Francisco Álvarez Velasco: Las aguas silenciosas
Trea, Gijón, 2007
En El viejísimo jugo de la tierra, 1988, uno de los libros más intensos y que mejor nos presenta y define el oficio de poeta, se presiente, en la mayoría de los poemas, una contención emocional y, lo que es más importante, una contención de la palabra. Los años, la vida, la profesión y, posiblemente, la reflexión, le han enseñado al poeta el uso preciso y delicado de la palabra. En Noche, la poesía se concentra más, se va despojando, a la manera de Juan Ramón, de lo accesorio y se nos va presentando cada vez más desnuda, casi pura. Se adelgaza y se llena de música, de baladas, de recuerdos de la infancia y de esa «conciencia dolorosa del fluir temporal». Hay en esta última poesía de Álvarez Velasco un rumoroso silencio coral y sinfónico, un ensayo primero al silencio total de la muerte.