Autor: 26 enero 2007

Antonio Osório: El lugar del amor
Olifante. Zaragoza, 2006

Es uno de los poetas que más han destacado en la literatura portuguesa contemporánea. Nacido en 1933 y abogado de profesión (ha tenido un cargo equivalente al de presidente del Consejo General de la Abogacía en España), inició su andadura literaria con A raíz afectuosa (1972), y a partir de ahí ha desarrollado una amplia trayectoria poética, con títulos como A Ignorancia da morte (1978), Aforismos mágicos (1985), Planetario e Zoo dos homens (1990) o Crónica da Fortuna (1997). En el libro que ahora nos ocupa, El lugar del amor (1981), dividido en dos partes claramente diferenciadas (“A teia Dupla” y “A Felicidade da Pintura”) va elaborando una obra propia. Los primeros poemas son cortos y luminosos, tratan sobre el deseo y el amor, fundamentalmente, aunque también sobre la muerte. Reflexiona sobre temas en los que no habíamos reparado anteriormente, dándole la vuelta a los tópicos. Así, se profundiza en las relaciones entre el amor y el dolor. Podríamos ver en ellos cierta cercanía a Andrade. A veces habla de algunos descubrimientos, como la desfloración. En algunas ocasiones se acerca al epigrama clásico de la Antología palatina, o a los herméticos italianos. Podríamos calificarle como un poeta de línea clara: “Matriz / de remos que se agitan: / terreno de búsquedas, manipulaciones; / celda / donde no hay desespero; / el lugar del amor”. Como se nos señala en la introducción, se trata de una poesía declaradamente reflexiva y con pretensión de universalidad, que se va acrecentando a medida que la obra progresa.

En “Gratitud que no sabe a quién debe ser grata” nos recuerda al Borges del “Otro poema de los dones”, dando las gracias a un ente superior ignoto por las maravillas de este mundo, mediante una enumeración más o menos caótica. También en esta sección dedica poemas a su familia, aunque sabe evitar el fácil ternurismo, como Víctor Botas o Miguel d´Ors. Asimismo, vemos presente en su obra la preocupación por la naturaleza (ha cultivado sus tierras y es presidente de la Asociación portuguesa de Derecho Medioambiental).

Otros poemas están dedicados a diversos cuadros y a sus autores, como en A la pintura, de Alberti. Pero es un culturalismo vivido y asumido, no como el adorno meramente presuntuoso y externo que otros emplearon en algunas ocasiones. “Felicidad de la pintura” se llama esta sección. Hay poemas como “Camôens”: “Mi padre me leía a Camoêns. / La tristeza de ambos / se juntaba, en mí crecía. / Y la voz, el inalterable / sumergirse de las palabras, / procreaba sarmentosas lianas”.

La introducción y la traducción corren a cargo de Pilar Fernández Hernández y Ernesto García Cejas. En los poemas se mantiene el ritmo, generalmente, aunque el texto en castellano peca a veces de ser demasiado literal, empleando palabras españolas en desuso (“Y el rolido del mar / en los cuerpos que se aman”), deseo expresado por ambos traductores en la introducción, en donde dicen que han buscado sobre todo la fidelidad al original, a menudo ateniéndose a la literalidad. Expresan su deseo de que la traducción se use solo como apoyo, y de que el lector hispano se adentre en los poemas en su lengua original.

Podríamos ver alguna relación entre Antonio Osório y la poesía española de los autores del 50, generación a la que él pertenece, aunque el culturalismo lo acerque más a autores posteriores.

Vicente García


Introducir comentario

Solo se publicarán mensajes que:
- sean respetuosos y no sean ofensivos.
- no sean spam.
- no sean off topics
- siguiendo las reglas de netiqueta, los comentarios enviados con mayúsculas se convertirán a minúsculas.