Víctor Hugo: El promontorio del sueño
Siruela, Madrid, 2007
En 1834, un Víctor Hugo siempre atento a los avances técnicos, vivió la experiencia de mirar la luna por un telescopio en el observatorio del astrónomo François Arago. Muchos años después, escribiría esta extraña y fascinante obra, poema en prosa a veces, delirante evocación de muchas mitologías, orgía de sensaciones sobre lo que forma al ser humano, la capacidad de soñar.
Victoria Cirlot traduce y prologa el libro brillantemente, destacando la modernidad implícita de un texto que, según dice, se ha relacionado, por su tratamiento del sueño, con la Aurélie de Nerval, lo que, junto a la obra de Novalis, vendría a constituir algo así como un precedente del surrealismo: “Llena el folio de nombres elegidos por su sonoridad, salta de uno a otro, llevado por no se sabe qué lógica, y hasta tal punto conduce al lector a una carrera vertiginosa que este no oye un segundo de silencio, concentrando su atención al máximo como reclamaba Breton para la escritura automática”. No se trata, no obstante, aclara Cirlot, de este tipo de escritura, pero sí hay una intención por parte de Hugo de dejarse ir en lo sensitivo, en lo visionario, en consonancia con los pequeños cuadros que pintaba, llenos de figuras borrosas y abstractas, como manchas insinuantes, algunos de los cuales se reproducen en esta edición.