Pilar Rubio Montaner
El manifesto
Leyó a Caldvell: “Para guardar las apariencias, una o dos veces al año, hay que acudir a una reunión y pasar varias horas en compañía de críticos, autores secundarios y gente que lee libros. Todos ellos hablan una jerga que sólo pueden entender los literatos. Únicamente después de proceder a una purificación de fondo puede uno recobrarse y caminar con la cabeza alta, como un ser humano”.
También él odiaba los homenajes, ese un lugar donde se aplaude a los homenajeadores mientras el protagonista permanece muerto sobre el título de la convocatoria.
Le irritaban los literatos que declaraban en las entrevistas: “Yo he escrito esto y he querido decir aquello”, porque sólo hablaban de su obra en su obra y para su obra, pero jamás se habían desvelado por culpa de un verso.