Autor: 10 julio 2008

Jorge Ordaz

Cela est bien dit,» répondit Candide; «mais il
faut cultiver notre jardin.

(Voltaire)

AMISTADES

Su lista de amistades constituye una especie de Who’s who de grandes personalidades de la época: Walter Pater, Robert Browning, Edmund Gosse, H. G. Wells, George Bernard Shaw, Henry James, Edith Wharton, Bernard Berenson, Maurice Baring, Aldous Huxley, Mario Praz… Con todos tuvo sus más y sus menos; con algunos acabó rompiendo; con ninguno, a excepción de Baring, tuvo una amistad que pudiera considerarse como estrecha y prolongada en el tiempo.

BARING

El escritor inglés Maurice Baring fue uno de sus más antiguos y leales amigos. En una de las charlas imaginarias de Lost Lectures, or the Fruits of Experience (1932), cuenta Baring su primer encuentro con ella. Fue en 1893, en el apartamento que su tía poseía en Florencia. Y Vernon Lee estaba allí. En los años siguientes se vieron más veces y acabaron siendo muy amigos, a pesar de la diferencia de edad (ella era dieciocho años mayor que él). Baring siempre reconoció que aquella amistad significó uno de los mayores «estimulantes» de su vida. «Vernon Lee —dice— era y es con mucho la persona más inteligente que me he encontrado en mi vida… Ella me abrió y me estimuló la mente mucho más que cualquier otra persona, inglesa o no… Tenerla de guía era un privilegio único. Contemplar las cosas junto a Lee era contemplarlas de verdad, lejos de las explicaciones para turistas de las guías Baedeker».

BELLEZA

Como dejó dicho en Belcaro: Being Essays on Sundry Studies in Psychological Aesthetics (1912), «la belleza, en sí misma, no es ni moralmente buena ni moralmente mala; es estéticamente buena, del mismo modo que la virtud no es estéticamente buena ni estéticamente mala, sino moralmente buena. La belleza es pura, completa, egotista; no tiene otro valor que el de ser bella».

BROWNING

En «Inapprehensiveness», uno de los últimos poemas que escribiera Robert Browning, incluido en Asolando (1889), es mencionada: «No, the book / Which noticed how the wall-growths wave», said she, / «Was not by Ruskin». / I said «Vernon Lee?»

CONVERSACIÓN

En un ensayo titulado «Elogio del silencio» alaba a «aquellas personas que hablan poco, o (lo que es todavía mejor) parecen hablar poco». También dice: «Una de las verdades que llegan con la edad madura (si es que llega), es el reconocimiento gradual de que en el amistoso trato humano lo esencial —lo único necesario— no es lo que la gente dice, sino lo que piensa y siente». Vernon Lee era una gran causeuse. En los últimos años de su vida la sordera la alejó casi del mundo y le privó del placer de la conversación.

CULTES

Ethel Smyth, compositora y amiga de Vernon Lee, llamaba cultes a las jóvenes admiradoras que habitualmente contemplaban a Vernon Lee. Su vecino Bernard Berenson las veía despectivamente como un rebaño de esteticistas desplegadas a sus pies con poses más o menos botticellianas. Lo cierto es que nunca faltaron cultes a su alrededor, sobre todo en sus últimos años. Algunas, como Lady Ottoline Morrell, pasaron a ser prominentes damas en los salones de la alta sociedad londinense. Vineta Colby, autora de Vernon Lee. A Literary Biography (2003), es de la opinión de que su relación con las cultes se limitaba al mero terreno intelectual, sin llegar al plano físico. Lo suyo era un lesbianismo más espiritual que carnal.

ESCRITURA

Vernon Lee condensó sus opiniones sobre la escritura en el libro The Handling of Words and Other Studies in Literary Psychology (1923). Para ella «la mente del lector es la paleta del escritor», y el acto de escribir es «una lucha entre el pensamiento y el sentimiento del escritor y el pensamiento y el sentimiento del lector». Así, una obra literaria puede hacer que el lector responda exactamente a la intención del autor. «Una página de literatura, cualquiera que sea su asunto, nos da la impresión de movimiento en la medida en que nos mueve: no solamente hacia delante, sino en cualquier dirección…» A este proceso lo llama «realización imaginativa», un fenómeno que ella ya había identificado al hablar de estética psicológica como Einfühlung o «empatía». Para Vernon Lee la presencia de belleza es irrelevante en literatura, especialmente en la prosa. «La novela —escribe— tiene amplios recursos para fascinar nuestra atención sin la ayuda de una cualidad muy especial llamada belleza». Por cierto, hablando de novela, a Maurice Baring le dijo en cierta ocasión: «Todo el mundo debería escribir una novela, aunque solo fuese para acabar para siempre con el deseo de escribir otra».

