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Novedades en Crisis de Papel

  • A la altura de las circunstancias  Simon ArmitageAvión de papel. Poemas escogidos 1989-2014Traducción, prólogo y notas de Jordi DoceImpedimenta. Madrid, 2024. La poesía sigue un movimiento pendular: tiende a acercarse o a alejarse lo …
  • Ensueño napolitano  Juan Antonio González IglesiasNuevo en la ciudad nuevaVisor. Madrid, 2024. En la corte de los antiguos virreyes de Nápoles, había siempre un acompañamiento de poetas. Como Garcilaso, como Aldana, com …
  • Contra el tiempo  Miguel Sánchez-OstizGeografía de la venturaSelección y prólogo de Alfredo RodríguezBartleby Editores. Madrid, 2024. El deliberado silencio o la ruidosa polémica que acompañaron a muchas de las obras …

Novedades en Café Arcadia

Autor: admin 7 mayo 2007

Ariel Bernstein

Un discurso en Alcalá

Abril de 1980. Jorge Luis Borges camina por la antigua Universidad de Alcalá de Henares. El rey Juan Carlos de España le entregará el premio Cervantes, distinción que es considerada como el Nobel de las letras hispánicas. Borges, que pronto cumplirá 81 años, sube al escenario para dar su discurso. Sabe que entre quienes lo observan algunos son viejos conocidos. Quizás recuerda también a quienes no están. El rostro de un lejano y joven amigo de Mallorca, Jacobo Sureda, el rostro del maestro Cansinos-Assens. Su cuerpo se mueve con lentitud; ya no tiene aquella adolescente y delgada figura que nadara hábilmente en el Mediterráneo, ni el que caminara inagotable por las calles recién amanecidas de Madrid. Su ceguera no le permitirá observar las viejas columnas ni apreciar, una vez más, Córdoba y Sevilla. Borges pronuncia su discurso y todos callan. Allí recordará a otro gran amigo español que lo acompañó toda la vida: “Yo ahora me siento más que justificado, me llega este premio, que lleva el nombre, el máximo nombre de Miguel de Cervantes, y recuerdo la primera vez que leí el Quijote, allá por los años 1908 o 1907”. También dirá: “Me conmueve mucho el hecho de recibir este honor en manos de un rey, ya que un rey, como un poeta, recibe un destino, acepta un destino y cumple un destino y no lo busca, es decir, se trata de algo fatal, hermosamente fatal…” El destino era el que había querido unir, ya desde la sangre, a Borges con España.

Autor: admin 7 mayo 2007

Manuel Alberca

¿Qué es una autoficción? ¿Existe la autoficción en España? ¿Qué parentesco o parecido le une con la novela autobiográfica? ¿Y con la autobiografía?

El texto que sigue es un capítulo del libro El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción, un ensayo literario en el que intento contestar estas preguntas, y algunas más, con ayuda de la teoría y sin perder nunca de vista los textos narrativos autoficticios más relevantes de la literatura española contemporánea. Pero no daré ni un paso más sin antes definir, aunque sea de manera apriorística, que una autoficción es una novela que, igual que todas las novelas, deja al autor y al lector libres para imaginar como verosímil lo que allí se cuenta y, al respetar la identidad onomástica de autor, narrador y protagonista, propia del pacto autobiográfico, pareciera que el primero se compromete a decir la verdad. El resultado es una propuesta lo suficientemente ambigua e indeterminada como para que el lector dude al interpretarla: ¿novela o autobiografía?

Autor: admin 6 mayo 2007

José Luis Atienza

lo largo de dos años, se conmemora en Francia —y en el mundo— el 150 aniversario de Madame Bovary. Dos años, con la buena excusa de que si la célebre novela de Gustave Flaubert vio primero la luz, en seis entregas, en la Revue de Paris, entre octubre y diciembre de 1856, en una versión expurgada gracias a los inútilmente calculadores oficios de Maxime du Camp, la edición definitiva, no censurada y en volumen, no llegaría al público hasta abril de 1857, después de que el autor hubiese sido absuelto, el 7 de febrero, de la acusación, a pesar de la preventiva tijera de Du Camp, de ofensas a la moral. El ruido causado por el juicio constituyó una impagable publicidad para la ópera prima de Flaubert, que obtuvo así su único auténtico éxito de ventas: el editor Michel Lévy vio, con gozoso asombro, cómo la generosísima primera tirada de 15 000 ejemplares se agotaba en menos de dos meses.

