Autor: Rafael Suárez Plácido 7 julio 2010

Tanta gente sola
Juan Bonilla
219 páginas
Seix Barral. Biblioteca Breve
Barcelona. 2009

Encuentro en la solapa de este libro, de Juan Bonilla, que él piensa que en estos últimos veinte años sólo ha escrito tres libros: uno de relatos, otro de ensayos y un tercero de poemas. Pienso en su primer libro, Veinticinco años de éxitos (La Carbonería, 1994), y me pregunto en cuál de esos tres se incluiría. Él mismo contaba que no lo aceptaron en un premio al mejor primer libro de narraciones, imagino que el Tigre Juan, porque lo consideraron de ensayo. Pero que su segundo libro, El que apaga la luz (Pre-textos), tampoco fue admitido al mismo certamen porque fue considerado su segundo libro de narraciones. No tiene que extrañarnos demasiado, ya que en sus primeros libros encontramos ese tipo de narración breve con la forma del artículo, o artículos que cuentan hechos de ficción. Y no termina de separar los géneros, o de mostrar una evidente voluntad por hacerlo, hasta La compañía de los solitarios (Pre-textos).

Toda esta reflexión es pertinente porque Tanta gente sola (Seix Barral, 2009) tiene también algo de ese género híbrido. Se empieza leyendo como un libro de relatos en el que van apareciendo personajes y temas de unos cuentos en otros: un poeta que, tras un primer volumen muy exitoso, va descubriendo cuál es su verdadero lugar en el mundo; la soledad, que nunca nos hace mejores; la búsqueda de los nuevos héroes en esta sociedad del espectáculo, que son personas, a veces anónimas, que aparecen en la televisión o en el Guinness de los Récords; el deseo de llevar la literatura a la vida, de hacer reales historias literarias, y sobre todo eso: la literatura, mucha literatura,
comenzando por el maestro Borges, al que dedica “Metaliteratura”, uno de los mejores relatos del libro, o Georges Perec y su ya clásico entre nosotros, gracias al propio Bonilla, Me acuerdo. Sus lectores más avezados pensarán que estos son los temas de libros anteriores. Y lo son, casi todos ellos desde ese primer Veinticinco años de éxitos,
que años después reeditaría Pre-textos como El que apaga la luz. Lo que ocurre es que un creador que alcanza una voz propia en su primer libro, no cambia sus temas, sino que estos evolucionan. Decía que Tanta gente sola se lee, la primera vez, como un libro de relatos con personajes y temas recurrentes; pero quien lea el libro una segunda vez leerá
una novela. De hecho podríamos proponer a los editores o al autor el juego rayuelístico de poder cambiar el orden de los relatos para leer un libro diferente. Y es que ya hay una alusión, aunque despectiva, al libro de Cortázar en el primer cuento. Si leemos en primer lugar el último relato, “El lector de Perec”, cambia no sólo la estructura del
libro, sino incluso su sentido.

Hace unos años publicó en su columna “Las Afueras” una reseña o artículo o relato, o quizá las tres cosas, sobre el texto mencionado de Perec. A partir de ahí lo publicó en varios libros y antologías, a veces más desarrollado, a veces dando sentido a todo un libro. Pasaron unos años hasta que Yolanda Morató, a quien dedica este Tanta gente sola, tradujera y editara Me acuerdo, en Almuzara. “El lector de Perec” no sólo engloba a todos esos artículos, sino que se convierte en un fantástico relato que da con todas las claves de este libro.

Es en el relato “Metaliteratura” donde mejor se explica esa unión entre literatura y vida o literatura y verdad: “Desde aquella decepción creo que empecé a buscar en los textos aquello tan extraño y misterioso que sólo sé denominar de una manera insuficiente: lo que merecería ser verdad, aunque no lo haya sido nunca.” Varios de los personajes del
libro buscan ficciones a las que dar vida. En otras ocasiones se pretende integrar la poesía en la sociedad del espectáculo (la alusión a Debord es mía, pero intuyo que Bonilla la suscribiría): en el primer relato, el poeta es contratado para participar en una despedida de soltero y tendrá que competir, con un malabarista callejero y con un dj africano, por los favores de la novia; en otro, el mismo poeta ha de convencer a una admiradora que pretende suicidarse de que no lo haga, y así en varias ocasiones. La sensación que da es la del poema de Baudelaire donde se compara al poeta con el albatros: hermoso y majestuoso en el vuelo, pero torpe y humillado por los rudos marineros del barco, cuando baja a cubierta. A la sociedad del espectáculo le da igual la literatura, pero a Juan Bonilla no. Desde el principio guiños y alusiones, a Keats, a José Mateos, a Juan Ramón Jiménez, a Monterroso, a Nabokov, a Paul Celan, por supuesto a Borges y a Perec, que harán las delicias de cualquier rastreador de alusiones semiocultas. Y es también el momento de acabar con algunos tópicos, especialmente ese que dice que lo mejor de Juan Bonilla está en el regate corto. Es cierto que sus primeros libros abrieron unas expectativas que para muchos no llegaron a cumplirse plenamente en sus novelas. Nadie conoce a nadie que, en mi opinión, sigue siendo la mejor de estas hasta la fecha tiene un arranque fantástico. Es cierto que la trama de la segunda parte flaquea. Cansados de estar muertos o Los príncipes nubios están lejos de ser malas novelas. Sí es cierto que no llegan a colmar las expectativas que nos crearon sus recopilaciones de artículos o de relatos breves. Pero a partir de La compañía de los solitarios ya no es justo hablar de regate corto en las historias de sus libros. Con este Tanta gente sola da un paso de gigante. No me interesa ahora entrar en la discusión de si es una novela o si son relatos, “Voluntad: borra el nombre exacto de las cosas,” pero sí hay que decir que lo mejor de sus historias es la evolución psicológica de los personajes. Aquí no encontramos la filigrana que, por otra parte, tanto nos gusta en Bonilla. O sí, también la hay, pero nos llama más la atención cómo actúan los personajes y sobre todo por qué. “Estamos diseñados para que quien descubra cómo estamos diseñados se adueñe de nosotros.” Los personajes son seres que están vivos y que pueden equivocarse y a veces mucho, pero viven como vivimos nosotros.

Hay un grupo de escritores españoles nacidos en torno a 1965 (el propio Juan Bonilla, Julián Rodríguez, Manuel Vilas, Ismael Grasa, José Luis Piquero, Jesús Aguado, Pablo García Casado,…) que nos gustan porque reconocemos sus historias en las nuestras, en las que nosotros vivimos. A veces, en las que desearíamos vivir, pero más en las
que vivimos. “Fregoli” es nuestra más bonita historia de amor y no nos importa tanto si acaba bien o mal, como en la vida. “En la azotea” debería ser leído por todos los jóvenes, si queremos vivir en un entorno un poco mejor. Y la soledad en un mundo donde es físicamente imposible estar solo, pero donde también es imposible no sentirse
solos a poco que reflexionemos un instante, es el otro gran tema de Bonilla, también desde sus inicios.

Hace años que sé que Juan Bonilla es uno de los más interesantes escritores que conozco. También hace ya años que no nos ofrecía un libro tan bueno como Tanta gente sola.


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