Lino González Veiguela
Una tras otra las cartas se iban sucediendo con la misma respuesta. Los relatos tenían calidad pero resultaban impublicables. La censura soviética aún operaba a pleno rendimiento a finales de los años sesenta. El escritor ruso Seguei Dovlátov (Ufa, 1941-New York, 1990) contó hasta cien cartas de revistas y editoriales conteniendo negativas similares acompañadas, eso sí, con informes de lectura positivos en los que se alababa el indudable talento del autor. Tras las primeras cartas, el escritor, cansado ya de los elogios —que, en teoría, un escritor puede escuchar hasta el infinito— dejó de leer estos informes buscando directamente el último párrafo, en el que con distintas fórmulas de cortesía se rechazaba la publicación.