Autor: admin 5 mayo 2007

Ana Rodríguez Fischer

En un memorable cuento de Henry James, “La casa natal” —incluido en el volumen Lo más selecto (1903) y perteneciente, por lo tanto, a su etapa de madurez— encontramos una exquisita y lúcida crítica de lo que a lo largo del xix, pero muy especialmente en el último tramo de aquel siglo, llegó a ser ineludible práctica de todo viajero culto y snov que pretendiera alardear de su condición: la visita al “lugar del genio” y, mejor aún, a la casa natal de los grandes hombres, de conservarse y haber sido habilitada para esas muestras y exhibiciones. En su relato James disecciona con hilarante y perversa maestría el turbio y múltiple engranaje de motivos e intereses (tanto lucrativos como panegíricos) que impulsaban este tipo de operaciones a través de la figura de Morris Gedge, quien en su juventud había regentado “una pequeña escuela privada de las que se conocen como preparatorias, y sucedió que había acogido bajo su techo al hijo pequeño del gran hombre, que, por entonces, no era tan grande”. Un incidente ocurrido entonces, y que pudo haber sido grave pero que afortunadamente tuvo un desenlace feliz, hizo que, al cabo de los años —y tras ir Gedge de desgracia en desgracia, en lo que al trabajo o la profesión se refiere—, se recurra a él para encargarle “la custodia del templo”; es decir, las visitas guiadas, que exigían, naturalmente, la construcción de una historia justificadora de la genialidad del gran hombre. Y ahí ya puede el lector imaginar cómo opera el genio de Henry James (y no digo más, para que corra a leer ese relato quien no lo haya hecho ya).

Autor: admin 3 mayo 2007

Jorge Ángel Pérez

¿Cómo se habían encontrado? ¿Por casualidad? ¿Es que acaso se llama casualidad a lo que ocurrió porque estaba escrito allá arriba? ¿Tenían nombres? Claro que tenían, y claro que os importan. Se llamaban Denis Diderot y Lauren Sterne. ¿De dónde venían? El irlandés de Inglaterra. El francés, nacido en Langres, estaba en París desde hacía mucho. ¿Adónde iban? A encontrarse. ¿Y dónde ocurrió tal encuentro? Es posible que en casa del duque de Orleans o en medio del círculo del barón de Holbach, quien había ofrecido a Sterne su hotel de la rue Royal: “Puede sentirlo como su propia casa”, le aseguró el barón. El caso es que se conocieron y trabaron amistad. Era 1763, cincuenta años después de sus nacimientos, había finalizado la guerra entre Francia e Inglaterra y esta última se puso de moda en París; Hume se leyó como nunca, Garrick fue reclamado y se le recibió con grandes honores. ¿Quién, y dónde, presentó a los escritores? Pudo ser el propio Hume, se comunicaba frecuentemente con Diderot.

Autor: admin 2 mayo 2007

Manuel Neila

Se puede hacer el tonto en cualquier otra cosa, pero no cuando se trata de poesía.

Michel de Montaigne

I

Desde el romanticismo para acá, la poesía es una suerte de confesión que el poeta emplea para expresarse a sí mismo; es decir, una presentación de la realidad empírica del sujeto individual. Está regida por el principio de una identidad pura, para la cual el poema es ante todo el medio de invocación.

Pero ese sujeto trascendental, heredado de la filosofía moderna, pronto se revelaría incompatible con la realidad empírica e individual de su portador, sometido a condicionamientos sociales que no rige ni controla. Tanto es así que el poeta romántico no tardó en descubrir “le malheur d’être poète”, es decir, la alienación del sujeto empírico respecto a la realidad natural y, consecuentemente, respecto a sí mismo.

John Keats, sensible a este problema, alude al “carácter camaleónico” del poeta, que es “lo más antipoético del mundo, porque no tiene identidad, continuamente está llenando otro cuerpo.” George Büchner va más allá, y ve en la conciencia del vacío la experiencia central del moderno sujeto desdichado.

