Autor: 18 julio 2008

Alejandro Céspedes: Sobre andamios de humo

Vitruvio, Madrid, 2008

Casi tres décadas de poesía se recogen en Sobre andamios de humo, volumen que compendia el trayecto creativo de Alejandro Céspedes, desde 1979 a 2007. La muestra arranca con James Dean, amor que me prohíbes. Encarnación simbólica de la belleza masculina y rebelde en conflicto que niega convenciones sociales, el icono cinematográfico sirve de eje giratorio para una reflexión homoerótica; el yo reflejado en el espejo del poema, con voz íntima y coloquial, dialoga en ausencia en una evocación elegiaca que sirve para recuperar el pasado biográfico, con su trama de sensaciones y deseos. La toma secuencial de la muerte del actor impone el acabamiento como única verdad absoluta y sublimadora. Los días de infancia aparecen como arco temporal proclive a la ensoñación, el sujeto tiene todavía el cristalino limpio y los sentidos ignoran los claroscuros de lo cotidiano. La magia de los libros enaltece las sombras cómplices de los protagonistas de la historia; queda en el imaginario la querencia por nombres singulares que alumbraron los mitos del deseo hasta descubrir su personalidad ficticia: la realidad confirma que los ideales pasan de largo.

El material poemático de Y con esto termino de hablar sobre el amor reescribe composiciones de tres títulos, Muchacho que surgiste, Tú, mi secreta isla y La noche y sus consejos; en ellos hay una continuidad en el cauce argumental y en el perfil de un sujeto intimista y confesional a quien la costumbre condena a soledad y hastío. La cita de apertura, «Así fui, desde niño, acostumbrado al ejercicio de la irrealidad», de Jaime Gil de Biedma, define los escollos de ese amor cuya indefinición borra el lugar de la nostalgia y pide a la conciencia que olvide acudiendo al abrazo de otros cuerpos a impulsos del deseo.

Las palomas mensajeras sólo saben volver abre otro recorrido. Obtuvo en su día el premio de poesía Hiperión. Hay en los poemas una perspectiva de desesperanza, como si la voz diera cauce a las palabras vencidas; esa imagen de la paloma que retorna hacia el lugar de salida es atinada metáfora del álter ego que obsesivamente busca el norte en el pasado. En él recompone ecos y vislumbra pasiones fragmentadas. Su manera de estar confirma que el destino es reincidencia. La terquedad de seguir existiendo, cuando se impone lo efímero y las sucesivas desapariciones, sólo se supera confundiendo distancia y cercanía, recobrando instantes en los que amanecía la esperanza o se participaba en el rito iniciático de aprender a vivir. Como un rumor de fondo, la invocación despliega presencias, lugares y hechos refugiados en la habitable memoria y cambia el rumbo establecido por ese tedio de rostro inalterable que apenas deja margen de elección.

Hay un ciego bailando en el andén es el título más reciente de Alejandro Céspedes. El aliento reflexivo de sus composiciones postula un secundario que habita el territorio del yo. Esa suerte de heterónimo se apropia del espacio interior y deja a la intemperie: «Habitas en la arena de un reloj / en el que los dos somos / lo mismo y lo contrario». Este axioma taoísta es un ejemplo del carácter meditativo de este poemario en el que la andadura biográfica pasa a un segundo plano para abordar una mirada interior.

Sobre andamios de humo muestra la actividad poética de Alejandro Céspedes como un continuum. Es un texto orgánico en el que lo vivencial adquiere un papel relevante. Dos son los temas centrales: el amor y la identidad, ambos en el contexto de vacuidad que depara un presente siempre proclive a la desolación y al abandono de cualquier quimera. La visión del amor evoluciona hacia la madurez; junto a la óptica sensorial de descubrimiento de la sexualidad, la experiencia evocada se convierte en fuerza ordenadora, en una directriz que regula el tránsito diario y dota al yo de mecanismos de resistencia ante la fragilidad de los sentimientos. El otro aspecto recurrente es el análisis de ese ser escindido que tiene como imperativo la recuperación de un ego originario, asociada a los días de infancia y adolescencia.

Céspedes dibuja un camino donde las notas biográficas colaboran en la significativa construcción del sujeto poético exponiendo meditaciones con un claro elemento moral. En ellas aflora la intimidad que se despliega en las relaciones personales.

Su poesía entronca con la lírica amatoria cernudiana, pero también con Olga Orozco, Bécquer, Claudio Rodríguez o Jaime Gil de Biedma, débitos que justifica el poeta en una nota final.

Poesía escrita para un interlocutor amistoso en quien depositar la sinceridad más personal.

José Luis Morante


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