Autor: 12 noviembre 2008

Mara Meimaridi
Las Brujas de Esmirna
Berenice, Córdoba, 2008

Una joven griega recibe una peculiar herencia de su tía Catina, se trata de un baúl lleno de libros entre los que descubre no solo recetas de cocina y consejos domésticos sino también todo tipo de conjuros y sortilegios para obtener aquello que se proponga. En los libros se encuentran los secretos que condujeron a las mujeres de su familia a ocupar un puesto privilegiado en la ciudad de Esmirna. De la mano de su madre, Eftalía, Catina elabora un minucioso plan para conseguir el poder, abandonar la miseria y transformarse en una de las mujeres más importantes de la ciudad. Con sus conjuros, hechizos y astucia logra ascender hasta convertirse en la mujer más envidiada y temida de Esmirna. Atarti, su guía, quien le mostró sus poderes y le enseñó cómo utilizarlos, la acompaña y la protege en su camino.

En una época en la que las mujeres debían someterse a las servidumbres sociales, estas utilizan su ingenio con extrema habilidad para moverse con libertad absoluta y mantener las apariencias mientras llevan a cabo sus planes. Nada ni nadie se interpondrá entre ellas y sus objetivos. Pero no solo se sirven de su magia, aprenden a sacar provecho de todo lo que les rodea, lo que la vida va colocando en sus manos, adquiriendo así una sabiduría que les conducirá hasta lo más alto. Ahora, María, ha de saber administrar el poderoso legado de su tía, tomar el camino adecuado, las decisiones correctas, y sobre todo, no dejarse arrastrar por el inmenso poder que su tía le ha confiado.

Mara Meimaridi nos relata una original historia, de una forma sugerente y seductora, con un lenguaje coloquial, de expresiones cercanas, vivo, en constante ebullición como sus personajes —las mujeres de esta historia viven y se expresan con libertad y eso se refleja en sus palabras—, con una descripción detallada de la majestuosa ciudad de Esmirna pero también de la miseria de los barrios pobres, de tal forma que el lector no encuentra dificultad alguna para recorrer sus calles junto a sus protagonistas. Nos ofrece no solo un original argumento perfectamente hilvanado que nos traslada a otro tiempo y otro lugar, en esta novela encontramos una galería de personajes únicos e irrepetibles, difíciles de describir por su complejidad, por su riqueza de registros, por lo peculiar de sus vivencias y que la autora perfila con todo detalle, desde su forma de expresarse hasta el modo en que su mirada queda suspendida en el aire. Sus protagonistas se expresan con claridad, sin miedo: «Dicen que el hambre es la causante de los robos, los conflictos, las guerras. Pero yo creo que los que pasan hambre no tienen fuerzas para luchar». Las mujeres que nos descubre Meimaridi asumen desde el primer momento que su destino depende de ellas, de sus aciertos y sus errores, que lamentarse es un ejercicio inútil puesto que la vida nunca nos premia sin castigo previo o futuro («Un día prometí que no dejaría que nadie te hiciera daño. Y entre esos «nadie» también está el injusto Dios»).

Hallamos alguna de las claves de esta historia ya en sus primeras páginas: «Me sentí muy débil para poder ayudarla. Pero respiró hondo y, desde entonces, nunca más volvió a llorar. Se puso objetivos. Y los alcanzó todos, y de sobra». Ninguna de estas mujeres se engaña: «Solo los que tienen el plato en la mesa desde que son pequeños pueden hacerse filósofos, historiadores, teólogos». Los objetivos, por tanto, están claros desde el principio. Es necesario realizar todo tipo de esfuerzos hasta que «dejemos los barrios humildes por los palacios y las mansiones», afirman con rotundidad.

Mara Meimaridi nos brinda una historia excepcional y una lección imprescindible: «Si no llevas las riendas de tu vida, estás perdido». De alguna forma también nos ofrece su legado, al igual que Catina lo deposita en manos de su sobrina.

Ana Vega


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