Fernando Menéndez: Hilos sueltos
Difácil, Valladolid, 2008
Las pocas páginas de este libro bastan para contener tres libros distintos. El primero, a modo de prólogo, se titula «Notas sobre el aforismo» y lo firma José Ramón González. Sintetiza la bibliografía sobre el tema y formula dos o tres ideas particularmente fértiles. Los otros dos libros aparecen uno dentro del otro. El poeta Fernando Menéndez, que tanto gusta de las formas breves (toda su poesía tiende al haiku), entrevera los aforismos propios con una selecta colectánea ajena. No faltan los nombres bien conocidos —Valery, Cioran, Bufalino—, pero la mayoría son de autores escasamente frecuentados por el lector español: Longanesi, Merini, Bernasconi, Gervaso…
Manuel Neila habló de «la levedad y la gracia» para referirse al aforismo. La gracia de los leves «hilos sueltos» de Fernando Menéndez nada tiene que ver con el ingenio, el juego de palabras, las greguerías de que tanto gustan los aforistas hispánicos. Él viene de la poesía y de la filosofía, busca el silencio: «Hay que entrar en el vacío para diluirse en lo insignificante». Algunas veces parece incurrir en la tautología: «La misión de la humanidad es ser humana», pero nada menos tautológico que predicar la humanidad de la humanidad.
En la memoria de cada lector se quedarán prendidos los hilos sueltos que mejor se acomodan a su manera de sentir y de pensar: «El hombre se compone de puntos suspensivos», «Cada presencia es la huella de una ausencia», «Un poema es un fracaso del silencio», «La poesía es un milagro del corazón».
Metafísico y moralista, Fernando Menéndez sabe que «la ironía es la tijera de la inteligencia» y acierta a aplicar esa tijera para que no quede en sus versos y en su prosa ni una palabra de más, ni un solo exceso retórico.
Laura Díaz