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Novedades en Crisis de Papel

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  • Qué hacer con la poesía   Raquel LanserosEl sol y las otras estrellasVisor. Madrid, 2024. La poesía es imprescindible; la mayoría de los libros de poesía que se publican son perfectamente prescindibles. O dicho con otras pal …
  • Benet y el síndrome de Diógenes   El plural es una lataBiografía de Juan BenetJ. Benito FernándezRenacimiento. Sevilla, 2024. El autor de esta primera biografía de Juan Benet tiene una de las principales cualidades necesarias para s …

Novedades en Café Arcadia

  • Los papeles perdidos: Galdós en Aldeanueva   1GRANDES ESPAÑOLES Allá por 1910 o 1911, dos jóvenes periodistas  –Luis Antón del Olmet y Arturo García Carraffa– tuvieron la idea de publicar una serie de libros biográficos sobre “Los grandes es …
  • Los papeles perdidos: El misterio de la Quinta    1MARTINHO DA ARCADA En una esquina se encuentra sentado Fernando Pessoa. Su postura es muy semejante a la del famoso cuadro de Almada Negreiros. Una taza de café sobre la mesa, un cigarrillo en una …
  • Coraje y alegría: El arte de perder  Sábado, 22 de junioLOS NUEVOS MÁRTIRES Hojeo el periódico mientras llegan los amigos con los que he quedado para comer. Cuando llegan, no puedo por menos de comentarles una noticia.             —Di …
Autor: admin 17 enero 2008

Francisco Álvarez Velasco: Las aguas silenciosas

Trea, Gijón, 2007

En El viejísimo jugo de la tierra, 1988, uno de los libros más intensos y que mejor nos presenta y define el oficio de poeta, se presiente, en la mayoría de los poemas, una contención emocional y, lo que es más importante, una contención de la palabra. Los años, la vida, la profesión y, posiblemente, la reflexión, le han enseñado al poeta el uso preciso y delicado de la palabra. En Noche, la poesía se concentra más, se va despojando, a la manera de Juan Ramón, de lo accesorio y se nos va presentando cada vez más desnuda, casi pura. Se adelgaza y se llena de música, de baladas, de recuerdos de la infancia y de esa «conciencia dolorosa del fluir temporal». Hay en esta última poesía de Álvarez Velasco un rumoroso silencio coral y sinfónico, un ensayo primero al silencio total de la muerte.

Autor: admin 17 enero 2008

Arturo Serrano Plaja: Descansar en la frontera. Poesía en el exilio (1939-1970)

Ediciós do Castro,La Coruña, 2007

El caso de Arturo Serrano Plaja (San Lorenzo de El Escorial, 1909-Santa Bárbara, California, 1979) es el de un poeta que consiguió una proeza que son dos. Durante la guerra civil publicó el mejor poema marxista de la literatura española, El hombre y el trabajo (1938) y, años después, en 1965, con La mano de Dios pasa por este perro, el poema cristiano menos empalagoso de una época y de un país en que la poesía religiosa estaba tan confitada de almíbares, por no decirque de agua bendita y olores a alcanfor de sacristía.

Autor: admin 14 enero 2008

Francisca Aguirre: Nanas para dormir desperdicios

Hiperión, Madrid, 2007

Nadie que conozca un poco los entresijos de la vida literaria (¡curiosa expresión esta, la de vida literaria!) puede ignorar que la correlación calidad-dimensión pública es, con mucha frecuencia, puramente circunstancial, artificiosa. Y que en algunos (bastantes) casos, el silencio tampoco es un indicador fiable. Por otra parte, yo, particularmente, descreo de ese poder inmanente del tiempo como antólogo infalible. Me ha parecido siempre una idea sospechosa de raigambre metafísica. La inercia, además, tiene un poder que establece valores con carácter poco menos que hereditario: se sigue diciendo pues se ha dicho… En fin, pensando en el cacareo mediático y reduciendo la cuestión a términos coloquiales, convendría recordar una vez más aquello de que «ni son todos los que están ni están todos los que son». Francisca Aguirre, nacida en 1930, y a la que por cronología se podría integrar en la Generación del 50, ha sido durante muchos años una presencia silenciosa en la poesía española. No es ahora el momento de analizar las causas de esa invisibilidad, solo de celebrar que al fin, tras una labor discreta pero fértil, su nombre empieza a sonar, por derecho propio, como un valor firme en nuestras letras.

