Archivo de abril, 2008

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viernes, abril 25th, 2008

Eugenio Fuentes

Imaginen por un momento que existiera un único hombre sobre la Tierra y que tuviera a su alcance todos los inventos y adelantos mecánicos, pero que no dispusiera ni de un solo libro para conocer a qué ciudad o a qué nación pertenecía, quiénes fueron sus antepasados, qué historias les sucedieron, qué les hizo llorar o reír, qué sueños persiguieron o qué pesadillas los aterrorizaron. ¿Cuánto tiempo soportaría sin morirse de tristeza?

Por el contrario, imaginen que ese único hombre es un Robinson que para sobrevivir sólo dispone de sus manos y de un puñado de herramientas básicas, pero que, en cambio, tiene a su disposición la Biblioteca de Babel de Borges.

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El viaje a la ceniza

jueves, abril 24th, 2008

Fernando Sánchez Alonso

A Susana, que me dio la tierra

El sábado 26 de agosto de 1950 se despidió de su hermana, y mientras recorría el pasillo de casa fue eligiendo, entre la pipa que le colgaba de los labios y que decidió concederse, para suprimir sospechas, para hacer coincidir la novedad que lo esperaba con la apacible rutina diaria, unas palabras que hablaban vagamente de cierta excursión al campo. «Volveré el domingo», dijo entre una bocanada atolondrada de humo. Luego cogió las maletas y abrió la puerta. Pero en vez de dirigirse a la estación, echó a andar, resueltas y brillantes las punteras de los zapatos, al hotel Roma, aceptando en el camino, y ya para siempre, el bochorno del verano, la ruina de sus cuarenta y dos años, el arrepentimiento de haber pagado como precio por malvivir la soledad, la extrañeza, la resignación de no creer en ninguna esperanza, solo un inútil éxito literario, todas esas maneras de ser Cesare Pavese.

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Eva. Cuatro Momentos

martes, abril 22nd, 2008

Javier Sáez de Ibarra

1. EL INSTANTE DE MELANCOLÍA

«Sabe Dios que, en cuanto comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, versados en el bien y en el mal». Entonces la mujer cayó en la cuenta de que el árbol tentaba el apetito, era una delicia de ver y deseable para tener acierto. Cogió fruta del árbol, comió y se la alargó a su marido, que comió con ella.

(Génesis 4, 6).

La hembra no soporta el deseo y muerde el fruto prohibido. En ese instante la sacude un estremecimiento de locura, un vértigo de horror; una felicidad divina corrompiendo su naturaleza abre sus ojos. De súbito adquiere la manifestación de lo real, la distinción de las cosas, un arranque de preguntas, la posibilidad de juzgar, la conciencia de sí, el gusto. Su cuerpo y su alma se colman de vida.

A su lado un simio la mira sin entender nada. Le hace un gesto para que le alcance de eso que ella ha comido. La mujer se vuelve hacia el ser que la acompañaba, y sabe que ha de tomar una decisión. La primera. Imagina su dominio sobre esa bestia, las posibilidades de su cautiverio; pero también comprende la soledad que se le avecina, ve las largas horas que esperan bajo el sol, las impotentes tardes. Debe elegir casi sin tiempo ante ese bruto que, agitando sus brazos poderosos, se impacienta, insiste. Teme la violencia que podrían desatar las ansias de él por afirmarse sobre ella, y su propia angustia por tener que combatirlo. El pobre quiere la fruta. No sabe el destino que acompaña a ese bocado.

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En la ribera de las Sirtes

lunes, abril 21st, 2008

Vicente Duque

¿No has observado cómo cuando va a nacer una cosa todo cambia bruscamente de sentido? […] Cuando una cosa se ha traído verdaderamente al mundo no es como algo que «ocurre», de repente ya no hay más ojos que los suyos para ver, y queda definitivamente excluido el que pudiera no ser; no hay nada que no esté bien. (El mar de las Sirtes)

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Negro… y rosa

lunes, abril 21st, 2008

Mercedes Castro Y Punto

Alfaguara, Madrid, 2008

En este tiempo de paridad, en el que los desvaríos de la corrección política degradan más que dignifican el «mérito» de ser mujer, nos topamos con una radiante excepción, una novela notable que sí parece pertinente abordar considerando el cariz del cromosoma.

