Laura Restrepo
Demasiados héroes
Alfaguara, Madrid, 2009
Una madre y un hijo, en una habitación de hotel, reflexionan sobre el pasado de la mujer, sobre su lucha por las libertades, sobre su relación con el padre del joven, ahora desaparecido, sobre la dictadura del general Videla. En Argentina, durante esos años, desaparecieron cientos, miles de personas. Obreros, intelectuales, estudiantes, activistas, amas de casa, docentes, profesionales de diferentes ramos… Esa historia ya la sabemos, claro. Pero, aún hoy, tantos años después, ante novelas tan sinceras y directas como esta, ante ese puñado de valiosas películas que abordan el tema, o simplemente contemplando el cansado —cansado pero muy digno, pese a todo— deambular de las madres de la Plaza de Mayo, todos los jueves del año sin excepción, la evidencia sigue haciendo daño, continúa escociendo en la herida.
Toda esa gente que no regresará jamás. El Río de la Plata, imponente, amarronado, continúa silenciando los detalles, los pasajes más escabrosos, los años del miedo. Hay, sobre el miedo, precisamente, un detalle impresionante en la historia de nuestra protagonista. Durante aquellos años, los de la dictadura, los de la clandestinidad, no recuerda en sus paseos por la calle Corrientes haber hojeado un solo libro, ni uno solo, ¡con la cantidad de librerías que hay en esa inmensa calle, librerías y libros de todo tipo, de un extremo al otro!, quizá por temor, por seguridad, por ausencia de dinero, o porque los recuerdos, de un violento plumazo, se han borrado. Qué compleja, la mente humana. Qué inteligente, su capacidad de supervivencia. Y qué necesaria para combatir eso que le dice en un momento dado la madre al hijo: el miedo paraliza. No hay mejor manera de expresar las consecuencias de ese estado. El miedo, ciertamente, paraliza. La madre teje historias, entrelaza anécdotas, rememora sus reuniones clandestinas, su compromiso: todo aquel tiempo. Y el hijo escucha, pregunta, se cansa, se rebela, se desespera. Aguarda. Investiga. Indaga. Quiere saber. Necesita saber. Dos mundos, el de la madre y el del hijo, anudados por los recuerdos, por las vivencias, por los lazos familiares. Enfrentados, inevitablemente, en ocasiones, por el relevo generacional. La historia de la humanidad, con todo su peso, cerniéndose sobre ellos. Demasiados héroes tiene algo de novela de misterio, de aventuras, de amor, de política (dicho sea en el mejor de los términos: alejada de todo rastro panfletario). Es, en todo caso, una novela valiente, necesaria, brillante, cuya lectura nos trae a la memoria, sí, aquellas palabras —tan lúcidas, tan vigentes— de William Faulkner: «El pasado nunca muere. Ni siquiera es pasado».
Ovidio parades