Inmaculada de la Fuente
Las últimas publicaciones en torno a Zenobia Camprubí nos revelan nuevos ángulos de una figura que se resiste a ser un mero espejo de Juan Ramón. Son pequeños resplandores en una personalidad poliédrica a la que algunos han considerado sombra del poeta, a pesar de que su temperamento la alejaba de cualquier vocación de opacidad. Estos nuevos destellos ofrecen un espejo más nítido y menos gastado de la esposa de Juan Ramón Jiménez, al tiempo que la dotan de cierto aire enigmático. A la no muy lejana publicación del tercer tomo de sus diarios, editados por Graciela Palau de Nemes y publicados en Alianza Editorial, se ha sumado la primera parte de su correspondencia, recogida por la profesora Emilia Cortés dentro de las publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Un extenso volumen, este último, que reproduce sus cartas a Juan Guerrero Ruiz y su esposa Ginesa, una relación de confianza convertida en dependencia al marchar los Jiménez al exilio y encargar al matrimonio la gestión de sus asuntos literarios y económicos en España durante su ausencia. A través de este primer epistolario (que abarca desde 1917 a su muerte, en 1956) y de las punzantes, intensas y francas anotaciones de sus diarios, Zenobia Camprubí relata su vida con Juan Ramón y deja entrever su yo, el de una mujer independiente, práctica y activa. En ningún caso sumisa. Diarios y cartas constituyen una narración autobiográfica de su intimidad y de la relación de entrega, en ocasiones hasta el agotamiento, que mantuvo con el poeta, por lo que no cabe especular sobre su subordinación frente al egoísmo de Juan Ramón, dispuesto a no quedarse solo a toda costa, incluso en el caso límite de tener ella que ausentarse para que le trataran el cáncer que acabaría con su vida.