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Novedades en Crisis de Papel

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  • Qué hacer con la poesía   Raquel LanserosEl sol y las otras estrellasVisor. Madrid, 2024. La poesía es imprescindible; la mayoría de los libros de poesía que se publican son perfectamente prescindibles. O dicho con otras pal …
  • Benet y el síndrome de Diógenes   El plural es una lataBiografía de Juan BenetJ. Benito FernándezRenacimiento. Sevilla, 2024. El autor de esta primera biografía de Juan Benet tiene una de las principales cualidades necesarias para s …

Novedades en Café Arcadia

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  • Coraje y alegría: El arte de perder  Sábado, 22 de junioLOS NUEVOS MÁRTIRES Hojeo el periódico mientras llegan los amigos con los que he quedado para comer. Cuando llegan, no puedo por menos de comentarles una noticia.             —Di …
Autor: admin 7 junio 2008

Israel Paredes Badía

(Texto comenzado el 17 de marzo de 2008, día de San Patricio, patrón de Irlanda, patria, a su pesar, o por ello mismo, de James Joyce)

No sabía de su existencia. Quizá fue ese el motivo por el que mi mirada se posó rápidamente sobre aquel punto bien señalado pero alejado de los lugares céntricos a visitar en el mapa turístico de Dublín. Había muchos puntos con el nombre de James Joyce, pero aquel fue sin duda alguna el lugar que sabía que tenía que visitar, al que dirigirme. Me llamó la atención que estuviera en el mapa tan alejado del centro; algo así lo convertía en un lugar extraño, como si no perteneciera a la ciudad aun siendo parte esencial de ella. La distancia de aquel punto imponía un desplazamiento hacia el este de la ciudad y del río Liffey, esto es, hacia la parte más pobre de Dublín, algo que se hace patente al recorrer esas calles. Al caminar se va encontrando poca gente, constatando un descenso paulatino de presencia humana hasta que tan sólo se cruza con algún paseante de manera ocasional. El paisaje se vuelve más gris, el color del hormigón; todo parece construido con premura, casi sin interés, ni el del utilitarismo. Hay algo triste en esa zona, pero también hay un sentimiento de vida difícil de explicar pero sí de sentir. De alguna manera, es ahí donde uno siente de verdad que se encuentra en Dublín, que está en la ciudad. Y no porque en el resto no lo haga, sino porque en esa zona existe algo más profundo que aquello que reluce en las calles más céntricas y limpias, en sus edificios más populares.

Autor: admin 5 junio 2008

Alfonso López Alfonso

Yo sé que ver y oír a un triste enfada
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía,
a una región esquiva y desolada.

(Miguel Hernández)

LA DISTANCIA ENTRE EL QUERER SER Y EL SER

Empecé pensándolo de una vez. Me vino a la cabeza de repente: «Quiero ser Casona». Fue a los doce o trece años, mientras veíamos una representación de La dama del alba. En el programa de la función había una foto del autor. Aquel hombre calvo tenía una pose de dignidad tan natural que me hizo querer imitarlo. Además la obra me pareció buena. Como a Vila-Matas me gusta mezclarme con lo que leo, con lo que escribo y con lo que veo. Tengo el íntimo afán de hacerme un poco literatura para ver si así me salvo algo del olvido que me espera. Como Casona quería ser, quise ser, quizá con las últimas ascuas de ilusión que me quedan, quiero ser todavía un poco. Contarlo a la manera de Vila-Matas me gustaría en este momento, pero me falta mundo y conocimiento, y además no van conmigo ese aristocratismo y ese desdén por lo patrio que hacen falta para ser quien él es; para ser Casona me falta… mundo también, cordura, equilibrio, talento y bastante pulso. Al final, como aquellos nobles de antaño, uno es quien es, pero de verdad. Y ser de verdad, a pecho descubierto, a pulmón abierto, duele bastante más que ser con la protección de la cáscara social. No hay manera de esconderse y muchos días uno no soporta mirarse de arriba abajo y verse tan pobre.

Autor: admin 4 junio 2008

Alfonso Sánchez Rodríguez

A comienzos de 2008 se ha podido ver en la Huerta de San Vicente —la casa familiar de los García-Lorca en la vega granadina— una exposición singular. Se trata de Vida y hechos de Arthur Rimbaud, organizada por la Fundación Federico García Lorca y por La Casa Encendida. Entre los manuscritos, retratos y libros allí expuestos, destacaba un telegrama estremecedor que Rimbaud envió a su madre y a su hermana el 22 de mayo de 1891, seis meses antes de que un cáncer óseo acabara de devorarlo: «Hoy, tú o Isabelle, venid a Marsella por tren expreso. Lunes mañana amputan mi pierna. Peligro muerte. Asuntos serios por zanjar».

Autor: admin 2 junio 2008

Enrique Fuster del Alcázar

Las últimas ediciones de algunas obras de Jardiel presentan el inconveniente de no incluir los curiosos prólogos invariablemente titulados Circunstancias en que se imaginó, se escribió y se estrenó cada una de sus piezas y que exponen precisamente eso, es decir, las circunstancias en que la obra se gestó y vino al mundo escénico y que no pocas veces el autor aprovechaba para exponer sus propias teorías sobre la dramaturgia, que siempre resultan de interés. El porqué de esta acotación inicial se comprenderá al leer las líneas que siguen.