Autor: admin 13 enero 2008

Gottfied Benn: Obras completas (3 vols.)

Calima, Madrid, 2007

Como autor, Benn (Mansfeld 1886-Berlín 1956) es deudor de ese tiempo trágico e inmisericorde de la guerra (sea ella cual fuere; la guerra es la definición de la contracultura por antonomasia). Tal circunstancia le supuso el ser adscrito por algunos, bajo dudoso fundamento —y la polémica continúa— a un bando interesado. No obstante, y casos solemnes hay que corroboran la inconveniencia de extender los juicios acerca de un escritor más allá del estricto contenido de su obra, considero que debemos contemplar su aportación, ética y estética, a través del prisma de la literatura. Él mismo se hizo eco, en una entrevista, del mal que la trágica contienda engendra en el hombre: «¿Qué es eso que vemos más allá de la tierra? Observemos un momento los últimos cien años, el siglo de Nietzsche, los laboratorios y las cárceles entre Liberia y Marruecos; así se presenta desde Dostoievski hasta Celine el espíritu en una posición de pura desesperación, sus gritos son más terribles, más atormentados y penosos que los gritos de un condenado a muerte. Son de tipo moral…».

Autor: admin 12 enero 2008

Inés Toledo: El final del cuento

Universos, Mieres, 2007

Al enfrentarme a la lectura de este primer libro de Inés Toledo (Oviedo, 1973), El final del cuento, me han venido a la memoria algunas de las performances que la compleja y controvertida artista francesa del body art Gina Pane llevó a cabo a lo largo de su vida. En sus representaciones la artista se autoinflingía heridas con cuchillas, tachuelas, espinas… que provocaban en el espectador sensaciones encontradas: aversión y atracción ante esta inmensa metáfora del dolor que, en caso de Gina Pane, era su cuerpo autolesionado.

Autor: admin 10 enero 2008

Laura Pollastri. El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino contemporáneo

Menoscuarto, Palencia, 2007

Que el microrrelato goza de muy buena salud ya no es, por suerte, una novedad, y tan importante como las antologías y obras individuales, e incluso premios literarios, es la continuidad y coherencia de editoriales como Menoscuarto, que se dedican no solo a la difusión sino también al estudio del género, como ocurre con el reciente libro de David Lagmanovich El microrrelato. Teoría e historia, donde se entremezclan importantes recapitulaciones teóricas y sugerentes propuestas con múltiples y gozosos ejemplos.

Autor: admin 9 enero 2008

Fernando Ampuero: Puta linda

Salto de Página Madrid, 2007

Pocos temas tan manoseados en literatura como el de la prostitución femenina. Esta novela de Fernando Ampuero, que trata sobre el primer proyecto de novela de un joven que trata de abrirse camino profesionalmente como escritor, parte precisamente de una conversación entre el protagonista y su mejor amigo en el que analizan la pertinencia de realizar una novela sobre la que él denomina una puta linda. Tal vez resulten innecesarias estas veladas disculpas, esta consulta al lector, por utilizar una materia narrativa tan socorrida, o, como reflexiona Luis Alberto, el protagonista, por abordar un terreno «lleno de tópicos desde el punto de vista narrativo», «minado». Innecesarias sobre todo en una novela tan breve. Dejando a un lado el talento literario de que pueda hacer gala un escritor para ir sorteando esas «minas» que llenan un determinado lugar —París, Nueva York, Venecia—, un determinado tema —la prostitución, el amor, un conflicto histórico como la guerra civil española o la II Guerra Mundial—, la aplicación de determinada técnica —Deus ex machina, estructura circular, manuscrito hallado— o un tipo preciso de personaje —un detective, un mayordomo, una prostituta—, todos estos tópicos tienen hoy una pléyade de nuevos puntos brillantes, creados por la civilización, por las transformaciones históricas, económicas y culturales, para explotar por el escritor intrépido y avispado. Por lo tanto, en lo relativo a este dilema inicial, considero que Fernando Ampuero es un escritor intrépido, aunque haya optado por la cautela de exponer al lector sus razones.