Autor: admin 1 mayo 2007

Luis Landero: Hoy, Júpiter
Tusquets, Barcelona, 2007

Lo primero que debe hacer el buen lector de las novelas de Landero es quitarle el sostén al libro. Porque conociendo al autor hay que reprochar a su editorial el intento —legítimo por otra parte— de convertirlo en “escritor-estrella” muy a pesar del desinteresado, o sea, el propio Landero. Lee uno así en el sostén o en la faja promocional del libro, según prefieran ustedes, lo siguiente: “Después de cinco años Hoy, Júpiter de Luis Landero: la novela que todos estábamos esperando”. Primero: a las cosas importantes, como ya dijo el maestro Unamuno, no se las espera, se las aguarda, y las novelas de Landero son importantes y suelen tener carácter de acontecimiento literario. Segundo: desde luego que todos estábamos esperando su nueva novela, y es de suponer que hasta el propio autor; pero los lectores de Landero se han contagiado de esa indolencia templada, de tardanza contemplativa con que el autor se toma el oficio de ser escritor y la concepción misma de la literatura. Nadie peor que Landero para caer en las zozobras del marketing, en los espantajos de los plazos de entrega. Por eso sobra el sostén de la novela. ¡Pues claro que estábamos esperando —aguardando por mejor decir— su libro! Pero no habría pasado nada si la tardanza se hubiera convertido en vigilia de la vigilia de la vigilia…

Autor: admin 27 marzo 2007

Emilio Cecchi: México
Minúscula, Barcelona, 2007

El profesor italiano Emilio Cecchi, tras algunos meses enseñando literatura en la Universidad de California, en Berkeley, decide pasar sus vacaciones en México. Fue en 1930; dos años después publicó en un breve volumen sus impresiones. Con presentación de Ítalo Calvino se traduce ahora en una de esas pequeñas editoriales cuya norma es ofrecer solo libros memorables.

Pese al escueto título, se tarda muchas páginas —casi la mitad del libro— en cruzar la frontera. Comienza con un recorrido por las “ciudades abandonadas”, polvorienta galería de fantasmas, lo que queda de la fiebre del oro, y sigue por un Hollywood que está aprendiendo a hablar. Allí nos encontramos con Adolphe Menjou, “el hombre más atildado del mundo”; con Gloria Swanson, “mejor al natural que en la pantalla”, con Buster Keaton, que es igual dentro y fuera de la pantalla. A Keaton le dedica Cecchi la mayor de sus admiraciones.

Autor: admin 25 marzo 2007

Lawrence Grobel: Conversaciones con Al Pacino
Belacqva, Barcelona, 2007

De su primer encuentro con Al Pacino, toda una estrella ya en 1979 cuando el polémico rodaje de A la caza (William Friedkin, 1980), Lawrence Grobel, el conocido entrevistador de Marlon Brando y Truman Capote, recuerda que el piso del actor en Manhattan tenía una pequeña cocina con aparatos desgastados, un retrete cuyo váter no dejaba de soltar agua, una habitación dominada por una cama deshecha, y un salón amueblado como el escenario de una producción de 3.ª categoría sobre un vagabundo urbano. Eso sí, por todo ese salón había obras de William Shakespeare en ediciones baratas de esquinas dobladas. Y es que Shakespeare y el teatro son aspectos fundamentales en la vida del actor neoyorkino, quien nunca ha dejado de sentir que sus raíces están en el teatro, adonde regresa siempre que la presión de ser una estrella de cine se le hace demasiado grande.

Autor: admin 24 marzo 2007

José Luna Borge: Pasos en el agua. Veleta de la curiosidad
Llibros del Pexe, Gijón, 2007

Los diarios de José Luna Borge son los diarios de un hombre triste que busca en los sótanos de su memoria y en los estantes de su biblioteca lo que la vida le regatea o le niega o le hurta. Empujada siempre por el mismo viento, un viento de sombra, su Veleta de la Curiosidad (que no sabría uno decir cuánto tiene que ver con la de Ángel María Pascual y con la de Miguel Sánchez-Ostiz) permanece quieta, impasible, así pasen los años, apuntando hacia una región de niebla perdida en el horizonte. No se desprende Luna Borge de su chaqueta a la hora de sentarse a escribir su diario. Y el gris marengo de esa chaqueta se proyecta sobre sus cuadernos como la lámina de un asfixiante cielo bajo.