Fernando Iwasaky
rePublicanos
Algaba, Madrid, 2009
A Fernando Iwasaki estamos acostumbrados a verlo asomado a la efervescente actualidad desde de sus artículos en el diario ABC, al frente de la revista literaria Renacimiento, participando en debates televisivos o recorriendo la geografía nacional para presentar libros propios y ajenos. Tanto trasiego hace olvidar que este peruano residente en Sevilla desde hace veinte años es un historiador compulsivo que siempre termina por encajarnos esa esclarecedora visión suya de la realidad, propia de quienes llevan la Historia a mano, como si fuesen unas gafas de presbicia que uno se ajusta para mejor entender cualquier cosa que acontece.
Incapaz de sustraerse a los juegos de palabras a los que es aficionado nos presenta su reciente trabajo, rePublicanos, sobre cuyo manipulado prefijo recae el peso de su mordacidad. La firma de Iwasaki sería autosuficiente pero, para una predisposición aún más favorable, este ensayo que analiza las correlaciones históricas entre España e Hispanoamérica desde la Independencia, llega con vitola de merecido premio (Algaba 2008, promovido por Ámbito Cultural).
Desde que en 1824 quedase pactada la Independencia de Hispanoamérica los destinos de España y de las que fueron sus colonias han seguido rumbos paralelos, en lo bueno y en lo malo como reza la ley del matrimonio. La metrópolis, ya sabemos, diseminó sus vicios y virtudes entre los pueblos que, queriendo y sin querer, moldeó a su imagen y semejanza, y que en la azarosa travesía hacia su autonomía generaron una insólita estirpe, a medio camino entre el inca y el virrey.
Tiene Iwasaki doble nacionalidad, por lo que no cabe temer que su objetividad se escore hacia un lado u otro del Atlántico hasta dejar de serlo. Su análisis se cimienta en la pacata realidad española del xix, reacia al progreso y protectora de sus estancos estamentos sociales. La proyección de España en los países donde tuvo presencia resultó fiel reflejo de lo alentado en el transcurso de este desaprovechado siglo: codicia, endogamia y superstición.
El débil eco de la Ilustración que en nuestro país quedó patente en insensateces como la de prohibir la obra de Voltaire, convirtió a España en un parque temático del primitivismo por el que deambularon festivamente aventureros como Irving, Andersen o Mérimée. Idéntico hermetismo evitó también que nos beneficiásemos de la corriente afrancesada que nos hubiese enganchado a la modernidad en lugar de seguir vegetando en el marasmo absolutista de Fernando VII.
Desgajada de la tradición golpista española surgió en Latinoamérica la larga nómina de clónicos caudillos y dictadorzuelos que, según se desprende de los socarrones sarcasmos de Iwasaki, compartieron ínfulas vitalicias, apego a las condecoraciones pectorales y retratos con pose «vagamente napoleónica» (pág.96).
Muy lúcida es también la crítica a la demagógica estrategia antirracista emprendida por los gobiernos progresistas latinoamericanos, delirantes en su defensa a ultranza del inca pero discriminadores con las minorías étnicas surgidas a lo largo de cinco siglos de mestizaje.
Por otra parte el difuso concepto de nación y el fervor patriotero de Hispanoamérica son extrapolados a nuestro país, confrontados con perspicacia con nuestros exaltados nacionalismos. A unos y a otros les recuerda Iwasaki que, al fin y al cabo, «el nacionalismo solo es un malentendido entre el atlas y el registro civil» (pág. 132).
En el aspecto religioso establece el escritor las diferencias entre el laicismo de allá, respetuoso con las creencias del otro, y el laicismo de acá que persevera en un legendario ajuste de cuentas anticlerical sin enterarse de que no es lo mismo ser laico que hereje por ser incompatibles el respeto y la herejía (pág. 120).
Las últimas páginas nos remiten al entorno literario, a las convergencias y divergencias entre escritores que, desde la narrativa y la poesía, explicaron el mundo en una misma lengua.
Un libro más que recomendable para público plural, de talante ameno, irónico e instructivo. Fernando Iwasaki fue profesor titular de Historia en la Pontificia Universidad Católica de Perú. Se nota por cómo practica el clásico docere et delectare.
Lale González-Cotta