Jesús Munárriz. Quizá lo que más llame la atención de este conjunto sea el doble juego «eros-lenguaje». Juego que desemboca en uno de los temas recurrentes de Nuno Júdice, la metapoética.

Y se llega a la constatación, tópica desde la mística, de la insuficiencia verbal para la expresión de algunas (casi todas las fundamentales) experiencias: «¿Pero qué queda / en las palabras / de aquello que se vivió? / Un polvo de sílabas, / el ritmo pobre de la / gramática, rimas sin nexo». Pero también existe, como contrapartida, la magia del lenguaje. Su capacidad, atemporal, para la creación de arquetipos que sirven como espejos en los que se refleja, con carácter universal, una experiencia individual y concreta. Leemos así en «Camoniana»: «¿Quién eres, / mujer real y soñada que habitas / todos los poemas que ese poema / ha inspirado?» Con todo, la realidad verdadera (no digo real para evitar la redundancia) es siempre algo intransferible; distinto, aunque más precario, a lo que el poema pueda inventar o rescatar: «Olvidando (…) las imágenes / en que, cada vez más, fuiste perdiendo / tu imagen, tuya y única».

Autor: admin 16 noviembre 2008

Jesús Aguado (selección, traducción y prólogo)
No pasa nada. Los poetas beat y oriente
El Bardo, Barcelona, 2008

Probablemente ningún movimiento cultural haya sabido aunar en una única búsqueda libertad, felicidad y conocimiento de forma tan armoniosa como lo hicieron los poetas beat. El término surgió durante una conversación entre Kerouac y John Clellon Holmes en 1948 (este último lo popularizó en un artículo aparecido en el New York Times a finales de 1952), pero hasta 1959 Kerouac no aclaró en qué pensaba cuando lo usó: no en «ritmo» ni en «vencido», como habían sugerido algunos, sino en «beatitud». Ginsberg aporta otros posibles significados: «acabado», o «abierto» en el sentido whitmaniano de «apertura a la humildad». Todo muy «oriental»…

Autor: admin 16 noviembre 2008

Pelayo Fueyo
Poesía completa
Pre-Textos, Valencia, 2008

Cabría preguntarse por qué la obra de Pelayo Fueyo (Oviedo, 1967) no ha alcanzado el puesto que merecía en la poesía española. Es cierto que figura en algunas antologías importantes y que sus últimos libros han sido publicados por editoriales de primera línea. Pero, con todo y con eso, su trascendencia está por debajo de su calidad y no es el nombre indiscutible que debería ser. Si la poesía es un género minoritario, y parece ser que lo es, Pelayo Fueyo es aún más minoritario: acaso un poeta de culto, apreciado por unos pocos; un raro entre los raros.

Fueyo ha publicado ahora su Poesía completa (tal es el soso título) y quizá sea esta una estupenda oportunidad para darse a conocer entre un público más amplio. Es la ocasión, al menos, de revisar una obra llena de complejidades, coherente consigo misma desde los primeros textos a los últimos; una obra que se nutre de pensamiento y de experiencia y de la propia literatura para ir siempre un poco más allá de lo inmediato, de lo evidente y consabido.

Autor: admin 14 noviembre 2008

Eloy Sánchez Rosillo
Oír la luz
Tusquets, Barcelona, 2008

Existe una poesía elegiaca que nace de la pérdida o de la despedida y tiene en el pasado su horizonte; en ella rememorar es una forma de persistir, el poema es portavoz que restituye experiencias. Y existe una poesía elegiaca del ahora, que celebra el ritmo natural de la vida y la presencia de elementos visibles; las cosas son y están. A esta segunda categoría pertenece el extenso poemario Oír la luz, de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1949), que inicia itinerario con Maneras de estar solo, título reconocido con el Premio Adonais en 1977, y que ha compilado buena parte de su lírica en Las cosas como fueron (Poesía completa (1974-2003). Un libro posterior, La certeza, obtuvo en 2005 el Premio Nacional de la Crítica.

Autor: admin 13 noviembre 2008

Fernando Sanmartín
Heridas causadas por tres rinocerontes
Xordica, Zaragoza, 2008