Hemos tenido la oportunidad de examinar tanto el manuscrito original de los dos primeros actos de la farsa Cuatro corazones con freno y marcha atrás como la sinopsis que Jardiel escribió a petición de Gregorio Martínez Sierra para hacerla llegar a un productor neoyorquino. Y hemos topado con la curiosidad de que la sinopsis titulaba la obra Cinco corazones con freno y marcha atrás en tanto el manuscrito redactado pocas semanas después utiliza ya el título que conocemos. Todo ello merced a un leve giro en el argumento gracias al cual las sales del doctor Bremón mantuvieron a cinco corazones con freno, pero solo a cuatro con marcha atrás.

Autor: admin 25 abril 2008

Eugenio Fuentes

Imaginen por un momento que existiera un único hombre sobre la Tierra y que tuviera a su alcance todos los inventos y adelantos mecánicos, pero que no dispusiera ni de un solo libro para conocer a qué ciudad o a qué nación pertenecía, quiénes fueron sus antepasados, qué historias les sucedieron, qué les hizo llorar o reír, qué sueños persiguieron o qué pesadillas los aterrorizaron. ¿Cuánto tiempo soportaría sin morirse de tristeza?

Por el contrario, imaginen que ese único hombre es un Robinson que para sobrevivir sólo dispone de sus manos y de un puñado de herramientas básicas, pero que, en cambio, tiene a su disposición la Biblioteca de Babel de Borges.

Autor: admin 24 abril 2008

Fernando Sánchez Alonso

A Susana, que me dio la tierra

El sábado 26 de agosto de 1950 se despidió de su hermana, y mientras recorría el pasillo de casa fue eligiendo, entre la pipa que le colgaba de los labios y que decidió concederse, para suprimir sospechas, para hacer coincidir la novedad que lo esperaba con la apacible rutina diaria, unas palabras que hablaban vagamente de cierta excursión al campo. «Volveré el domingo», dijo entre una bocanada atolondrada de humo. Luego cogió las maletas y abrió la puerta. Pero en vez de dirigirse a la estación, echó a andar, resueltas y brillantes las punteras de los zapatos, al hotel Roma, aceptando en el camino, y ya para siempre, el bochorno del verano, la ruina de sus cuarenta y dos años, el arrepentimiento de haber pagado como precio por malvivir la soledad, la extrañeza, la resignación de no creer en ninguna esperanza, solo un inútil éxito literario, todas esas maneras de ser Cesare Pavese.

Autor: admin 22 abril 2008

Javier Sáez de Ibarra

1. EL INSTANTE DE MELANCOLÍA

«Sabe Dios que, en cuanto comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, versados en el bien y en el mal». Entonces la mujer cayó en la cuenta de que el árbol tentaba el apetito, era una delicia de ver y deseable para tener acierto. Cogió fruta del árbol, comió y se la alargó a su marido, que comió con ella.

(Génesis 4, 6).

La hembra no soporta el deseo y muerde el fruto prohibido. En ese instante la sacude un estremecimiento de locura, un vértigo de horror; una felicidad divina corrompiendo su naturaleza abre sus ojos. De súbito adquiere la manifestación de lo real, la distinción de las cosas, un arranque de preguntas, la posibilidad de juzgar, la conciencia de sí, el gusto. Su cuerpo y su alma se colman de vida.

A su lado un simio la mira sin entender nada. Le hace un gesto para que le alcance de eso que ella ha comido. La mujer se vuelve hacia el ser que la acompañaba, y sabe que ha de tomar una decisión. La primera. Imagina su dominio sobre esa bestia, las posibilidades de su cautiverio; pero también comprende la soledad que se le avecina, ve las largas horas que esperan bajo el sol, las impotentes tardes. Debe elegir casi sin tiempo ante ese bruto que, agitando sus brazos poderosos, se impacienta, insiste. Teme la violencia que podrían desatar las ansias de él por afirmarse sobre ella, y su propia angustia por tener que combatirlo. El pobre quiere la fruta. No sabe el destino que acompaña a ese bocado.

Autor: admin 21 abril 2008

Vicente Duque

¿No has observado cómo cuando va a nacer una cosa todo cambia bruscamente de sentido? […] Cuando una cosa se ha traído verdaderamente al mundo no es como algo que «ocurre», de repente ya no hay más ojos que los suyos para ver, y queda definitivamente excluido el que pudiera no ser; no hay nada que no esté bien. (El mar de las Sirtes)

Autor: admin 21 abril 2008

Mercedes Castro Y Punto

Alfaguara, Madrid, 2008

En este tiempo de paridad, en el que los desvaríos de la corrección política degradan más que dignifican el «mérito» de ser mujer, nos topamos con una radiante excepción, una novela notable que sí parece pertinente abordar considerando el cariz del cromosoma.

Autor: admin 21 abril 2008

Bruno Snell: El descubrimientodel espíritu

Acantilado, Barcelona, 2008

El camino entre los mitológicos héroes homéricos hasta la Arcadia feliz que nos encontramos en las églogas virgilianas es un periplo complicado y lento que ha supuesto una evolución en la manera de pensar y actuar del ser humano. El hombre, despojado de toda influencia divina que lo somete a su voluntad y que con su consejo intenta guiarlo en la dura batalla épica que es la vida, sabe que su manera de actuar responde a unos mecanismos internos y a un ethos, a un comportamiento, determinado que influye en el entorno que le rodea.