Antonio Moreno
Para la escritora Jan Morris una imagen de la felicidad sería marchar en automóvil por alguna carretera solitaria de Castilla; conducirlo acompañada por no recuerdo qué música, alguna pieza jazzística tal vez, o puede que algún concierto de Mozart, aunque no importa mucho ser precisos en este punto, porque el contenido de esa representación de la dicha tampoco cambiaría demasiado.
La vida de Jan Morris —nacida en 1926, hoy aún vive— resulta bastante singular. Fue, entre otras cosas, oficial británico del 9.º Regimiento de Lanceros de la Reina —cargo que hoy nos evoca los tiempos de un Kipling, más que los de la propia Morris—, corresponsal del Times, y también formó parte de la expedición que por vez primera coronó el Everest, en 1953. En 1972, a los cuarenta y seis años de edad, cambió de sexo en Marruecos, donde fue intervenida. Entonces debió divorciarse de la mujer con la que tuvo cinco hijos y con quien, según informaron los periódicos, ha vuelto a casarse este mismo año, el 2008, puesto que en realidad nunca había dejado de convivir junto a su familia. El deseo de las dos ancianas es que cuando mueran las entierren cerca de su casa, bajo un epitafio que rece: «Aquí hay dos amigas, al final de una vida juntas». Tras su metamorfosis, Morris continuó viajando y escribiendo excelentes libros de viajes y de historia. De todo esto habla la escritora en Conundrum (1974), el absorbente libro autobiográfico —en 1976 se tradujo al español con el título de El enigma— en donde refiere su trayectoria vital hasta aquel momento.