Autor: 25 septiembre 2008

Julio José Ordovás: Nomeolvides

Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2008

Julio José Ordovás (Zaragoza, 1976), bien conocido por los lectores de estas páginas, es un autor joven con una amplia trayectoria periodística a la espalda y una envidiable proyección dentro del género. Se maneja con soltura en la entrevista, el artículo viajero, el relato, el artículo de opinión, la crítica literaria… Vamos, que su agudizada ambición creativa apunta hacia el mejor escritor profesional, el que se desangra con el todo al día de los periódicos y va dejando allí lo mejor de sí mismo, como Pla, como Azorín, como Camba, como tantos otros. Desde que en 2004 publicó su primer libro, el todavía algo inmaduro diario Días sin día, Ordovás es un autor que no ha parado de crecer y multiplicarse, de aumentar y dispersar sus inquietudes. Va hacia arriba. Y como el camino se muestra andando, él hace a sus lectores partícipes de ese proceso de maduración con cada nuevo libro que publica.

Nomeolvides no tiene nada que ver ni con la crónica viajera ni con los artículos de prensa, que es donde hasta ahora había dejado impresas sus mejores páginas este autor. Nomeolvides es un sentido homenaje a las mujeres. Es un libro breve y raro que se mueve con fluidez entre la galantería y la oración y en cuyo interior caben tanto la ironía y el chiste como la denuncia y la compasión. Cuando lo abrimos y leemos la cita de Woody Allen que nos sirve de puerta de acceso —«Si alguna vez tuviera la oportunidad de reencarnarme, me gustaría volver convertido en las yemas de los dedos de Warren Beatty»— pensamos que seguramente se tratará de unos cuantos relatos ingeniosos y picantes, pero basta leer los dos o tres primeros para darnos cuenta de que Ordovás ha querido hacernos sonreír primero para adentrarnos después en los senderos dolientes de la soledad, la desdicha, la desesperación y el maltrato —la historia de «Natacha» es la de una joven que sufre abusos de su padre—. Pero no cabe preocuparse en exceso porque Ordovás es capaz de dar otra vuelta de tuerca y, quizá para que no desesperemos y lo veamos todo negro, volver a cambiar el tono y la intención: «Noelia se llama Noelia por la dichosa canción de Nino Bravo. Noelia odia su nombre y odia la canción y odia también al plasta de Nino Bravo. Y odia a sus padres, por imbéciles». En este librito Julio José Ordovás se acuerda de todas las mujeres, incluso de aquellas de las que nunca nadie se acordará, como en «Miren Coro» o «Nuria»; de las de ochenta y de las de catorce, de las gemelas, de las madres y de las hijas, de las que empujan una silla de ruedas y de las que en la madrugada caminan borrachas por la calle, de las que se olvidan de quiénes fueron y de las que todavía no saben quiénes serán; se acuerda de todas, de las de carne y hueso y de las de ficción, de las que escribieron —esa «Iris» que tanto tiene que ver con Iris Murdoch— y de las que son personaje —esa Ginia que tanto se parece a la salida de la cabeza de Cesare Pavese—. Hay una «Penélope» que como en la canción de Serrat espera en un banco de estación y una «Lupe» a la que alguien le dice: «Cariño, déjalo ya: Nunca conseguirás chuparme el corazón». Están todas las que están y es una delicia disfrutarlas. En este libro mínimo caben todas esas mujeres, todos esos sentimientos, todas esas vibraciones y algunos chistes. En este breve breviario a la mujer su autor no se olvida de ninguna, ni siquiera de «Nomeolvides», que en su voz lleva el «viento que barre, esparce y desordena todos los tequieros».

Julio José Ordovás ha tocado con mucho acierto el reportaje viajero y el artículo. Con este nuevo libro se adentra en el relato breve, el microrrelato y otras variantes narrativas para demostrarnos que sabe moverse con inusual soltura en todas las escalas de la prosa.

Alfonso López Alfonso


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