Autor: 14 septiembre 2009

Javier G. Cozzolino
Tulipanes para Zamudio
Universos, Mieres, 2009

En 1928 un joven asturiano sorprendía a la intelectualidad madrileña —que entonces, más que ahora, era la que contaba— con la publicación de un conjunto de relatos titulados El blocao. Los relatos, bastante independientes entre sí, tenían en común un tema: la guerra de Marruecos. Su autor, José Díaz Fernández, había estado de soldado en Marruecos entre 1921 y 1922 y en la obra, echándole algo de literatura al asunto, hablaba de lo que había visto. El libro tuvo éxito, pronto alcanzó nueva edición, se tradujo a varios idiomas y fue catalogado muy apropiadamente por la crítica como una novela de ambiente, en cuanto que, si bien en él no estaba presente el desarrollo dramático tradicional de la novela, sí había una precisa unidad atmosférica. Lo que se respira en todos esos relatos es el absurdo de la guerra y la podredumbre humana en que acaba convertido un soldado.

Javier G. Cozzolino no ha escrito una novela de la guerra marroquí, pero sí ha hecho una buenísima novela de ambiente, fundamentalmente del ambiente de la Argentina postMenem —aunque en el relato “504” hay un viaje al pasado reciente, el que emana de la última dictadura— un país al que la realidad vino a apear de un mazazo de un tren de vida que no le correspondía. Zamudio, el protagonista de varios de los relatos que componen el volumen, es un periodista fracasado y desbordado por las responsabilidades familiares con que lo apremian su mujer Silvita y sus tres hijos, al que un amigo le da la oportunidad de reconducir su vida metiéndolo como redactor en una revista; Zamudio es un personaje a la vez cotidiano y excesivo: «Y yo creo en Dios, soy católico, apostólico y romano, estoy en contra del uso de anticonceptivos, vivo en un barrio lleno de peruanos y bolivianos y voy por mi tercer hijo», piensa decirle a su amigo Sisca. Un personaje contradictorio que representa muy bien la deriva de cierta clase media venida a menos. El Beto Armijo, que aparece y desaparece a lo largo del libro, es uno de esos trabajadores bolivianos que pululan por Buenos Aires y tan bien presentó Adrián Caetano en su película Bolivia, un sin papeles abocado al trabajo duro y marginal al lado de los chinos Ming y Ming II, un joven instintivo, visceral y bastante inmaduro que se muestra incapaz de sacar adelante a su mujer y su hijo. Los hermanos del Beto sobreviven con el trapicheo de drogas, él, rudo, sentimental y valiente, no quiere pertenecer a ese mundo y se ve inmerso en otro que se lo pondrá aún más difícil; un mundo en el que predominan los prejuicios y la lucha por la dignidad equivale a la lucha por la vida. Hay otros personajes igualmente incompletos, como Shultz, que deja pasar el tiempo con un cigarrillo pegado a los labios, o el padre de Zamudio, obsesionado con la muerte de su madre cuando él era un niño, y entre todos componen una galería de espectros tan tangibles, tan sumamente verosímiles, que dan para tomarle el pulso a un país amado por sus ciudadanos y en el que, esos mismos ciudadanos, viven reputeando de los gobiernos de turno. Los personajes de Tulipanes para Zamudio parecen la metáfora perfecta de la Argentina actual, son gente con condiciones empujada no se sabe muy bien cómo hacia la incomprensión y la derrota, del mismo modo que un país que lo tiene todo no acaba de levantar cabeza tras la caída de la magra purpurina que sostenía el falso sueño neoliberal hecho añicos en 2001.

Tengo la impresión de que Tulipanes para Zamudio es un libro más adecuado para leer en estos tiempos de crisis que muchos de esos manuales que ahora —a buenas horas mangas verdes— se dedican a explicarla minuciosamente, con exhaustivas tablas y datos económicos y sociológicos en sus páginas.

En el todavía joven catálogo de la editorial Universos abundan los escritores con trayectoria dilatada en revistas a los que se les da la primera oportunidad de aparecer en libro. En esta misma colección de narrativa en la que aparece el primer libro de Cozzolino en España, están también las asturianas Inés Toledo y Ana Vega con sus operas primas respectivas. Cozzolino colabora habitualmente en la muy original revista HermanoCerdo, que acrisola literatura y artes marciales. Este autor es todo un descubrimiento, y, lo mejor que se puede decir de él, como de cualquiera que valga la pena en esto de la literatura, es que merece la pena leerlo.

Alfonso López Alfonso


Introducir comentario

Solo se publicarán mensajes que:
- sean respetuosos y no sean ofensivos.
- no sean spam.
- no sean off topics
- siguiendo las reglas de netiqueta, los comentarios enviados con mayúsculas se convertirán a minúsculas.