Bruno Snell: El descubrimientodel espíritu
Acantilado, Barcelona, 2008
El camino entre los mitológicos héroes homéricos hasta la Arcadia feliz que nos encontramos en las églogas virgilianas es un periplo complicado y lento que ha supuesto una evolución en la manera de pensar y actuar del ser humano. El hombre, despojado de toda influencia divina que lo somete a su voluntad y que con su consejo intenta guiarlo en la dura batalla épica que es la vida, sabe que su manera de actuar responde a unos mecanismos internos y a un ethos, a un comportamiento, determinado que influye en el entorno que le rodea.
En este libro, el gran helenista Bruno Snell (1896-1987) analiza exhaustivamente esa lenta pero progresiva evolución a lo largo de los diferentes géneros literarios. Su gran conocimiento de la lengua griega y latina enriquece el estudio filosófico porque los distintos conceptos que nos encontramos van adquiriendo significados varios a la vez que avanzamos en el tiempo. Sirva como ejemplo la palabra griega soma que en los primeros tiempos significa solo ‘cadáver’ y que llega a significar‘cuerpo’, es el soma la carcasa que protege por así decir el ‘espíritu’, ‘el ánimo’ que los héroes mitológicos pierden cuando se mueren. ¿Por qué, sin embargo —nos preguntamos— algo que significa ‘cadáver’ puede llegar a significar ‘cuerpo’? La respuesta la encontramos en el punto de partida homérico que, como es natural, recoge tradiciones anteriores, eminentemente orales, que conciben el cuerpo humano no como una unidad sino como una suma de componentes o de miembros, de ahí las palabras melea y gyía‘miembros’ y es que para el hombre homérico sólo existe lo que existe a la vista, lo vivo, lo que percibimos. De igual modo sucede con palabras como espíritu y alma porque «espíritu-cuerpo, cuerpo-alma son conceptos opuestos en los que cada término se define por su contrario» (página 29). El alma, o lo que los griegos de siglos posteriores interpretan como alma, la psyché no tiene en Homero nada que ver con la facultad de pensar y sentir, es decir, no existe el alma en Homero, al igual que no existe el concepto de cuerpo. Lo importante en esta etapa es que la psyché, importa porque «anima», «mueve» al hombre y por ende, le da vida. Sus acciones vienen determinadas por los dioses, son ellos los que le conceden la sophrosyne, la tranquilidad y reflexión ante las distintas maneras de actuar y que sirve de freno y canaliza sus naturales ímpetus como por ejemplo cuando la diosa Atenea se le acerca a Aquiles para que este envaine la espada con la que quería hacer frente a Agamenón.
Aunque Hesíodo nos parezca muy similar al pensamiento homérico, encontramos, sin embargo, pequeños matices que suponen un cierto desarrollo con la manera de pensar anterior. Él intenta ordenar los dioses, sistematizarlos, buscar el origen, no le interesa, por tanto, lo particular. Con Hesíodo se inicia, pues, la filosofía y el monoteísmo. Recuérdese, por ejemplo, cómo los llamados filósofos presocráticos buscan ya el arché, el origen de las cosas, al igual que Hesíodo buscaba el origen de los dioses.Con la llegada de la lírica nos encontramos con un interés por lo cotidiano, la oposición entre épica y lírica no es más que la oposición pasado y presente, pero, aun así, hay una íntima conexión entre esta nueva realidad y el pasado mítico debido a que los ejemplos extraídos de la mitología sirven para dar sentido, para iluminar porque siguen siendo considerados como reales, a pesar de que la situación presente no está sometida a la influencia que supone el culto mágico.
Esta realidad y preocupación por los sentimientos personales, por el amor, la muerte etcetera, que encontramos en Anacreonte, Safo y los demás líricos, es trascendental en el origen de la dramaturgia. En la escena se van a representar relatos mitológicos que tienen una lectura más interna, más «humana» por así decir y que simbolizan las distintas contradicciones que se encuentran en el hombre. El mito, al fin y al cabo, no es más que una manera de ilustrar, de enseñar al pueblo, de dar sentido a nuestros comportamientos y es que los dioses griegos, como afirma Snell, nos hicieron europeos a pesar de haber muerto con la filosofía, porque «su sola existencia ya da una imagen lógica y natural del mundo […] Para los griegos, los dioses dan un sentido a la existencia» (página 78).
Todas esas ideas se van transmitiendo de generación en generación y van convirtiéndose en una sólida base en la que reposan las posteriores evoluciones del pensamiento que llegan a nuestros días. El componente más importante de esa nutricia base es el mito. Representa un papel esencial y central dentro del desarrollo del hombre porque ambos están íntimamente interconectados. Cuanto más humano es el mito mejor puede el hombre escudriñar su interior, pero, cuanto más racional va siendo el hombre, cuanto más humano, en definitiva, más secularizado será el mito. Desde el punto de vista de los filósofos, el individuo tiene que actuar conforme a lo justo, al derecho, debe alcanzar en palabras platónicas la idea de Bien, que, es evidente, tiene mucho que ver con esa sistematización que encontramos en Hesíodo y que representa a Zeus como dios supremo del Olimpo ygarante de justicia. Sin embargo, conviene recordar que, en los inicios de nuestra singladura, lo bueno y lo que se entendía por felicidad estaba basado en algo útil, provechoso para el hombre, como el ejemplo de Aquiles. De ahí, a los juegos inocentes e ingenuos de Calímaco y a la Arcadia feliz de Virgilio hay un paso en el que los dioses ya no son homéricos, sino simples reminiscencias de un pasado mítico, por ello no resulta difícil, en una época en la que el hombre ya es el centro de todo, en el que predomina la filantropía y el humanismo desarrollado por Cicerón que un contemporáneo como el poeta Galo aparezca hablando con unos dioses que ya han perdido su esencia suprema.
En conclusión, la obra de Snell representa aquella idea alemana de la altertumwissenschaft («ciencia de la antigüedad») en la que partiendo del conocimiento de la lengua podemos llegar a estudiar las distintas disciplinas artísticas que se desarrollaron y que, sin duda alguna, son las raíces profundas que justifican y explican lo que somos. Es, en definitiva, una lectura que nos permite conocernos mejor y escudriñar los mecanismos internos que rigen nuestro pensamiento, nuestra moral y nuestro universo cultural.
Daniel G. Posada