Costanzo Costantini: Fellini. Les cuento de mí (Conversaciones con Costanzo Costantini)
Sexto Piso, Madrid, 2006
Auténtico icono de la cultura mundial, Federico Fellini, el autor de Los inútiles (1953), La Strada (1954), Las noches de Cabiria (1957), 8 1/2 (1963) o Amarcord (1973), es uno de esos cineastas inmediatamente reconocible por el espectador. Sus películas presentan un mundo donde la realidad convive con lo fantástico, a medio camino entre lo cotidiano, lo onírico, lo extravagante, lo exhibicionista, lo visionario y el delirio poético. Un abigarrado universo que dio lugar al popular adjetivo de “felliniano”.
Frente al enigmático barroquismo de su obra y quizá también un poco al hilo de afirmaciones suyas acerca de que el cine “es arte y al mismo tiempo circo, carpa de saltimbanquis, viaje a bordo de una especie de ‘nave de locos’, aventura, ilusión espejismo”, a menudo se ha comparado su cine con un circo donde todos los personajes llevan máscaras que esconden su verdadero rostro. Quizás a vislumbrar cuál es el rostro (o los rostros) del director italiano, tras las máscaras de su obra y mito, contribuya en no poca medida este libro de entrevistas, entretenidísimo y no solo para cinéfilos, elaborado a lo largo de muchos años: Costanzo Costantini entrevistó por primera vez a Fellini a principios de los años cincuenta para Il Messaggero y siguió entrevistándole con cada nuevo filme, o con cualquier otra excusa, hasta su muerte en octubre de 1993.
Señalo que quizás en no poca medida porque la larga y constante relación periodística entre el realizador y Costantini se transformó en sincera amistad, hasta el punto de que en la “Introducción” al libro el autor reconoce haberse convertido en los últimos años de Fellini “en su acompañante de planta, oficial o semioficial, su reportero personal”. Pero sobre todo por el rigor demostrado por Costantini más allá del vínculo amical. Consciente tanto de que Fellini —cosa incluso reconocida por este— no reparaba en responder en las distintas entrevistas cosas diferentes a preguntas idénticas, como de su condición de mixtificador impenitente, deliberadamente incapaz de separa a la persona del personaje, Costantini recurre cuando puede a un intento de verificación mediante testimonios cruzados con versiones alternativas de los hechos.
Esta útil estrategia da lugar a capítulos independientes donde se trata de arrojar algo de luz sobre las no siempre fáciles relaciones entre Federico Fellini y otras personalidades del cine, como Roberto Rossellini, Alberto Lattuada, Michelangelo Antonioni, Ennio Flaiano o Pier Paolo Pasolini. Otros de esos capítulos atienden a esclarecer diversos avatares de la creación felliniana. Así sucede, por ejemplo, con el titulado “La versión de Anita Ekberg”, a propósito de la mejor elucidación del primer encuentro de la actriz con el cineasta, de su participación en La dolce vita (1960) y de la famosa secuencia de la Fontana di Trevi. Otros apartados, como pasa con “Una biografía imaginaria”, procuran ubicar en su justo sitio episodios controvertidos de la biografía de Fellini, los cuales no son precisamente pocos.
Según bien dice Costantini, “las cosas que cuenta Fellini no coinciden siempre con las que cuentan sus biógrafos o sus amigos. Las diferencias y las variantes son a veces notables. Cuando lo desmienten, el director insiste en sus propias versiones, sosteniendo que ‘la verdad’ es la que dice él. Y la razón no es difícil de entender. Él, aun siendo un agudísimo observador de la realidad y teniendo una memoria extraordinaria, se ha construido una especie de biografía imaginaria, artística, lo que algunos llaman ‘mitografía’, y es intolerante con aquellos que quieren modificarla, es reacio a aceptar versiones diferentes de este o aquel episodio”.
José Havel