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La génesis del pensamiento

lunes, abril 21st, 2008

Bruno Snell: El descubrimientodel espíritu

Acantilado, Barcelona, 2008

El camino entre los mitológicos héroes homéricos hasta la Arcadia feliz que nos encontramos en las églogas virgilianas es un periplo complicado y lento que ha supuesto una evolución en la manera de pensar y actuar del ser humano. El hombre, despojado de toda influencia divina que lo somete a su voluntad y que con su consejo intenta guiarlo en la dura batalla épica que es la vida, sabe que su manera de actuar responde a unos mecanismos internos y a un ethos, a un comportamiento, determinado que influye en el entorno que le rodea.

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Homero en Marbella

lunes, abril 21st, 2008

Juan Bonilla: La Costa del Sol en la hora pop

Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2007

En Nueva York, allá por el año 15, Juan Ramón Jiménez —irremediablemente moderno ante lo que ya se apuntaba como post— se preguntaba: «¿Es la luna o es un anuncio de la luna?». En este interrogante algunos han visto, anticipada y encapsulada, la teoría de Baudrillard sobre el simulacro. Con Marbella, en cambio, hace tiempo que no cabe hacerse esa pregunta, por lo obvio de la respuesta: naturalmente que Marbella es un anuncio de Marbella. O un anuncio de un anuncio de Marbella. O…

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Una sensualidad lucida a través del tiempo

lunes, abril 21st, 2008

Rafael José Díaz: Antes del eclipse

Pre-Textos, Valencia, 2007

Para Rafael-José Díaz (Santa Cruz de Tenerife, 1971) resulta imposible vivir sin hacerse una imagen convincente del mundo, en su sentido más universal y totalizador. Pero tal imagen del mundo y del lugar que ocupa el yo en ese vasto entramado nunca se resuelve por la reflexión abstracta (lo cual es tarea más propia del filósofo que del poeta), ni por la reflexión a partir de experiencias sensibles y de imágenes luminosas, como ocurre en la gran tradición de la poesía meditativa, tan cultivada en la lírica española de las últimas décadas. En nuestro poeta nunca ha ocurrido así: su imago mundi siempre ha brotado de una experiencia intensamente sensual, para luego hacerse poesía y expresarse en una palabra tersa, dirigida también a los sentidos (a la vista, al tacto y al olfato, principalmente), a nuestra corporeidad más inmediata; de manera que el juicio y el concepto intelectuales parecen totalmente ausentes, aunque siempre —y he aquí la magia de esta poesía— su verso nos incita, de un modo más jubiloso o elegíaco, a preguntarnos sobre nuestro lugar en el mundo y el sentido de nuestra existencia. Así, todo deleite erótico y sensual —que lo hay, y abundante— alcanza una significación trascendente.

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La mirada del tiempo

lunes, abril 21st, 2008

Luis García Montero: Vista cansada

Visor, Madrid, 2008

Vista cansada, el último libro de Luis García Montero, es el segundo título que se publica bajo el sello de Palabra de Honor, la nueva colección poética de Visor. La andadura editorial se ha inaugurado con Mundar, de Juan Gelman, y el libro que ahora nos ocupa. Ambos suponen, al mismo tiempo, un balance y una inflexión en la trayectoria de sus respectivos autores. En ese sentido, Vista cansada constituye una summa vitae contemplada desde el horizonte de la madurez, pero también indaga en otros territorios que enriquecen el universo figurativo del escritor. Las seis partes del libro aportan una mirada sobre los espejismos de la primera persona, en un recorrido que abarca desde la genealogía del sujeto hasta las incertidumbres del presente: «Preguntas», «Infancia», «La ciudad que no quiso ser palacio», «Segundo tiempo», «Punto y seguido (Habitación con vistas a tu cuerpo)» y «Vista cansada». Sin embargo, estas divisiones no establecen una ruptura en el discurso, sino que proponen niveles de lectura complementarios. De este modo, las piezas que componen el puzzle se articulan en torno a diversas preocupaciones recurrentes.

