Dave Eggers : Qué es el Qué
Traducción de Toni Hill Mondadori, Barcelona, 2008
El manto narrativo de Qué es el Qué se teje con la historia de Valentino Achak Deng, un refugiado de la guerra civil de Sudán, y comienza con el robo que sufre en su apartamento de Atlanta por una pareja de afroamericanos. Valentino deja pasar a una chica que quiere hablar por teléfono, y detrás entra un ladrón, que está compinchado con la joven. En principio podemos pensar de Valentino que se trata de una persona ingenua, que no sabe nada de la vida y, sin embargo, Valentino ha visto mucho, conoce la levedad de la vida, la facilidad con la que puede acabarse.
Deja pasar a la chica por un error cultural, desconoce los riesgos de las sociedades occidentales. Atado y amordazado, irá narrándoles mentalmente a sus captores todas las vivencias que lleva acumuladas desde que quedó atrapado en mitad de una vorágine de violencia atroz (genocidio, violación de todos los derechos, engaño y ocultación política), cuando solo era un niño llamado Achak, que huía por el desierto que rodea a la pequeña localidad de Marial Bai. Toda la obra se estructura así como una novela de carácter documental acerca de los Niños Perdidos, es decir, los huérfanos de la guerra de Sudán que viajan por el sur del país en busca de un refugio o, lo más probable, en busca de la muerte.
Por debajo de este manto, hay una serie de pensamientos que sostienen la novela dándole la relevancia que merece. Porque Qué es el Qué versa, sobre todo, del destino del hombre y las posibilidades que tiene para gobernarlo. Valentino Achak Deng es un niño que los adultos zarandean, golpeándole, convirtiéndole al catolicismo, persiguiéndole por el simple hecho de ser un dinka y tener una religión diferente… En todas estas razones subyace un deseo de dominación que es realmente ejercido por los adultos sobre el joven Achak. Pero a lo largo de la novela, el robo en su apartamento le servirá como catalizador de reflexiones serias y definitivas sobre cuál debe ser su destino, y el modo de revelarse contra él. Valentino advierte que, una vez más, está a merced de extraños que tienen el poder de decidir por él.
Dave Eggers consigue atrapar la voz de Valentino y la vuelca en primera persona en el papel, con lo que logra una muestra soberbia de autenticidad. Además, no cae en un manierismo innecesario ni en una postura subjetiva o perspectivista. Dave Eggers, a través de Valentino, no pretende hacer juicios de valor. El dictamen, parece decirnos, es claro. Los mercenarios del gobierno musulmán de Jartum quieren imponer un sistema teocrático que no tiene nada que ver con la cultura del sur de Sudán. Son criminales, son abominables. Millones de muertes lo dejan claro. Al mismo tiempo, los intereses económicos (las reservas de petróleo y otras riquezas naturales) son motores de transformaciones y decisiones políticas lamentables.
La cuestión, por tanto, es otra: Valentino no puede intervenir ni influir de manera decisiva. El ser humano solo puede actuar sobre la responsabilidad de su comportamiento. Y ahí reside el interés de Qué es el Qué. Precisamente, el título (penoso, por cierto) alude a una leyenda dinka sobre el origen de su pueblo. Al primer hombre dinka, Dios le otorgó la posibilidad de elegir entre la vaca, un animal de reconocida utilidad, fundamental en la primaria economía dinka, o elegir el Qué. Entonces, el primer hombre dinka le preguntó a Dios qué era el Qué, pero Dios le dijo que no podía decírselo: lo único que podía hacer era optar por la vaca o por el Qué. El dinka eligió la vaca, y el Qué quedó para los musulmanes.
Esta parábola ejemplifica el sentimiento del dinka, de Achak en particular, sobre la vida. Los sudaneses huyen bajo las balas, sus hombres son exterminados y los niños y las mujeres esclavizados, pero no piensan más que en volver y seguir como antes. El sudanés por naturaleza, nos dice Valentino, no quiere mejorar, es incapaz de arriesgarse a coger el Qué. Valentino puede mejorar, tiene capacidad para ello, pero a lo largo de la obra se aprecia ese miedo ante cada decisión, ese temor ante lo desconocido, y ante la responsabilidad de ser dueño de la propia vida. Es mejor cometer la ingenuidad de confiar nuestro destino a cada extraño con el que nos crucemos.
Si encuentran a una buena persona como Dut, el maestro que guía a los Niños Perdidos por el desierto, o los patrocinadores que en Estados Unidos ofrecen dinero y estudios a los refugiados sudaneses, Valentino y sus compañeros tendrán suerte y las cosas les irán bien. Pero si en su camino se cruza una joven que solicita llamar por teléfono o un soldado del gobierno que, vestido de mujer, les llama «hijos» y les dice «venid con mamá, vamos, venid», Valentino recibirá un golpe y padecerá un patético robo, o bien, en el caso de la falsa mujer, que apela a la inocencia y a los deseos de amor de unos niños desamparados, Valentino presenciará cómo aquella saca un fusil y empieza a disparar contra ellos al grito de «Alá es grande».
Valentino vivirá una auténtica odisea, una aventura vital sincera y descorazonadora, en la que profundizará en los aspectos más crueles de la naturaleza humana, y en la que también se conocerá un poco mejor a sí mismo. Valentino concluirá que la redención depende de uno mismo, y ese camino merece la pena recorrerlo como lector de una novela cercana en su lejanía, y esencial por el tema que aborda con sobriedad y rigor.
José Ángel Gayol