FORMACIÓN

Nacida accidentalmente en Boulogne-sur Mer en 1856, británica de nacionalidad e italiana de adopción y corazón, Violet Paget tuvo una infancia nómada por diversos países europeos. Fue educada dentro de los estrictos cánones victorianos. Su pensamiento, sin embargo siempre estuvo más cerca del siglo xx que del xix. Desde muy joven dejó establecidos algunos de los principios e ideales que habrían de dominar su obra: los duraderos valores del pasado, la igualdad intelectual entre hombre y mujer, la natural superioridad de una élite intelectual, la obligación moral del artista de producir belleza desafiando las ideologías sociales y las ventajas materiales. Un poco más tarde vendrían su feminismo y su pacifismo.

GENIUS LOCI

El genius loci —el carácter esencial de un lugar particular— constituye una de las constantes de la obra de Vernon Lee, especialmente en sus cuentos y ensayos de viaje. Genius loci: Notes on Places (18897) se titula precisamente uno de sus mejores libros ensayísticos. En él se dice que algunos lugares se convierten para nosotros en objetos de un intenso e íntimo sentimiento. «Al margen de sus habitantes, y virtualmente de su historia escrita, estos lugares pueden llegar a afectarnos como criaturas vivientes». A lo largo de sus viajes Vernon Lee fue acumulando muchos amours de voyage, localidades en las que, si bien el recuerdo puede ser largo en el tiempo, el momento real del encuentro es necesariamente muy breve.

HORTUS

Tras un vagabundeo por distintas ciudades de Europa la familia Paget fue a Italia en 1873 y se instaló en Florencia. A partir de 1889 Vernon Lee residió en Il Palmerino, una quinta en Maiano, en las afueras de Florencia y a corta distancia de Fiesole. Hasta su muerte en 1935, Vernon Lee hizo de Il Palmerino su hogar, su refugio, su hortus conclusus. En su libro Hortus Vitae: Essays on the Gardening of Life (1903), dice: «La felicidad, queridos jardineros, no es una planta de jardín. Hablando claro: la felicidad no es el propósito de la vida, aunque es el fomento de la vida y a la larga su sine qua non».

LEE-HAMILTON

De su anterior matrimonio, la madre de Vernon Lee tuvo un hijo, Eugene Lee-Hamilton. Fue un hombre enfermizo y de temperamento complejo. Bajo la influencia de Browning alcanzó cierta fama como autor de poesías herméticas en las que combinaba lo sombrío con lo grotesco. Debido a una enfermedad psicosomática estuvo durante años inválido, recostado siempre en una especie de camilla chaise-longue. En 1895, estando su madre muy enferma, de repente volvió a andar. Inmediatamente después del funeral de su madre se marchó de casa. En los siguientes meses se dedicó a viajar, a menudo en bicicleta, por Italia, Francia e Inglaterra; luego cruzó el Atlántico y recorrió Estados Unidos y Canadá. En 1898 se casó con Annie Holdsworth, escritora feminista. Tuvieron un hijo, pero se les murió antes de un año. Nunca se recuperó de su pérdida y su salud se resintió seriamente. Falleció en 1907, a los sesenta y dos años. En su memoria adoptaría Vernon Lee su nom de plume.

LEMA

Después de que en 1898 su compañera Kit Anstruther-Thomson la dejara para cuidar de una amiga enferma, Vernon Lee no volvió a tener ninguna relación permanente. El hueco que dejó Kit no lo llenó nadie. En su lugar decidió dedicarse a la escritura con toda su energía, adoptando para ello el motto: Labora et noli contristari.

OBRA

A lo largo de su vida publicó unos cuarenta y cinco libros. Escribió novelas, cuentos, ensayos, diálogos y piezas teatrales, impresiones de viaje y estudios sobre arte, arquitectura, música, psicología, estética, literatura… Fue una verdadera woman of letters. Sus libros nunca fueron best séllers, ni gozaron enteramente del prestigio académico, pero en su día lograron el favor, y el fervor, de un público minoritario pero cultivado. Su primer libro, Studies of the Eighteenth Century in Italy (1880), escrito cuando apenas tenía veinticuatro años, sorprendió a los especialistas por su erudición y capacidad de recrear los ambientes musicales dieciochescos. En la actualidad la mayoría de sus libros no están reeditados, es recordada más que por sus estudios y ensayos, por sus relatos de ficción, los cuales constituyen una pequeña parte de su obra, y no precisamente la que ella más apreciaba. No obstante, algunos de sus cuentos de fantasmas y de carácter sobrenatural, como «El príncipe Alberico», «La voz maligna», «El fantasma enamorado» o «Amour dure», figuran con todo merecimiento en antologías del género fantástico y de terror. Por el contrario, su obra de «no ficción» es hoy en día prácticamente desconocida. A este respecto, una antología que recogiera algunos de sus mejores ensayos de viaje y otros textos sobre arte y literatura, a buen seguro proporcionaría una visión más completa y representativa de su amplia obra literaria.

PASADO

De hecho, su pasión por el pasado no era sino la evasión de un presente infeliz. «¿Ha existido realmente el pasado?», se pregunta en Hortus Vitae; y más adelante dice: «El esplendor del Pasado puede ser una simple ficción de nosotros mismos…» Su época del pasado preferida era, cómo no, la Italia del siglo xviii.

