José Ignacio Foronda
Puede que dentro de unos cuantos años, cuando tengan hijos los hijos de mis hijos, no quede ningún pájaro en cielo y la Tierra sea un planeta aornos. Puede que entonces sólo crucen el aire sofisticadas máquinas, o que sólo puedan volar las personas que tengan las alas de la imaginación o que alcancen la levedad del sueño. Para ese tiempo sin plumas, para ese planeta sin pájaros, para ti, lector, que te aventuras por el cielo de papel de la literatura, escribo estas páginas con pájaros que vi volar o que otros escribieron. Y para esas personas que no conoceré pero que llevarán en algún eslabón de su código genético mi apellido, preparo este testamento, cofre de papel, tesoro de baratijas en el que nada se mueve si no es la sombra de un deseo: el vuelo.