Guillermo Martínez: La muerte lenta de Luciana B.
Destino, Barcelona, 2007
Si la novela policíaca es para algunos una metáfora perfecta de la ciencia, para Guillermo Martínez (Bahía Blanca, Argentina, 1962) lo que cuenta no son «los hechos, por supuesto, no la sucesión de cadáveres, sino las conjeturas, lo que debe leerse por detrás». Esta clave permitía interpretar su anterior novela, Los crímenes de Oxford, en la que un doctorando y un viejo lógico oxoniense se veían envueltos en la investigación de una cadena de asesinatos con apariencia de muertes naturales, y los juegos del lenguaje de Wittgenstein y el teorema de Gödel justificaban muchos excursos por los laberintos del significado: «La verdad como una circunferencia y los intentos humanos por alcanzarla como una sucesión de polígonos inscritos, con más lados cada vez, aproximándose en el límite a la forma circular. Es una metáfora optimista, porque […] la verdad también podría ser irreducible a la serie de aproximaciones humanas».