Nota y versión de Antonio Linares Familiar
En 1933 William Butler Yeats publica La escalera de caracol, seis años antes de su muerte y en un momento no solo de madurez creativa, sino también cargado y renovado en sus energías vitales y de escritor tras superar una enfermedad. La escalera de caracol supone, dentro de la obra poética del autor irlandés, una prolongación de La torre (1928) ambas obras se complementan, se acompañan y crecen en intensidad y significado a la par. En los dos textos encontramos, como si fueran sombras el uno del otro, poemas gemelos en temática y simbología; si en La torre aparecen, entre otros, «Navegando hacia Bizancio», «La Torre», «Mi mesa» o «Un hombre joven y anciano», en La escalera de caracol son «Bizancio», «La sangre y la luna», «Un diálogo entre el ser y el alma» o «Una mujer joven y anciana» sus iguales. Mas es en La escalera de caracol donde Yeats avanza en su evolución creativa, donde hace que cada ornamento, cada riqueza de detalle se desvanezca en un fondo oscuro, donde sólo unos pocos objetos (la torre, la llama, la espada…) brillan con una claridad que trasciende de lo natural. Lo que en La torre era un mundo pleno en el que los símbolos se desarrollaban a través de un creciente significado del paisaje, del mobiliario, de coloridos cuadros, se torna, en La escalera de caracol, en un universo empequeñecido y doloroso, sin adornos, en blanco y negro, donde parece poco posible representar una imagen humana en un dominio en el que elementos externos al hombre le agitan, mueven y rasgan en una geografía oscura y nocturna.