Autor: 25 septiembre 2008

Graham Swift: Mañana

Anagrama, Barcelona, 2008

Para escribir esta reseña tengo que comenzar por revelar un secreto y por proporcionar un dato científico. El dato científico es que en una eyaculación normal el número de espermatozoides debe alcanzar un cifra en torno a los cuarenta millones. El secreto es el que unos padres van a comunicar al día siguiente a sus dos hijos gemelos, varón y hembra, Nick y Kate. Es de noche y todos duermen en la casa, menos esta mujer, Paula, felizmente casada con Mike, que duerme a pierna suelta a su lado. Pero ella, en vela, teme y recuerda. Teme lo que pueda ocurrir mañana, cuando cuenten a sus hijos, que mañana cumplirán dieciséis años, lo que tienen que contarles. Cuando hable Mike, porque será Mike quien tendrá que hablar. Decidieron contárselo cuando cumplieran los dieciséis, y ese momento ya ha llegado o va a llegar muy pronto. Será mañana. Mañana, Nick y Kate cumplirán los dieciséis años. ¿Y cuál es ese terrible secreto? No, no les van a comunicar que se divorcian, o que alguien padece una enfermedad grave, o que alguien va a morir o ha muerto ya… Al revés, todo les sonríe en la vida, han prosperado económicamente en sus respectivas profesiones, están unidos, se quieren, sus propios hijos crecen felices… Entonces, ¿cuál es ese secreto? ¿Y por qué teme Paula la reacción de los dos adolescentes y la de su propio marido?

No creo que ningún posible lector me lo reproche si le anticipo ya el secreto al que se alude desde el principio mismo de la novela, y que por otra parte se desvela en el capítulo catorce, es decir, a la mitad aproximadamente del relato. Este hombre que ahora duerme, al parecer, profundamente, tendrá que contar a sus hijos, Nick y Kate, que él no es su verdadero padre, y que nunca se sabrá quién lo es en realidad, porque fueron concebidos gracias al semen de un donante anónimo. Él, Mike, solo contaba con la ridícula, e insuficiente, cantidad de dos millones de espermatozoides (se necesitan cuarenta). El tema de la novela es, pues, el de la fecundación por inseminación artificial. Un tema que la técnica moderna ha aportado no solo a los debates éticos o psicológicos, sino también, como vemos, a la literatura. Esta novela de Swift —novelista de ya dilatada carrera, con éxitos rotundos como El país del agua o Últimos tragos— parte de ahí, de esa cuestión nueva, de esa posibilidad antes inédita, para remontarse, a través de la voz de una mujer, la narradora, a una meditación, y narración, sobre la paternidad y la maternidad, sobre los lazos de sangre, sobre la familia, sobre la identidad de los hijos. En realidad, Mañana podría haberse titulado Ayer porque no es sino un extenso flash back sobre las familias de Paula y Mike, padres, tíos, abuelos… en una ojeada sobre nuestro tiempo que va desde la II Guerra Mundial hasta finales del siglo xx, pasando, por supuesto, por la generación del Mayo del 68, que es a la que los esposos, Mike y Paula, pertenecen. A decir verdad, sobre mañana no sabemos nada, porque nada sabe aún la narradora misma, y por lo tanto la novela termina en un final abierto, impredecible… y que la vuelve muy adecuada para un club de lectores o la realización de un libro-fórum. O sencillamente para una reflexión personal.

Ni el autor ni la narradora parecen partir de ningún principio, o dígase prejuicio, moral o religioso. La decisión que toma el matrimonio —que no son practicantes ni miembros de ninguna iglesia— no parece haberles planteado ningún dilema ético. Sin embargo, temen lo que pueda ocurrir a partir de mañana. Porque, si no cuestiones morales, sí reconocen haber padecido desde el principio «dudas y aprensiones». Quizá la clave de todo lo aporte la propia narradora cuando afirma: «El esperma no es solo un ingrediente más, no es harina con levadura». Y es que la identidad, la identidad de cada uno, no existe sin el cuerpo, sin el adn de cada uno. Y además, para complicarlo todavía un poco, el individuo, el cada uno, no es una mónada sin origen ni raíces. Hay lazos. Lazos de sangre, por ejemplo. ¿No importan?

Desvelado el secreto, descubierto el tema, no hemos resumido siquiera la intriga, la historia con la que el lector se encontrará en Mañana. Porque en esta novela se desmiente el tópico: las familias felices sí tienen historia.

¿Muerte de la novela? No, desde luego, mientras haya novelistas como Graham Swift, capaces de enfrentarse a las inquietantes situaciones y los problemas nuevos del hombre eterno con las armas nunca vencidas del viejo arte de novelar.

Enrique Baltanás


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