Autor: rafael 6 julio 2010

En el café de la juventud perdida
Patrick Modiano
Anagrama, Barcelona, 2008

Todos somos Modiano

Ya nos había presentado Modiano las tres vidas de mujeres anónimas, y plenamente conscientes de serlo, que poblaron su libro Las Desconocidas, que publicó en castellano Debate, en 2001. Su lectura dejó en este lector la sensación de que había más, de que el autor tenía mucho más que contarnos de cada una de esas jovencitas, casi adolescentes, a las que el destino o el azar, siempre aliados contra ellas, había llevado a vidas difíciles, inseguras, aunque dignas en sus modestas soledades.

Autor: admin 3 junio 2010

No soy historiador, de modo que no se deberá esperar de estas cuartillas revelaciones extraordinarias ni novedosas. No soy más que un escritor, y si no se me tomara por una arrogancia, diría que un modesto novelista y un poeta que se ha ocupado de hechos nimios casi siempre, y de un hecho nimio, microscópico, voy a ocuparme ahora: de una fotografía.

Llegó después de la guerra al Ministerio de Fomento, requisada por algún servicio de incautación del ejército vencedor. Allí permaneció sepultada muchos años, hasta que este Ministerio cedió en los años sesenta sus viejos archivos de la guerra al Ministerio de Información y Turismo, que a su vez los traspasó al de Cultura, donde seguían en 1984, año en el que finalmente este Ministerio hubo de desalojar el edificio y traspasar aquellos fondos documentales y gráficos a la Biblioteca Nacional. Allí siguieron durmiendo su largo sueño otros veinte años, hasta que, en el curso de ciertos rastreos documentales, Eric de Giles, un joven investigador comisionado por la Residencia de Estudiantes, la descubrió.

Autor: admin 29 septiembre 2009

Pablo Anadón

I. Extraño destino el del traductor de poesía. En su tarea se conjuga, de manera admirable y penosa, mucho de cuanto tiene de «esplendor y miseria» —utilizo la expresiva fórmula de Ortega y Gasset— la creación literaria. Digo el traductor de poesía, en particular, porque en su oficio, si es que puede hablarse de un oficio en su caso, se encuentran centuplicados los problemas que plantea toda traducción literaria.

Comencemos por las penas y miserias de la traducción. Ya el título mismo de estas páginas nos llama a la realidad: para cualquier lector puede ser apasionante asomarse al diario de un escritor, asistir a los secretos vínculos o rupturas entre la vida diaria de un autor y sus obras; ahora bien, ¿a quién puede interesarle espiar en el diario de un traductor? Vería allí a un hombre que por la mañana elige un adjetivo y por la tarde lo tacha; que ensaya hacia la noche una traslación en verso libre y por la madrugada descubre que el poema funciona mucho mejor en heptasílabos y endecasílabos… Vale decir: un traductor casi no posee vida, sino por interpósita persona; su función no es transfigurar su existencia y su experiencia del mundo en palabras, o, para decirlo borgeanamente, «convertir el ultraje de los años / en una música, un rumor, un símbolo». Su cometido es mucho más modesto: consiste en tomar esa música, ese rumor, ese símbolo, que han sido plasmados por otro con tan milagrosa perfección en el idioma original, e intentar que su versión en la propia lengua no sea un ultraje al poema admirado. En este sentido, el diario de un traductor me hace pensar en las anotaciones que podría haber llevado uno de aquellos monjes medievales que pacientemente copiaban en un pergamino las obras que, sin su servicial intervención, se habrían perdido para siempre en el tiempo.

Autor: admin 27 septiembre 2009

Nota y versión de Antonio Linares Familiar

En 1933 William Butler Yeats publica La escalera de caracol, seis años antes de su muerte y en un momento no solo de madurez creativa, sino también cargado y renovado en sus energías vitales y de escritor tras superar una enfermedad. La escalera de caracol supone, dentro de la obra poética del autor irlandés, una prolongación de La torre (1928) ambas obras se complementan, se acompañan y crecen en intensidad y significado a la par. En los dos textos encontramos, como si fueran sombras el uno del otro, poemas gemelos en temática y simbología; si en La torre aparecen, entre otros, «Navegando hacia Bizancio», «La Torre», «Mi mesa» o «Un hombre joven y anciano», en La escalera de caracol son «Bizancio», «La sangre y la luna», «Un diálogo entre el ser y el alma» o «Una mujer joven y anciana» sus iguales. Mas es en La escalera de caracol donde Yeats avanza en su evolución creativa, donde hace que cada ornamento, cada riqueza de detalle se desvanezca en un fondo oscuro, donde sólo unos pocos objetos (la torre, la llama, la espada…) brillan con una claridad que trasciende de lo natural. Lo que en La torre era un mundo pleno en el que los símbolos se desarrollaban a través de un creciente significado del paisaje, del mobiliario, de coloridos cuadros, se torna, en La escalera de caracol, en un universo empequeñecido y doloroso, sin adornos, en blanco y negro, donde parece poco posible representar una imagen humana en un dominio en el que elementos externos al hombre le agitan, mueven y rasgan en una geografía oscura y nocturna.