PRAZ

Mario Praz le dedicó un ensayo en Studi e svaghi inglesi (1937), luego recogido en Voce dietro la scena. Una antologia personale (1980). En La casa de la vida (1979), Praz recordaría el día que conoció personalmente a quien habría de introducirle en el ámbito anglosajón. Fue en 1920, un día lluvioso y ventoso de marzo, y Vernon Lee se le apareció como una «señora anciana vestida con un impecable tailleur gris sobre el que destacaba la corbata de piqué blanco fijada por un alfiler de camafeo». Luego las visitas a Il Palmerino se harían frecuentes. Cuando Praz logró una beca para Inglaterra, Lee le dio consejos y cartas de presentación en las que describía sucintamente a los destinatarios de las cartas. Una de ellas era para Maurice Baring: «Una deliciosa y entrañable personalidad, modesta y bien recibida por todos. Él fue quien durante la guerra se aprendía Dante de memoria. Dicen que bebe, quizá falsamente. Siempre ha tenido la mano temblorosa». (Baring moriría de Parkinson). Praz la vio por última vez en abril de 1933: «Y tal vez fuese una lástima volver a vernos. Porque realmente ya no era posible comunicarse con ella que, avinagrada o por la sordera, había adoptado un aire de distancia bastante hostil, que se traducía en la expresión agria de su rostro, ¡ay!, devastado por la vejez… El cuello, todo tendones, bailaba ahora en el cuellecito de piqué blanco almidonado color habana, de borde abarquillado como un pabellón auricular. Parecía como si la enfermedad del oído hubiese dejado impronta sobre todo el cuerpo y sobre la propia degeneración de un órgano. Una imagen grotesca, si la expresión huraña no le hubiese dado una cierta intensidad trágica».

PROSA

Cuando publicó Studies of the Eigthteenth Century in Italy el experto A. J. Symonds le escribió una carta dándole su opinión sobre el libro, sin obviar lo que él consideraba defectos. Refiriéndose a su prosa, un tanto indisciplinada y verbosa, Symonds le recomendó que tuviera presente a la hora de escribir el lema del compositor Sacchini: «Chiarezza, bellezza, buona modulazione».

ROBINSON

Vernon Lee conoció a Mary Robinson en 1880. Fue su primer gran amor. Mary era una joven inteligente con aspiraciones intelectuales. Ambas solían pasar los veranos en Inglaterra y los otoños en Florencia. En 1887 terminó su relación. Mary anunció su compromiso con James Darmesteter, un erudito francés de origen judío, profesor de Lengua y Literatura en el Colegio de Francia y especialista en la antigua Persia. Darmesteter era ocho años mayor que ella y su apariencia física —era jorobado y casi enano debido a una enfermedad de la espina dorsal que había sufrido en su infancia— poco agraciada. Mary se enamoró del profesor y, pese a la oposición de su familia y de Vernon Lee, se casaron al año siguiente. A Vernon le costó superar la ruptura. Cayó en una depresión y durante años no quiso saber nada de Mary. Se fue recuperando poco a poco a base de la escritura y del consuelo que recibió de su nueva amiga, Clementina (Kit) Anstruther-Thomson. Por su parte, Mary Robinson continuó escribiendo, enviudó en 1894, volvió a casarse con Émile Duclaux, colaborador de Louis Pasteur, y volvió a enviudar. Murió, con noventa y siete años, en 1944.

VIAJES

Lo que más hizo fue viajar por Italia. En su infancia recorrió media Europa con sus padres, como «gitanos burgueses», de un domicilio a otro, hasta detenerse en 1873 en Florencia. Conocía bien Alemania, Francia y Suiza. A Grecia sólo fue una vez, al igual que a España. En 1888, estando en Inglaterra recuperándose del abandono de Mary Robinson, Vernon Lee inició el viaje de regreso a Italia dando un rodeo por Tánger y el sur de España. Sería la única vez que pisaría suelo español. El país no le atrajo de forma especial —«this unkind-looking country». Hacía poco que Mary Robinson se había marchado, y su depresivo estado de ánimo influyó en la valoración. Como dijo en The Sentimental Traveller (1908), «lo veía todo a través de mi melancolía». Lo cierto es que, a diferencia de otros países, no acertó a captar su genius loci. Admiraba, eso sí, la literatura española, aunque no conocía lo suficiente la lengua de Cervantes. El arte, en particular el Barroco, no le interesó: demasiado oscuro y sanguinolento. Uno de los cuentos de For Maurice: Five Unlikely Stories (1927) está ambientado en España. Trata de un Don Juan sin escrúpulos que al final se redime por su devoción a la Virgen de los Siete Puñales. Hay color local, pero no escapa al tópico. ■ ■


Una respuesta to “Vernon Lee, o la vida como una jardinería”

  1. Vernon Lee y el retrato de Henry James | Culturamas, la revista de información cultural:

    […] FUENTES: La República Cultural, Revista Clarín, […]

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