Miguel Mena
Piedad
Xordica, Zaragoza, 2008

Un niño enferma de repente, otro nace con el síndrome de Angelman. Sus padres están desprevenidos, no saben cómo comportarse ante el infortunio. Los dos son escritores. Han publicado relatos, novelas, poemarios, artículos. Saben utilizar las palabras para dar cuenta de la realidad y de la fantasía, del pasado y del presente, ahora no son capaces de reaccionar, la situación les sobrepasa. Mientras el reloj marca las horas y los días, mientras pierden el sueño y se desesperan, mientras su control sobre el lenguaje se va desvaneciendo poco a poco, descubren lo fácil que es perder la identidad, comenzar a ser una persona diferente, insegura. Joan Didion era una escritora intelectual —y fría— hasta que la desgracia la convirtió en otra cosa. «Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba». Llegó a casa con su marido, después de una visita al hospital donde su hija estaba en coma, y de pronto él se desplomó. «No hagas eso», le dijo ella. Pero él no pudo contestar, había sufrido un ataque al corazón, repentino y severo, el último. Lo más doloroso, al recordarlo todo, fue la aparente naturalidad de cuanto había sucedido antes. «Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba». Así es como suelen escenificarse las peores catástrofes, Hiroshima o el 11 de septiembre de 2001, a plena luz de un día radiante y en apariencia tranquilo. También es así como se acusan los golpes definitivos, esos que van acumulándose y que convierten a un hombre en un desecho, en un moribundo con apenas tiempo para expresar su última voluntad o para relatar lo que le ha pasado.

Autor: admin 13 noviembre 2008

Andrés Barba
Las manos pequeñas
Anagrama, Barcelona, 2008

Ya desde la portada, con la reproducción de esa fotografía de la genial Diane Arbus, esos niños con las caras tapadas, ocultos los rostros con una especie de siniestras bolsas de cartón, máscaras que ocultan menos de lo que muestran, se intuye por dónde pueden ir las cosas. No es una historia inocente: así lo sabemos ya. Y sí, efectivamente, por ahí van los tiros. No falla la intuición.

No hay engaño, no hay doble cara, ni dobleces. La inocencia se pierde ya en esa primera línea, magistral: «Su padre murió en el acto, su madre en el hospital». A partir de ahí, comienza el viaje sin retorno, la aventura salvaje, todo cuesta abajo, el despojamiento de cualquier atisbo de inocencia, de cualquier rasgo de dulzura. El terror cotidiano, como tan magistralmente supo retratar Diane Arbus en sus fotografías, hace su aparición, la belleza cruel de todo eso, también. Aquellas fotografías de marginados que no escogieron su destino, de travestis en sus destartalados camerinos, de subnormales, de nudistas, de perdedores sin redención. La otra cara de América, la otra cara del mundo. Y también, como aquí, fotografías de niños. Niños raros, particulares, especiales. Niños nada inocentes. Siniestros, en ocasiones. Casi diabólicos, en otras. Muñecos a la deriva, existencias al límite, desposeídas del lado bueno de la vida. Como la de ella, Marina, siete años aún, la protagonista de esta terrible historia, que contiene toda la violencia del ser humano, la soterrada y también la que está ahí, al alcance de nuestros ojos.

Autor: admin 12 noviembre 2008

Mara Meimaridi
Las Brujas de Esmirna
Berenice, Córdoba, 2008

Una joven griega recibe una peculiar herencia de su tía Catina, se trata de un baúl lleno de libros entre los que descubre no solo recetas de cocina y consejos domésticos sino también todo tipo de conjuros y sortilegios para obtener aquello que se proponga. En los libros se encuentran los secretos que condujeron a las mujeres de su familia a ocupar un puesto privilegiado en la ciudad de Esmirna. De la mano de su madre, Eftalía, Catina elabora un minucioso plan para conseguir el poder, abandonar la miseria y transformarse en una de las mujeres más importantes de la ciudad. Con sus conjuros, hechizos y astucia logra ascender hasta convertirse en la mujer más envidiada y temida de Esmirna. Atarti, su guía, quien le mostró sus poderes y le enseñó cómo utilizarlos, la acompaña y la protege en su camino.

Autor: admin 11 noviembre 2008

Juan Pedro Aparicio
El juego del diábolo
Páginas de Espuma, Madrid, 2008

A la ya concurrida nomenclatura (minicuento, microrrelato…) que pretende definir el género más exiguo de la prosa, Juan Pedro Aparicio añade una aportación más, relato cuántico, atendiendo a que la cantidad de energía es «proporcional a la frecuencia de la radiación emitida o absorbida», o lo que es lo mismo «el cuántico más pequeño sería aquel que contuviera una materia oscura más grande». Como se sabe, el principal mecanismo del género es la elipsis, y los cuantos escapan a la «física convencional o newtoniana».

Presentado como complemento o reflejo de su compilación anterior, La mitad del diablo, la relación no se limita a la gradación de mayor a menor extensión y viceversa, sino que en esta segunda colección se problematiza el constreñimiento que supone atenerse al juego malabar de inventar relatos sujetos a tan estrictas condiciones. Así, las visitas al psiquiatra que interpretará sus sueños de narrador-nadador tienen por objeto liberarle de la angustia que le supuso concluir el libro anterior, de trescientos treinta tres relatos, la mitad del número de la bestia; también al concluir este se confesará vacío, consumido.