Autor: admin 12 mayo 2007

Fernando Sánchez Alonso

Me ha hecho gracia tu pregunta.

Hay cosas que no pueden saberse, pero tal vez pueda ayudarte la explicación de que hasta donde me alcanza la memoria mi vida ha sido un viaje de ida hacia las negruras (no dramatizo) del que casi siempre ha estado excluida la promesa de regreso a la felicidad, rudimentaria y afable, no vayas a creerte que extremo las ambiciones, una felicidad que yo cifraba en aquella pequeña casa de campo que hace tiempo que no es mía porque se la quedó mi antigua mujer cuando hicimos la separación de bienes; en la familia que acabó abandonándome a mi suerte, no se lo reprocho; en el ímpetu de la adolescencia, que ha sido sustituido por la cobardía, lo único que hoy puedo ofrecerte; en el amor que aprendí a querer y a desear sin éxito.

Autor: admin 4 julio 2006

Eugenio Fuentes

I

En el capítulo 116 del Libro primero de El hombre sin atributos, el protagonista, Ulrich, critica el frecuente uso que Arnheim —el hombre con atributos— hace de la palabra alma. Su reproche, impensable en el mundo romántico de un siglo atrás, dice así: “El que personas como Arnheim hablen tanto sobre el alma es una simple frivolidad; no tienen por qué, para eso está la religión”.

Con su magna y ambiciosa novela, Robert Musil pretendía mostrar el final del mundo racionalista, ordenado, jerárquico y fiado en unos valores universales de la Euro­pa anterior a la I Guerra Mundial: la transcripción de cómo las certidumbres europeas se derrumban a partir del derrumbamiento del imperio austrohúngaro. Junto a la muerte de muchos otros conceptos que a partir de aquel momento quedaban confusos, también se incluía la inconveniencia de utilizar esa difusa palabra. La palabra alma —âme, Seele, soul, ànima…— se vacía de contenido porque el discurso ideológico, moral y cósmico que la incluía, como un fragmento más, también se ha vaciado.