Autor: admin 8 enero 2008

Aloma Rodríguez: París tres

Xordica Editorial, Zaragoza, 2007

No hace falta haber leído mucho para haber leído muchos libros que transcurren en París. La mitología sobre esa ciudad lleva siglos funcionando, y la han convertido en el epicentro de muchas cosas, y, particularmente, en un escenario predilecto para pintores, escritores o cineastas. Después el arte, haciendo el camino de vuelta, ha condicionado la vida de los que crecieron viendo esos cuadros, leyendo esas páginas, admirando esas películas. De uno de los personajes de la última novela del extraordinario escritor suizo Urs Widmer, se dice que «A París fue porque todo el mundo tenía que vivir una temporada en París» (El libro de mi padre, Barcelona, Salamandra, 2oo6, p. 46), y en esa exageración hubo y hay una verdad. París ha sido el destino anhelado por generaciones enteras de poetas, fotógrafos o músicos, en varios momentos de los doscientos últimos años, y eso hace que, al menos en cierto sentido, lo siga siendo de vez en cuando, sin necesidad de ser demasiado mitómano, esnob o infantil.

Autor: admin 7 enero 2008

Juan Carlos Palma

Mi mujer conoce de sobra mi natural indisposición ante la cartografía. Solo tienen que mostrarme un mapa para que gracias a mis escasas dotes para su escrutinio el itinerario más corto se convierta en el más largo, la plaza que está a la vuelta de la esquina parezca estar en otra dimensión y la calle con nombre fácil de recordar sea cambiada por otra de nomenclatura solo similar para el que escribe estas líneas.

No es de extrañar, por tanto, que cuando, alojados ya en un modesto hotelito del barrio Montparnasse, en cuyo cementerio luego pudimos ver las tumbas de Cortázar, Duras, Vallejo o Baudelaire, le manifesté mi interés por trazar el mismo recorrido que hicieron Ethan Hawke y Julie Delpy en Antes del atardecer, su entusiasmo —la película le había maravillado y era ya un clásico en nuestra videoteca— quedó algo solapado por una sombra furtiva en su mirada y el gesto abortado de llevarse las manos a la cabeza. Probablemente pensó, sin atreverse a decírmelo, que nunca lo conseguiríamos o que tan magna empresa nos llevaría varias jornadas.

Autor: admin 6 enero 2008

Xuan Bello

Hace tres años, con motivo de su 80 cumpleaños, la revista Clarín me propuso hacerle una entrevista a Ángel González. Se la hice, en la cafetería del Hotel El Magistral, pero nunca llegué a transcribir las palabras del poeta, que hoy me sonarían si cabe más llenas de sentido y emoción, y la cinta magnetofónica, con dos horas largas de charla, se me quedó en el cajón de los proyectos como tantas cosas importantes que algún día, si el azar y la necesidad tejen su red, me vería en el punto de hacerlas; me había propuesto, en la mañana del entierro civil de Ángel González, transcribir la entrevista y comprobar esa cercana reserva que tenía su voz: me parecía la mejor forma de homenaje a un poeta que, a pesar de todas las apariencias, no ha muerto. Ha muerto el amigo, el compañero de farra, el devoto amante, el sutil merodeador de la realidad que era Ángel González: el poeta, ya les digo, sigue vivo. Las cenizas que esparcieron sus cómplices más cercanos son las cenizas del amigo, no las de quien supo decir el áspero mundo en solución de armonía. Basta con que abran sus libros, amigos lectores, para que las palabras respiren, para que un tiempo distinto a este cobre vida en sus vidas. Me había propuesto, ya digo, quedarme en casa, aplicado en el licor del ayer, que sabe a memoria y amistad, dándole forma a aquella conversación que, recuerdo, comenzó en las luces de Rubén Darío, tan coruscantes, y acabó en el mismo antes de ayer de la poesía, que casi es hoy y es aún todavía; pero al final, ya se sabe, a uno le puede el momento, la fatiga del momento: ¿me perdonaría acaso no estar donde debería estar, diciéndole adiós a quien, sin exageración ni imprecisión ninguna, puedo llamar grande?