Autor: admin 27 septiembre 2009

Javier Fresán

Después de haber pasado varias horas con el poeta Luis Suñén (Madrid, 1951), sigo con la duda que me intrigaba al subir las escaleras de su casa: ¿encontraría más discos o más libros? En el salón donde charlamos, es la literatura quien conquista el territorio: solo una pared resiste la acumulación de ensayos y novelas, llenos de dedicatorias tan curiosas como la que le escribió Derek Walcott después de preguntarle por el significado de «cargar la suerte»: Para el único publisher-torero del mundo. Allí los libros no han llegado, pero sí los recuerdos de sus años al frente de algunas de las mejores editoriales del país, en forma de fotografías con Juan Benet y Manuel Rodríguez Rivero, durante la promoción de En la penumbra, o con sus maestros Jaime Salinas y Domingo Pérez Minik. La música está al fondo del pasillo, y es difícil hacerse una idea de cuántas obras ha escuchado Luis Suñén, porque él mismo tomó la iniciativa de sustituir las carátulas por sobres transparentes, que ocupan cinco veces menos. Esos pocos metros que separan el salón del cuarto de los discos podrían ser un buen resumen de la trayectoria de este hombre polifacético, que ha sido crítico literario y musical, y hoy dirige el programa Juego de espejos en Radio Clásica. Pero quizá no haya mejor forma de conocerlo que adentrarse, de la mano de la editorial Dilema, en ese lugar donde oír llover que es su poesía reunida.

Autor: admin 26 septiembre 2009

Marta María García Suárez

He vivido casi cinco años en Albania, desde el 2001 hasta el 2004. Al principio, los albaneses que encontraba me saludaban con un rotundo: ¡Hasta la vista! Curiosa, pregunté de dónde salía una forma tan particular de saludar. Me hablaron de Hasta la vista, la novela sobre la guerra civil española, escrita por Petro Marko que, como Hemingway, luchó en las Brigadas Internacionales. Petro Marko es uno de los escritores más conocidos y valorados de Albania. Fascinada por este personaje tan importante como desconocido fuera de Albania, España incluida, comencé a estudiar su figura junto con la lengua y la cultura de su país. Y así descubrí a Ismaíl Kadaré.

No hay un hecho cultural albanés, ni un artista, ni un intelectual que puedan obviar al autor de El palacio de los sueños. Gracias a la traducción de sus obras por Ramón Sánchez Lizarralde ya había leído novelas de Ismail Kadaré, este sí, conocido en España y en todo el mundo. Pero tuve que vivir en Albania, compartir su entorno cultural, frecuentar escritores y otros artistas de su país, hablar con la gente de la calle, para entender lo presente, lo grande y lo discutido que podía ser este hombre enjuto, tal vez tímido que tuve la suerte de encontrar, más de una vez, en Tirana.

Autor: admin 21 septiembre 2009

Ricardo H. Herrera

A Javier Adúriz, porque desde hace años
me habla con fervor de la vieja voz del idioma

Que el ensayo crítico, al proponer un modelo de conciencia estética, puede llegar a contribuir de modo decisivo en la configuración de una personalidad poética de primer orden, es un hecho que alcanza a ejemplificarse cabalmente poniendo de relieve el vínculo literario que se generó entre Poe y Baudelaire a mediados del siglo xix. Me refiero, con exactitud, a la lectura que del ensayo de Poe titulado El principio poético hizo Baudelaire. «Todo Baudelaire está impregnado por él, inspirado, ahondado», dice Valéry; «lo ilumina, lo fecunda, determina sus opiniones sobre una buena cantidad de asuntos: filosofía de la composición, teoría de lo artificial, comprensión y condenación de lo moderno, importancia de lo excepcional y de una cierta excentricidad, actitud aristocrática, misticismo, gusto por la elegancia y la precisión. […] A cambio de estos bienes, Baudelaire le procura al pensamiento de Poe una extensión infinita. Lo propone al futuro». La ecuación valeryana es perfecta: la periferia y el centro de la cultura confluyen en dos figuras marginales extremadamente exigentes consigo mismas, al tiempo que el ensayo crítico y la poesía se sitúan en un mismo plano de acción y contemplación, generando un ensanchamiento del horizonte estético que tendrá repercusiones en toda la poesía posterior, dando lugar a lo que habitualmente se denomina advenimiento de la lírica moderna.

