Autor: 17 marzo 2007

Kris Nelscott: Carretera peligrosa
Tropismos, Salamanca, 2006

Tenemos un detective privado, negro para más señas, una hermosa rubia llamada Laura Hathaway, nombre de magnéticas resonancias, y un escenario irrepetible: los últimos sesenta en el sur de Estados Unidos. Con semejante planteamiento Carretera peligrosa solo puede ser una novela negra, pero novela negra en el sentido más clásico del término (Hammett, Cain, Chandler…). “Algunos dirán que el comienzo del fin tuvo lugar el 1 de enero de 1968, cuando el alcalde Henry Loeb tomó posesión […] No obstante, otros dirán que el comienzo del fin tuvo lugar el 1 de febrero, cuando dos basureros negros murieron en un accidente, aplastados en el mecanismo compresor de su viejo y averiado camión […] Para mí, no obstante, el comienzo del fin tuvo lugar el lunes 26 de febrero. Aquel día fue cuando vi a Laura Hathaway por primera vez”. La reiteración de estructuras sintácticas sirve para crear una cadencia que culmina en una imagen casi fílmica, la de la mujer fatal entrando en el despacho del detective. Toda la novela está dirigida a captar un ambiente nebuloso, de indefinible peligro y ansiedad. Los personajes se van perfilando a medida que avanza la narración, y las concepciones que de ellos pudiera tener el lector se van modificando paulatinamente.

Smokey Dalton recibe la visita de una chica blanca de Chicago en una época en la que el trato entre blancos y negros podía suponer un riesgo para la integridad física y el oprobio de cada comunidad racial. Los clientes de Smokey son siempre negros y la aparición de Laura Hathaway resulta tan discordante como el encargo que le hace: investigar por qué razón su madre le deja en el testamento a Smokey Dalton, alguien con quien no pudo tener nunca ninguna clase de relación, una fuerte suma de dinero. El detective toma con cierta distancia con el encargo, absorbido por la posible llegada a Memphis de Martin, su viejo amigo de infancia, hoy conocido como Martin Luther King.

La trama se va enredando poco a poco, de manera que el encargo y la cliente se convierten en esenciales para Smokey, que verá tambalearse el mundo que ha construido a base de soledad y rudeza. La infancia en Atlanta, la muerte de sus padres, torturados y apaleados inexplicablemente por un grupo de blancos, su propia huida del Estado para salvar la vida, siendo acogido por una bondadosa familia, la etapa en el ejército, todo su pasado regresa a través de caminos imprevisibles, reencuentros, descubrimientos de su vida y de los seres que él quiere y protege (como el pequeño Jimmy, en el que parece que se viera reflejado), lo que va desencadenando una suerte de sentimientos que le aíslan y le revelan una cara de sí mismo que quizás no hubiera deseado ver nunca.

A la vez, la violencia en las calles de Memphis aumenta de manera irremediable ante la inflexible actitud del alcalde Loeb con la huelga de los basureros, que, al ser en su mayoría hombres negros, se convierte en un conflicto racial de proporciones cada vez más importantes. Los oradores de todo el país se acercan a Memphis para ayudar en el conflicto, y entre ellos el más afamado y respetado: Martin Luther King. Las autoridades locales de la comunidad negra quieren que Smokey se implique, pero él está demasiado absorto en la investigación de su propia vida y la protección de su amigo Jimmy, que imprevisiblemente acabará convirtiéndose en un elemento vertebrador de la novela, para encargarse también de la protección de Martin.

A lo largo de los días, las cosas se irán complicando para Smokey, que se verá desbordado por los acontecimientos, lo que le provoca un sentimiento de permanente peligro: “Tenía una sensación tan profunda de corazonada que casi esperaba que alguien saliera de las sombras para atacarme. Pero nadie lo hizo. E instantes después me aparté de a ventana y empecé a caminar calle abajo, con las manos en los bolsillos, escuchando mis pisadas sobre el asfalto, y supe que estaba solo”. La ciudad de Memphis se convierte en un personaje más que ayuda a marcar la caracterización de esta obra como excelente novela negra.

Kris Nelscott sabe llevar los hilos de la historia con maestría, un tono ligero pero cortante, duro y sin concesiones, acorde con lo que se pretende narrar. Todas las tramas se van entrelazando para formar la red perfecta que atrapa al lector en los claros y oscuros del alma de un hombre, pero, sobre todo, del alma de una sociedad, la norteamericana del profundo sur, que todavía marca las diferencias entre seres humanos por el color de su piel. En definitiva, Carretera peligrosa es de esas novelas que, como se suele decir, “enganchan”, y hacen de la prosa un oficio honesto con el lector: novela sin pretensiones ni decepciones.

José Ángel Gayol


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