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Una discreta complejidad

lunes, abril 21st, 2008

Jane Kenyon De otra manera

Selección y traducción de Hilario Barrero. Pre-Textos, Valencia, 2007

Jane Kenyon (1947-1995), esposa del importante poeta Donald Hall y prematuramente fallecida tras una heroica lucha contra la leucemia, es considerada una figura de primer orden en el panorama de la literatura estadounidense reciente. Pero, además, destaca por su sólida popularidad entre lectores muy variados y por sus éxitos de ventas.

Acostumbrados a la complejidad explícita de poetas como John Ashbery o Charles Wright, herederos directos de la modernidad anglo-americana, el mundo predominantemente rural y doméstico de Jane Kenyon podría parecer «fácil» (lo que también explicaría el haber sido adoptada rápidamente en los cursos elementales de literatura de los institutos y las universidades de su país). Sin embargo, la transparencia de Jane Kenyon esconde otro tipo de complejidad quizás explicable por analogía con la inspiración solitaria de Emily Dickinson, también surgida al margen de estímulos urbanos o universitarios.

En el poema «Interiores holandeses» Jane Kenyon reivindica la capacidad de lo más insignificante y cotidiano para producir sentido: «Ahora dime que el Espíritu Santo / no mora en el juego de luces / sobre la cuchillería». Como en Emily Dickinson, el punto de partida de la Kenyon es lo más próximo: los espacios de la casa y sus alrededores (el jardín, el granero), los muebles y los enseres. Pero las ondas de sentido, la poesía que de ese entorno se desprende, no siempre coinciden con las de la solitaria de Amherst.

En la obra de Jane Kenyon no se produce la estilización naïf del ámbito anacrónicamente provinciano y rural, ni tampoco su elevación a sugerencias religiosas o filosóficas. La vida del pueblo, las labores domésticas, las diferentes horas del día o el paso de las estaciones se captan en su belleza más concreta y efímera, como en las páginas de un diario o en un poema oriental. Esta sencilla complejidad de la Kenyon explica su preferencia por el preciosismo sensual de John Keats como ideal de estilo.

Pero en los intersticios de lo concreto tan felizmente vivido se agazapa otro nivel de sentido, muy afín a la preocupación de Emily Dickinson por la dificultad de vivir: «No es el morir lo que nos duele tanto, / vivir sí que nos duele mucho más». Jane Kenyon escribe: «Entonces supe / que tendría que vivir y continuar / viviendo: qué doloroso fue; y todavía / qué dolor quema / pero no destruye mi corazón». En contrapunto con el éxtasis casi erótico ante la forma y el aroma de las peonías blancas o el tranquilo placer del amor conyugal en la «delicada tristeza del crepúsculo», una gota de salsa seca expone la vulnerabilidad de una persona; y una pera que se empieza a pudrir, la mediocridad aneja a la edad madura. (Este discreto contraste, apoyado en lo anecdótico, introduce una dimensión narrativa cercana a Chéjov). Hasta que, en el registro más dramático y desnudo, irrumpen la depresión, las enfermedades fatales o las muertes ajenas: «Pero a veces lo que parece un desastre / es un desastre».

La sensibilidad de Hilario Barrero (diarista, además de poeta) no podía ser más adecuada para preparar y traducir excelentemente una antología de una lírica arraigada en los detalles y en lo cotidiano, acompañándola, además, de un prólogo penetrante e informativo.

José Muñoz Millanes