Autor: admin 21 septiembre 2009

Javier Vela

Apenas son las diez de la mañana cuando Uve pone los pies en la arena. Reconfortado por los primeros rayos solares, esparce una lúdica mirada a su alrededor. La marea está baja y la playa amanece silenciosa y desierta, así que Uve se instala sin problemas y acota mentalmente su parcela. Luego extiende una toalla de percal en la arena, se sienta en ella y mira al horizonte.

Hace algunos meses, Uve sorprendió a su ex mujer mientras metía en el bolso una caja de doce Gomitas del Amor. Ella apartó la vista y, de un respingo, soltó la caja y se encerró en el baño. Uve, alérgico al látex, tomó la caja y se quedó mirándola con gesto de entomólogo, haciéndola girar entre sus manos como un rompecabezas. Gomitas extra finas de sabor mentolado. Seguras y anatómicas, leyó irónicamente. Sonrió. Casi no recordaba la última vez que habían yacido juntos, y en todo caso ya no había remedio. Ella aplazó su cita y hablaron sin ambages acerca del hallazgo profiláctico. Entonces confesó. Dijo que lo sentía (entero, pensó Uve) y que ojalá las cosas no fueran tan difíciles. Uve no contestó. Cuando se separaron, ambos se despidieron de manera distante y educada, aunque no por ello menos bochornosa y definitiva.

Autor: admin 21 septiembre 2009

Fernando Sánchez Alonso

A Antonio Garrido Domínguez, 
quien indirectamente me sugirió este texto.

¿Qué es un crítico literario?

El crítico literario es un médium a través del cual habla el texto. Expresado de otra manera, el crítico es un poseso, como sostenía Platón al hablar del entusiasmo del poeta y de la locura divina, la única sagrada; alguien, en fin, por cuya boca se manifiesta la voluntad de los dioses. En ese estado de delirio, y abducida la voluntad por las fuerzas de la santa tradición literaria, arropado por sumos sacerdotes, textos muertos y autores que solo él ve, nadie más, el crítico escribe su reseña y aun vaticina y profetiza la suerte que correrá un autor. Y para demostrar que su voz no es su voz, sino la de una instancia suprema, su reseña a menudo adopta unos exquisitos modales esotéricos, como si estuviera a medio camino entre los garabatos de una piedra Rosetta compuesta por un autista con problemas de lateralidad y un fragmento arrancado del I Ching traducido al cristiano directamente de una versión al bielorruso por alguien que solo chapurrea el pakistaní.

Autor: admin 19 septiembre 2009

Bruno Mesa
Argumentos en busca de autor
La Caja Literaria, Tenerife, 2009

Con este título de raíz pirandeliana nos ofrece Bruno Mesa (Santa Cruz de Tenerife, 1975) un cuadro de sus pasiones literarias. En este libro para pervertidos amantes de la literatura el autor manifiesta su particular visión del mundo de las letras. O mejor dicho: el autor se retrata a sí mismo a través de la frecuentación de los libros. En el prólogo, al que se llama «Envoltorio», nos ofrece Bruno Mesa su peculiar concepción del acto de lectura: «El lector es el verdadero autor del libro, porque lo modifica con su lectura. Pero no lo modifica de una forma superficial sino desde la raíz». De pocos libros puede decirse que transmitan un amor tan profundo a las letras; un amor, es cierto, que parece intransigente, exclusivo, absorbente. En el «Envoltorio» se nos presenta una filosofía de la lectura concentrada en cuatro páginas: «Para uno, que es lector caprichoso, los libros son como regalos, y a mí de los regalos lo que menos me interesa es el envoltorio, ese que rompo en cuanto me dejan, luego meto las manos con avidez y miro a ver si aquello me interesa o es puro cuento».