Archivo de noviembre, 2007

Diario de un hombre tranquilo

domingo, noviembre 4th, 2007

Iñaki Uriarte

Pla dice que hay que escribir como se escribe una carta a la familia, pero con un poco más de cuidado. Aquí voy a hacerlo como si hasta las cartas fueran un alarde de retórica. Como si hablara solo.

Leer el periódico hasta la última coma, o prescindir absolutamente de él, entretenerme con novelas baratas, seguir con atención programas birriosos en la tele, ser afable con todo el mundo, esos son mis síntomas más claros de bienestar.

Me llaman de ETB para que acuda a un debate en euskera en nombre del Foro de Ermua. Ni sé euskera ni me importa nada el Foro de Ermua, del cual firmé su manifiesto inicial porque no me parecía mal, no tenían firmas y E. insistió en que lo hiciera. Pero el Foro se convirtió enseguida en algo que no tenía mucho que ver con el manifiesto.

(más…)

Cuando el tiempo llegue

sábado, noviembre 3rd, 2007

Fernando Sánchez Alonso

A Giovanna, secretamente

Todavía no has visto la carta. Todavía te faltan tres horas para darte de bruces con la locura y el horror, como consignarás más tarde, sin exagerar un punto, en tu grabadora Sony. Ahora solo cabe esperar, pero cuando el plazo se cumpla, cuando inicies el gesto de introducir la llave en la cerradura y entres en casa, empezará todo. Primeramente, dejarás la mochila en el pasillo y casi a tientas avanzarás hasta el salón oyendo bajo tus pasos el refunfuño estropeado de la vieja tarima flotante que nunca nos decidimos a cambiar, ¿te acuerdas? (Pero ya no nos quedará tiempo, amor, ya no nos quedará tiempo para eso ni para nada.) Luego te detendrás en el umbral del salón y apretarás el interruptor que enciende los halógenos del techo. Está a punto de comenzar tu noche oscura.

(más…)

A propósito de Les Bienveillantes

jueves, noviembre 1st, 2007

José Luis Atienza Merino

Cuando hace meses acabé la lectura de Les Bienveillantes, la célebre novela de Jonathan Littell, que en el otoño de 2006 recibió los dos galardones más importantes de la literatura francesa, el Gran Premio de la Academia y el Goncourt, y cuya traducción al castellano RBA había prometido para comienzos de 2008 pero ahora anuncia —¡hagamos caja cuanto antes señores y mejor en Navidad! (en Francia Gallimard parece haber vendido en un año no lejos de un millón de ejemplares)— para el 7 de noviembre de 2007, la primera de mis urgencias fue darme un largo baño purificador, que hubiese aderezado con sales minerales y aromas florales de haber tenido esos productos en las repisas de mi cuarto de aseo. Tenía necesidad de limpiarme de los olores a cuerpos putrefactos, carne incinerada, sangre, mierda, orines y vómitos, de los que me había impregnado durante las repetidas, interminables, terribles y crudas escenas a las que había asistido en primerísimo plano y de las adherencias sobre mi piel de esquirlas de huesos craneanos y restos de masa cerebral que me habían alcanzado durante las frecuentes ejecuciones masivas que había contemplado allí donde el autor me había colocado, al borde mismo de las inmensas fosas colectivas excavadas poco antes por las manos de los mismos judíos que, bajo el efecto de las balas, descerrajadas frecuentemente a bocajarro en la frente o en la nuca, caían inánimes en ellas sobre el fango enrojecido y los cuerpos aún tibios de los que les habían precedido, y también de las salpicaduras de semen y otros fluidos corporales efecto de la impuesta asistencia a los violentos, fríos y deshumanizados encuentros sexuales de Max Aue, el oficial de las ss protagonista de la novela, o del paso, en su compañía, bajo los cadáveres calientes y desnudos de ahorcados «cuyas vergas hinchadas todavía eyaculaban».

(más…)