Giacomo Leopardi
Diario del primer amor
Traducción de César Palma
Errata Naturae, Madrid, 2009
Puede parecer, en una primera ojeada o incluso tras una primera lectura, que este Diario del primer amor de Giacomo Leopardi es un resto arqueológico, y que si tiene algún interés será únicamente para los muy devotos del solitario de Recanati. Es, de hecho, lo que a mí me pareció al leerlo por primera vez. Sin embargo, después de haberlo releído despacio, pensando en su canto X, «El primer amor», y en el Zibaldone, y en el nacimiento del Romanticismo sobre las ruinas del sueño de la Razón, pero sobre todo pensando en los diarios adolescentes, tan rematadamente cursis, tan dramáticamente sensibleros, que he cometido el pecado de leer (un pecado del que, como de la mayoría de los que he cometido, no me arrepiento), mi opinión es otra. Sobre estas pocas páginas se proyecta la sombra turbada y candorosa de un joven que, al cerrar las puertas de su biblioteca y abrir las de su corazón, contrae su primer constipado amoroso, un catarro que, como todos sabemos, nunca se acabará de curar.