Upton Sinclair: Petróleo
Edhasa, Barcelona, 2008
El estadounidense Upton Sinclair (1878-1968) es conocido ante todo como el autor de La jungla, novela donde denunció las penosas condiciones laborales a que estaban sometidos los empleados de la industria cárnica de Chicago a comienzos del siglo xx.La repercusión del libro fue tal que llevó al presidente Theodor Roossevelt a promover un acta de control sobre el sector. Pero la producción literaria de Sinclair va mucho más allá. Fue un autor prolífico que tocó géneros diversos y rondó las noventa publicaciones, en las que se vieron reflejadas sus inquietudes sociales y políticas. Petróleo no se trata de una excepción.
La novela posee un arranque enérgico. Arnold Ross ha prosperado desde la condición de humilde carretero hasta la de productor independiente de petróleo. En compañía de su hijo, Bun, todavía un niño, recorre la California de inicios del siglo xx gestionando sus pozos y a la caza de nuevos yacimientos. Somos así testigos de la agitación producida por la explotación del oro negro: conflictos vecinales, compra-venta fraudulenta de tierras, competencia desleal entre compañías… El aparato documental que despliega Sinclair es notable. La perforación de los pozos, su explotación y el levantamiento del entramado industrial y social que se crea a su alrededor son descritos con detalle, ritmo e interés. Y mientras tanto va cobrando forma un personaje fascinante. Arnold Ross no se detiene ante nada ni ante nadie; buen conocedor del comportamiento humano, se sirve de las inclinaciones egoístas de los demás para lograr de ellos lo que desea. De este modo, y gracias también a su olfato para los negocios, su fortuna no cesa de aumentar. El personaje adquiere connotaciones bíblicas cuando, a la hora de hacerse con unos terrenos cuyo propietario es creyente devoto, improvisa un discurso en el que adapta el mensaje de las Escrituras a su propósito empresarial. Sus palabras hallan eco en un hijo del propietario, quien las adopta como guía para fundar la Iglesia de la Tercera Revelación. Arnold Ross ha inspirado una nueva religión.
Sin embargo la solidez narrativa desplegada por Sinclair se quiebra al adentrase en el segundo tercio de la novela. Tiene lugar en Rusia el alzamiento contra los zares y Bun, ya un adolescente, se siente atraído por el reformismo social. Dispone de un ejemplo más cercano del activismo proletario cuando, en vísperas de la entrada de Estados Unidos en la I Guerra Mundial, los trabajadores del petróleo se declaran en huelga a fin de que se regularice su situación. A partir de este punto la novela pasa a ser una interminable demostración de la sentencia bíblica: «Es más difícil para un hombre rico ingresar en el reino de los cielos que para un camello atravesar el ojo de una aguja». Y para Upton Sinclair el reino de los cielos adopta la forma del movimiento obrero.
Ahora Bun es el protagonista y su padre queda relegado a un segundo plano.
Se ha comparado a Upton Sinclair con Zola, pero mientras que el francés hace esclavos a sus personajes de un determinismo biológico, el determinismo que emplea el estadounidense es social. A pesar de sus buenas intenciones, Bun, rico heredero, se queda atascado en el ojo de la aguja al tratar de demostrar que es mejor que el camello de la célebre frase. En la universidad edita una publicación de propaganda socialista y sólo le salva de la expulsión la oportuna intervención de su padre. A sus amigos militantes detenidos los libera pagando las fianzas con el dinero del señor Ross. Dice creer en la causa obrera pero siempre dispone de la fortuna familiar para cubrirle las espaldas. Asiste a mítines de izquierdas donde «tenía el prejuicio de la serenidad y de la quietud. No esperaba que los trabajadores usaran maneras perfectas y hablaran un inglés impecable, pero ¿qué necesidad tenían de manotear y chillar? ¿No podían discutir sus ideas sin llamarse unos a otros «traidores a la causa» y «zafios esquiroles»?»; a renglón seguido frecuenta los salones de la alta sociedad y se codea con actrices de Hollywood, lo que le hace lamentar las tristes condiciones de vida de sus camaradas. Su indecisión y el plegarse una vez tras otra al parecer de los demás —su padre, sus sucesivas novias, los portavoces del izquierdismo moderado y también los del radica— lo vuelven un personaje antipático.
El continuo debate interno de Bun lleva al lector a desear que Sinclair hubiera arrinconado al personaje hasta que éste adoptara una decisión. Porque hay cosas muy interesantes que mientras tanto están ocurriendo. Se producen paros en los pozos, los trabajadores se enfrentan a rompehuelgas armados, hay debates internos entre moderados y radicales, hay detenciones, hay censura informativa. Y por otro lado está Arnold Ross, que ha dejado de ser un mero productor independiente para convertirse en un magnate del petróleo, lo que le permite adentrarse en la ciénaga de la corrupción política y mover hilos para comprar ni más ni menos que un presidente. Pero todo esto constituye tan solo un telón de fondo. El foco de atención de Sinclair es otro. Petróleo fue publicada en 1927 y su autor deseaba comprobar hasta qué punto el movimiento obrero podía conmover una conciencia a priori poco proclive a ello.
There Will Be Blood, la reciente adaptación al cine de la novela, guionizada y dirigida por Paul Thomas Anderson, resulta muy útil a la hora de valorar Petróleo después del tiempo transcurrido desde su publicación. En la película, la trama obrera ha desaparecido de un plumazo. Bun queda reducido a personaje secundario, el protagonismo recae sobre su padre y la narración abarca sólo el primer tercio del libro. Se exploran las motivaciones del buscador de petróleo y el precio moral que paga en su ascenso al olimpo de los negocios. Los sólidos resultados obtenidos por Anderson demuestran su sagacidad como adaptador y también, al actuar como contraste, lo mal que envejece la literatura política.
Jon Bilbao