Autor: 13 noviembre 2007

Paul Torday: La pesca del salmón en Yemen

Salamandra, Barcelona, 2007

Alfred Jones es un científico británico que trabaja en el Centro Nacional para el Fomento de la Piscicultura. Una mañana recibe un correo electrónico de un despacho de abogados en el que solicitan su ayuda para desarrollar un proyecto de uno de sus clientes: introducir el salmón y el deporte de su pesca en el cauce estacionalmente seco de los ríos de Yemen. La idea proviene de un jeque yemení, Mohamed ben Zaidi, apasionado pescador de salmones, que ha percibido con claridad cómo la pesca es una actividad que suaviza el espíritu y genera extraordinarios vínculos de camaradería entre los pescadores. De modo que está convencido de los beneficios sociales que tendría pescar salmón entre la gente de su país, tradicionalmente conflictiva. Como es necesario, está dispuesto a aportar toda la financiación que haga falta.

El Dr. Jones declina la oferta del jeque porque considera que es un auténtico disparate, que Yemen no reúne ni por asomo ninguna de las delicadas condiciones técnicas necesarias para desarrollar la pesca del salmón. Sin embargo, el director de comunicación del gabinete del primer ministro británico decide que este proyecto es una oportunidad magnífica para crear una campaña de imagen que compense las tensiones que suele crear en la opinión pública cualquier tema relacionado con Oriente Medio. La imagen de un grupo de campesinos yemeníes pescando salmón en medio del desierto gracias a la tecnología y el apoyo del Reino Unido, transmitiría a la población británica una sensación deliciosa de que el mundo está en armonía y paz. Así que Alfred recibe una orden incuestionable de hacer posible el proyecto del jeque yemení; y se pone a ello a regañadientes, pero con la profesionalidad habitual. Para su propia sorpresa, va comprobando que las dificultades técnicas se resuelven con dinero o con ingenio.

Hasta esa fecha, Alfred Jones era un ejemplo de inglés moderado y de pensamiento claro con un matrimonio razonable y una percepción clara de las limitaciones de la vida. Pero el proyecto del jeque le sacude con potencia. Para el yemení no hay contratiempo que le detenga: siente que este proyecto es parte de su misión en la vida y el dinero del petróleo siempre le ha permitido hacer realidad cualquiera de sus proyectos. El Dr. Jones tarda en asumir que no tiene más remedio que confiar en que todo saldrá bien, creer en la rotunda seguridad del jeque y hacer posible un milagro que es una provocación para la ciencia y la razón. Lógicamente, se siente anormalmente confuso, preocupado y pensativo. A su inquietud se suman otras irrupciones en su equilibrada estabilidad emocional: tiene que trabajar largas horas con una joven abogada del jeque, que le resulta inquietantemente atractiva; tiene que visitar en varias ocasiones sus mansiones, que son paraísos de armonía y paz garantizadas por el derroche y el lujo; y tiene que viajar a Yemen, un país desértico, musulmán, petrolífero y rural. Todo ello terriblemente novedoso y ajeno a sus experiencias habituales.

De modo que la novela cuenta un paréntesis en la vida de Alfred Jones, una aventura con un arranque absurdo que le sitúa en un estado de replanteamiento vital. De hecho, la confusión le lleva a iniciar un diario y por medio de él conocemos la mayor parte de la historia. También se intercalan correos electrónicos, cartas manuscritas, noticias de prensa y fragmentos de las declaraciones que, por motivos que desvelará la trama, algunos de los protagonistas tienen que hacer ante los investigadores del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes.

Esta acumulación de visiones fragmentadas de la historia destaca por dos estilos distintos: por un lado, hay una sátira severa contra la deshonestidad de los gobiernos y contra la satisfacción desapasionada que deriva de determinado estilo de vida. Por otro, hay una declaración progresiva de la intimidad del protagonista, que es inteligente y crítico, y se va reconociendo a sí mismo a medida que avanzan su aventura y su diario. La impresión de conjunto es una especie de informe extraoficial escrito a retazos de un proyecto disparatado pero emocionante y de un proceso personal de reubicación que, en definitiva, obliga al protagonista a plantearse si cree en algo que merezca la pena.

Pablo Fernández de Córdoba


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