Autor: 17 enero 2008

Arturo Serrano Plaja: Descansar en la frontera. Poesía en el exilio (1939-1970)

Ediciós do Castro,La Coruña, 2007

El caso de Arturo Serrano Plaja (San Lorenzo de El Escorial, 1909-Santa Bárbara, California, 1979) es el de un poeta que consiguió una proeza que son dos. Durante la guerra civil publicó el mejor poema marxista de la literatura española, El hombre y el trabajo (1938) y, años después, en 1965, con La mano de Dios pasa por este perro, el poema cristiano menos empalagoso de una época y de un país en que la poesía religiosa estaba tan confitada de almíbares, por no decirque de agua bendita y olores a alcanfor de sacristía.

Si El hombre y el trabajo lo rescató en 1978 Francisco Caudet en una edición facsímil —con los dibujos de Ramón Gaya— que aún puede conseguirse fácilmente en librerías de lance, no sucedía lo mismo con el resto de la producción de Serrano Plaja. Ahora, Serge Salaün y José Ramón López García —este último se encarga además del estudio introductorio— nos ofrecen una cuidada edición de la producción poética de Serrano Plaja desde 1939 hasta 1970, incluyendo no solo los libros publicados (Versos de guerra y paz, Galope de la suerte, La mano de Dios…, Los álamos oscuros) sino una abundante addenda de poemas sueltos e incluso inéditos.

Si el conjunto de esta poesía no es, en absoluto, desdeñable, no es, con todo, más que la periferia de los dos libros centrales de Serrano Plaja, El hombre y el trabajo y La mano de Dios pasa por este perro.

De El hombre y el trabajo hablaron elogiosamente Octavio Paz, Antonio Machado, Rafael Alberti o María Zambrano. El prestigio del libro sigue intacto, aunque quizá no sea muy leído hoy en día, y Víctor García de la Cocha, en La poesía española de 1935 a 1975, lo considera «uno de los mejores libros de poesía de nuestra guerra». Pero la importancia de El hombre y el trabajo excede la coyuntura de la guerra. Frente a tanto poema de agitación y propaganda bélica y política (algo en lo que, por lo demás, también, comprensiblemente, incurre Serrano Plaja, tanto aquí como en otros libros), El hombre y el trabajo es un poema reflexivo y trabado, que remonta las circunstancias concretas de la guerra para incardinarse en una concepción del mundo y de la vida que no es otra que la teoría marxista del hombre nuevo. No es por ello un libro discursivo o doctrinal, sino, y ahí está su valor, plástico y emotivo. El Trabajo, la Libertad, el Amor son, al decir de María Zambrano, los tres ejes en que se articula este gran fresco épico con personajes colectivos, los oficios, pero también con protagonista individual.

Terminada la guerra, Serrano Plaja comenzó un largo exilio por Francia, Chile, Argentina… hasta recalarfinalmente en Estados Unidos, donde alcanzaría el puesto de catedrático en la Universidad de California en Santa Bárbara. En 1967 viaja a España y obtiene el pasaporte español, pero «desengañado con la sociedad que encuentra», dice José Ramón López García, decide volver a Estados Unidos. Como López García no aporta ningún dato, podemos imaginar que los motivos de su regreso a América pudieron ser otros: un consolidado puesto académico en Estados Unidos frente a un difícil acomodo laboral en España. La gente se tiene que ganar de algún modo los garbanzos. En todo caso, cuando se jubiló pudo instalarse en España —ya había muerto Franco—, pero decidió quedarse en California, donde murió. Quien empezó siendo, ciertamente, un exiliado, terminó por ser un señor español que trabajaba y vivía en el extranjero.

Serrano Plaja se había ido por estos años alejando paulatinamente del comunismo, tal vez impresionado por el discurso de Kruschov ante el xx Congreso del pcus o la posterior represión soviética en Hungría, tal vez, también, cabe apuntar, por la prosperidad del american way of life que tenía ante sus ojos. Su ruptura teórica y definitiva con el comunismo la plasmaría en su ensayo Arte comprometido y compromiso del arte (1960). Ya, por otra parte, colaboraba regularmente en España con Papeles de Son Armadans, Cuadernos Hispanoamericanos, Ínsula, Poesía Española…

¿Fue su desengaño político lo que le llevó a abrazar el cristianismo? Aunque alguna parte pudo tomar tal decepción, el salto es demasiado grande y además innecesario. Se puede cambiar de punto de vista político sin que ello entrañe mayores consecuencias de tejas para arriba. La conversión, creo que podemos llamarla así, de Arturo Serrano Plaja, tenía raíces algo más hondas que la política, y se situaba en un plano existencial y vivencial. Se trataba, en definitiva, del sentido de la vida y de la muerte, esa pareja extraña que nunca se separa. Era el mismo problema que le había preocupado en El hombre y el trabajo. El poeta lo expresará en unos versos de La mano de Dios…, su segunda proeza poética: «morir es la derrota / si no hay Dios / da vergüenza morir y más de noche / morir sólo de pena de noche da vergüenza / da pena de morir solo de noche / sólo morir de pena / de morir da vergüenza / de cosa indecorosa / de vida ya indecente / si no hay Dios / da vergüenza morir sólo de muerte».

López García insiste machaconamente en la «temática religiosa heterodoxa e irreverente» de este libro, aunque ni una sola vez da algún detalle de dónde encuentra lo heterodoxo o dónde lo irreverente. Extraño sería que una editorial como Rialp (en cuya colección Adonáis se publicó el poemario) consintiese en publicar un libro no ya heterodoxo sino, además, irreverente.

La mano de Dios pasa por este perro parte de un conocido pasaje del evangelio de Marcos (VII, 24-30) en el que una mujer fenicia pide a Jesús la curación de su hija. Jesús, al principio se niega, porque es extranjera y «no está bien echarles a los perros el pan de los hijos», pero al argüirle la mujer que «también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los hijos», accede. El poeta se siente aquí ese perro vagabundo, «ese perro pulguiento», «lleno de mataduras y miseria / mas al fin aquí estoy».

Queda, para el lector, quizás, el dilema de qué Serrano Plaja escoger, si el marxista o el converso. Dilema que no se le presentará al verdadero lector de poesía: el valor de estos dos libros, de los dos, y no solo de esos dos, sitúa a Serrano Plaja en la primera fila de la poesía española de nuestro pasado siglo xx. Lo paradójico, o quizá no tanto, dada la pereza de nuestra cultura, o nuestra cultura de la pereza, es que aún carezcamos de una biografía suya digna de tal nombre.

De momento, aunque no se comprenda muy bien por qué no se ha aprovechado la ocasión para publicar su poesía completa, aquí está, puesta en limpio, la que escribió durante el exilio, desde 1939. No es poco.

Enrique Baltanás


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